Te admiro (30)

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-Cristian, yo...-no esperaba tanta sinceridad- no sé qué decir.

-No digas nada-desvía la mirada serio- Solo quiero que me entiendas y volvamos a estar bien.

-Vale, yo también quiero eso-me siento en una silla y miro los folios.

-Toma, te la cogí y no te la he devuelto- se quita la pulsera de la muñeca que me cogió en la fiesta y me la ofrece.

-Quédatela-respondo convencido.

-No, es tuya-sigue ofreciéndomela.

-Ahora es tuya-sonrío.

Cristian me devuelve la sonrisa, parece estar algo más animado. Aprieta la pulsera, la mira, y se la pone en la muñeca derecha. El color claro de la pulsera contrasta con su piel morena. Le queda ajustada, sus brazos son más grandes que los míos. Está rodeado de venas marcadas y tiene algunos lunares pequeños que le dan un toque personal.

-Te traeré algo-dice Cristian.

-¿Cómo?-pregunto. Estaba concentrado observando sus brazos y no me he enterado de lo que me ha dicho exactamente.

-Que te traeré algo. Tú me has dado tu pulsera, yo te daré algo mío. Es lo justo-me revuelve el pelo divertido- Hagamos el trabajo.

Asiento feliz.

Me parece un gesto muy bonito por su parte el querer darme algo suyo como compensación por haberle regalado mi pulsera. Podría quedársela y no ofrecerme nada. Aún sigo sorprendido por lo que me ha dicho minutos antes. No es fácil de digerir escuchar que alguien como Cristian tenga envidia de alguien como yo.

Nos mantenemos concentrados alrededor de dos horas, se nota que se le da bien la biología y sabe qué es lo que debemos hacer. Me limito a hacer lo que me dice y proponer ideas para que sea un trabajo de dos y no solo suyo. Finalmente le doy mi toque aportando colores y detalles creativos que hacen que se vea mucho más atractivo visualmente.

-Terminado-dice feliz al ver nuestra obra.

-Está genial-me enorgullezco.

Ambos empezamos a recoger las cosas que hemos ido esparciendo por toda la clase para poder trabajar más cómodamente. Nos ponemos la mochila y salimos de clase. Aún no son las nueve pero ya hemos terminado y la profesora no está por aquí.

-Cristian...-digo su nombre y él me mira interrogante- Es sorprendente que digas que me has tenido celos cuando el que siempre ha tenido envidia de ti he sido yo-confieso.

-¿Tú de mí?-pregunta.

-Sí. Siempre te he admirado mucho. Eres tan alto, tan diferente, tan tuyo. Siempre has destacado sobre los otros, yo siempre lo he visto así. Cuando supe que vendrías a mi clase fue extraño, quería conocerte pero a la vez me imponías mucho, te tenia mucho respeto. También me sorprendió que me defendieras, pensaba que te iba a caer mal.

Cristian se ríe.

-Pues debes ser el único que lo ve así porque yo siempre he sido el solitario, el malo, el borde, el seco, el distante...-sus facciones me indican que esos apodos no los dice por decir y que alguna vez se los han dicho.

-Quédate con mi impresión, que los demás no tienen ni idea de como eres- Cristian sonríe halagado- En cambio yo soy un pringado, no sé cómo puedes haber tenido envidia de mí en algún momento.

-¿Por qué dices eso?-pregunta.

-No hay más que verme: soy algo tímido, no tengo la altura que desearía, estoy algo delgado, sigo teniendo cara de niño pequeño. Mi voz no ha cambiado y a veces sueno irritante. No soy de los peores de la clase pero tampoco de los mejores. No destaco en nada y soy un novato en todo. Mi piel es pálida y cada vez que hablo, lo arruino todo. Pero yo me acepto, solo que me extraña que alguien quisiera ser así.

-Dices muchas tonterías-Cristian ríe.

-¿Por qué?-pregunto.

Él me mira con ternura, como quien mira a un perrito. Me rodea los hombros con uno de sus brazos.

-Oli, eres un chico genial. Eres guapo, divertido y muy tierno. Sabes escuchar y eso es algo de lo que no todo el mundo puede alardear. Tienes unos ojos precisos y un pelo dorado que ya me gustaría a mí. Gustas sin querer, dejas marca en cualquiera que pase por tu vida, te haces querer. Y lo de ser pequeño tiene solución, aún estás creciendo, bebé-bromea después de haberme sacudido para que haga caso de sus palabras.

¿Le parezco guapo a Cristian? Nadie nunca me había dicho tantas cosas bonitas juntas, me siento demasiado bien. Estoy tan feliz de habernos  perdonado. Ahora solo falta hablar con Mia aunque creo que será más difícil.

-Gracias- le digo.

-Venga, no te pongas cursi-responde.

Ahora que ya séDonde viven las historias. Descúbrelo ahora