Cristian (19)

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Vuelvo del insti como siempre, mi casa está algo lejos y a veces debo coger un autobús para llegar pero hoy he preferido ir andando. 

Vivo en el piso séptimo de un apartamento bastante humilde, en un barrio algo conflictivo. Desde pequeño he paseado por estas calles prácticamente solo y eso ha supuesto formar en mí una especie de alarma que siempre permanece encendida, por si acaso. Tuve una infancia feliz, siempre fuera de casa, jugando a millones de cosas con mis amigos de toda la vida, pero hace un año la mayoría se fueron porque su nivel económico aumentó y este no es el barrio donde una familia con dinero desea vivir. A veces los echo de menos, es verdad, pero me he acostumbrado a tenerme a mí mismo de compañía y ya no me resulta raro estar solo.

Abro la puerta de mi casa, la empujo y chirría.

-Hola, mamá-le doy un beso en la mejilla.

-¿Qué tal todo en clase, cielo?-pregunta animada.

-Todo bien-asiento.

-Cristian, ven un momento a la cocina-grita mi padre desde lejos. Miro a mi madre y ella hace un gesto de aprobación.

Dejo caer la mochila en el suelo y me dirijo a la cocina.

-¿Qué pasa?-pregunto.

-Creía que con mi dinero era más que suficiente pero veo que no. Cristian, no hace falta que dejes el instituto aunque nos vendría bien, pero deberías empezar a buscar algún trabajo para que puedas ir por las tardes-dice serio.

-¿Tanto nos hace falta?-pregunto bastante sorprendido.

-Sí, apenas he podido pagar el alquiler este mes-confiesa triste.

-Bueno, quizá si dejaras de ir todas las tardes al bar con tus amigos para hacer apuestas, tendríamos para pagar el piso-digo enfadado.

-¿No te das cuenta de que aquí el adulto soy yo?-eleva el tono-No te estoy pidiendo que elijas, es tu obligación. Si fuera por mí ya estarías fuera del instituto, tu no has nacido para estudiar, no eres bueno en eso. Pero tu madre insiste y no quiero que sufra más, bastantes decepciones le has causado.

Sus palabras llegan a mí como si de una puñalada se tratasen, atravesando mis oídos y provocándome un dolor punzante. Nadie merece que le digan algo así, y muchísimo menos que te lo diga tu propio padre. Saber que soy una decepción es frustrante, pero mi padre solo provoca en mi un sentimiento de ira.

-¿Te estás oyendo? Eres un maldito egoísta que solo piensa en su propio beneficio.-aprieto mi mandíbula conteniendo la rabia que le tengo desde hace mucho.

-¿Un niñato me va a dar lecciones? Lo que me faltaba por oír-se acerca a mí furioso y da un golpe a la encimera de la cocina.

-¿Qué pasa?-pregunta mamá desde lejos.

Mi padre me mira fijamente, desafiándome. Yo no aparto la mirada, si en este momento pudiéramos medir la tensión, esta sería altísima.

-Buscaré un trabajo, pero no lo hago por ti, lo hago por mamá-digo al fin en voz baja.

Él no dice nada.

Me acerco a mi madre.

-Cristian, ¿todo bien?-pregunta calmada.

-Sí, todo bien, tú no te preocupes-miento.

Sé que ella es consciente de la mala relación que tenemos últimamente mi padre y yo pero hace como si no supiera de qué va la cosa. Le duele vernos mal y lo entiendo, por eso siempre que ella está delante trato de hacerle ver que no hay ningún problema entre nosotros aunque sea mentira. El odio que le tengo a mi padre viene provocado por su actitud infantil, por su egoísmo y por sus malas costumbres. Las tardes no lo vemos y hay noches que tampoco aparece por casa. No sería la primera vez que engaña a mi madre con otras mujeres o que gasta nuestro dinero en apuestas. A mi que me hagan lo que sea, pero ver dolor en los ojos de mi madre es algo que soy incapaz de tolerar.

Ahora que ya séDonde viven las historias. Descúbrelo ahora