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Lo que más molestó a la pelirroja de entre todas las cosas es que sus amigos seguían con el tema de la fiesta, Anne pensó que era cuestión de un día para luego olvidar para siempre eso, pero en medio de toda esa tristeza y palabras de aliento, pensar en que por más que intentara, el sentimiento de que Charlie nunca dejaría de gustarle no desaparecía.

—¿Quieren que vayamos a mi casa? Mamá cocinará macarrones con queso esta noche —anunció Jerry.

—No puedo —respondió—. Tengo que ir con Matthew y Marilla.

—¿Nos vemos mañana? —preguntó Ruby.

—Claro —dijo antes de volverse a ellos— ¿chicos?

—¿Si? —voltearon y respondieron en unísono.

—Lo de la fiesta de verano, creo que no funcionará en casa... iré a...

—Entendemos —Ruby esbozó una sonrisa amistosa mientras retiraba sus cabellos rubios de su rostro.

—Gracias —frunció los labios—. Gracias por ayudarme siempre.

Y se marchó.

Esa tarde, luego del té, los cuatro hicieron una videollamada.

—Anne —dijo Diana—. Queremos decirte algo, solo para que no digas que no te avisamos.

—Adelante —respondió sin mucho interés.

—Los tres vamos a ir al baile de primavera ¿Irás con nosotros? —le preguntó.

Ella negó.

—Vamos —dijo suplicando—. Tienes que ir, así conocerás a alguien mejor que Charlie.

—Ruby ¿Irás? —le preguntó.

—Pues... verás.

No había terminado de escuchar la frase cuando gritó tan fuerte que Matthew tocó la puerta de su habitación.

—¿Todo bien allí dentro «Manzanita»?

—Sí, Matthew, lo lamento —volvió a la pantalla de su celular— ¿Vas a ir con Moody? —se levantó de la cama- ¿Por qué nunca me dicen nada?

—Te lo estamos diciendo —argumentó relajada.

Anne se dirigió a ver a su mejor amiga.

—¿Sabías de esto?

—Verás...

—¿Vas a ir con Jerry? ¿Por qué siempre soy la última en enterarme de todo?

—Es que no sabíamos como decirlo —Jerry mordió su sándwich desde el otro lado—. No queríamos que te sintieras sola.

—Pues con darme esa sorpresa ya lo hicieron.

—¿Le digo? —preguntó Diana.

—Anda —Ruby le dió el paso.

—También sabemos de una pareja para ti —bajó su cabeza.

—Santo cielo, son lo máximo —respondió con ironía—. Hace un par de horas estaba llorando por Charlie Sloane y ahora ustedes vienen y me dicen que saben de alguien que será mi pareja ¿Que falta de sensibilidad es esta?

Ahí tampoco había escuchado toda la frase cuando nuevamente estaba gritando.

—¿Gilbert? —los tres asintieron— ¿El mismo Gilbert de la clase de álgebra?

Volvieron a asentir.

—El mismo que vive frente a mi casa —agregó Jerry.

—No lo puedo creer, ustedes tres son imposibles.

—Tampoco se lo hemos dicho, pero analizamos las estadísticas y es el único con quien serías casi un cien por ciento compatible.

—¡Dejen de jugar a ser cupido! No iré a ese maldito baile y fin de la historia.

Suspiró y acomodó su cabello.

—Andaaa... —Ruby insistió.

—Por favorrr... —Jerry puso ojos de perrito.

—Dale una oportunidad —Diana le mostró una sonrisa de lástima—. Una sola, a él le encantaría.

Volcó sus ojos.

—No es no, niños. No me harán cambiar de opinión.

—Es solo una noche, te prometo que te va a agradar.

—Ya dije que no —apretó sus dientes enojada, con ganas de golpearle la cara con su puño colgó.

A la mañana siguiente tomó sus libros y se marchó esperando no caer bajo al ver a Gilbert. A pesar que no le gustaba y probablemente no le iba a gustar, Anne no quería ser la estúpida y solitaria mejor amiga de Diana Barry. Tampoco quería hablarle, que él no supiese de su existencia era algo totalmente bueno.

La verdad, estaba desesperada, pero no tanto.

Luego pensó en esa tonta fiesta de verano y se le hizo una idea muy estúpida ¿Cómo se les había ocurrido? Era sólo una fiesta organizada por estudiantes aburridos y con ganas de divertirse un rato. Pero en serio, ¿que demonios estaba diciendo? Se iría de vacaciones, no estaría para ver ese desastre. Sí, la odiarían por un largo tiempo, pero de verdad, la estaban prácticamente obligando a hacer algo que no quería. Suspiró y cruzó por un pasillo en dirección a la biblioteca. Una voz la detuvo.

—Anne —su voz era ronca y tímida.

Mierda, mierda y más mierda.

Volteó lentamente y lo miró a los ojos.

—Gilbert —dijo alargando su nombre-. Que bueno encontrarte por acá.

—Sí, hola —dijo con tímidez—. Tú... ¿Estás ocupada?

«Di que sí, di que sí»

—No, para nada.

Mierda.

「𝐏𝐚𝐫𝐭𝐲 𝐟𝐚𝐯𝐨𝐫 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐚𝐧 𝐄」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora