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—Es para ti—dijo como si hubiera adivinado mi pensamiento anterior.

—Gracias—tomé la rosa entre mis manos y sentí que el rubor corrió por mis mejillas pintándolas.

Así que desvíe mi rostro y mire a Gulf, quien aún seguía entretenido observando el centenar de palomas que volaban en el cielo y otras que caminaban por el suelo de la plaza. Alcé la cámara y tomé una fotografía de su perfil justo en el momento exacto en que las palomas volaron. Una fotografía maravillosa.
Gulf me miró.

—Hey, pudiste haberme avisado—me dijo y yo reí.

—No, creo que saliste más lindo así—el se sonrojo un poco y luego bajo la mirada percibiendo así la rosa en mi mano.

—¿Y esa rosa?—preguntó.

—Se la di yo—dijo Win con más orgullo del necesario.

—Rayos, entonces yo tengo que comprate un ramo completo—bromeó.

—Lo haces parecer una competencia Gulf—dije queriendo seguirle la broma, pero lo cierto era que dos hermosos ángeles estaban cortejándome, a mi, un chico normal, y el tono en mi voz no era muy espléndido.

—Claro que no es una competencia—dijo el—Yo ni estoy compitiendo con nadie, Win no es un jugador, él ya tiene dueña—bromeó Gulf, palmeándole la espalda a Win.

Win solo sonrió, pero a esa sonrisa le hacía falta... ¿alegría?

—Me haces sentir como un trofeo—dije haciendo un mohín.

—Non un trofeo. Tu sei un ragazzo bello e mi piace essere il vostro principe—musitó.

El rostro de Win se endureció y su ceño se frunció ante las palabras que Gulf había pronunciado. ¿Pero qué había dicho?

—Gulf dice que eres bello y que a él le gustaría ser tu príncipe—me dijo, pero parecía molesto.

—¡Stai zitto!*—protestó Gulf a Win, rojo por completo.

(silencio)*

Mire a Gulf, enternecido

—Qué lindo eres, Gulf. Gracias—dije, y el enrojeció más.

Sin embargo, Win permanecía de brazos cruzados y con rostro duro.

La fierecilla apareció de pronto, bailando de alegría porque creía que lo que Win tenía, eran celos, y aunque no quisiera aceptarlo, a mi también me gustaba la idea.

La tarde había llegado y el sol se había ocultado ya en algún punto del cielo cuando volvimos al departamento. Había sido increíble haber pasado todo un día con Win cuando no estaba en mis planes. Me sentía mal a veces de haber utilizado a Gulf en varias ocasiones para sacarle ese rostro adusto y un ceño fruncido a Win. Pero más allá de la remota culpa, se sentía bien.

—¡Uff! Fue un día magnífico el de hoy—dijo Gulf riendo complacido.

—Lo fue—concordé—Gracias Gulf.

Me acerqué y revolví cariñosamente su cabello y sus mejillas se pusieron decente rojas, y crucé los dedos porque el ceño fruncido de Win apareciera de nuevo en su bello rostro. Le miré por la colilla del ojo cuando me alejé de Gulf y lo vi con las manos en sus bolsillos y la mirada baja, como si quisiera evitar ver. La fierecilla se decepcionó.

—Hasta luego Gulf—le dije.

—Hasta luego—rió tímido.

Luego dio la vuelta y se introdujo al departamento de su tía. Mire a Win quien ahora esbozaba una linda sonrisa ¿No le había afectado en nada mi patético intento por ponerlo celoso?

—Que grosero es Gulf, no se despidió de mi—dijo, pero mantenía aún esa sonrisa.

—Es un poco despistado, no te lo tomes a mal—sonreí.

Abrí la puerta y el me siguió.

—Son las seis treinta ¿Qué quieres hacer?—me preguntó.

—Estuve caminando casi todo el día por la plaza, no creo que me queden ánimos de hacer algo más—musité aventándome al sofá y dejando la rosa roja sobre la mesa de centro.

—¿Quieres jugar cartas?—sugirió sentándose a mi lado.

—No, siempre me ganas—me cruce de brazos y el rió por lo bajo.

—Bueno, que tal... ¿Ver una película?

—Ya vi todas las que Grace tiene, y me da pereza ir hasta el video club a rentar una. Lo siento.

—Esta bien, ¿Porque no jugamos a las diez preguntas?—insistió.

—Bueno, creo que eso puedo hacerlo sentado aquí—reí y me crucé las piernas sobre el sillón, acomodándome para quedar cara a cara con Win.

—Esta bien, comienza tú —me dijo.

—Me dijiste que te gustaba la música ¿Alguna vez has escrito una canción?

—Si, tengo algunas letras, pero no son tan buenas—sonrió y bajó la mirada.

—Estoy seguro de que son geniales—animé.

—Siguiente pregunta—rió.

—¿Algún día me enseñarás una?

Me miró y rió de nuevo por mi insistencia.

—Está bien, algún día—prometió.

—Bien. Veamos...—pensé—¿Tu punto más cosquilloso?

—Emm... el cuello—dijo.

—¿Que hay de tu futuro?—pregunté curioso.

Se encogió de hombros, elegante.

—Pues solo estoy seguro de una cosa. No seré administrador como Gun—rió—A lo mejor, quizá, compositor o arquitecto, pero más compositor.

—¿Compositor? ¡Dios, eso sería fenomenal!

—Gracias.

—¿De que hablan las canciones que escribes?

—De la vida, de mi, del amor...—se encogió de hombros de nuevo.

La fierecilla se removió y me animó a preguntar.

—¿Alguna vez le escribiste alguna a Grace?—inquirí, temeroso por la respuesta, porque la fierecilla no solo era terca, también era sensible.

Se quedó serio por un segundo, con un semblante duro e inexpresivo. La fierecilla se removió curiosa, inquietante e impaciente.

Manual de lo prohibido ▪︎WinBright▪︎[adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora