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El viernes, después de haber pasado toda una semana luchando contra su timidez, Gilbert Blythe decidió acercarse a Anne. Ambos tenían clase de álgebra juntos, la cual se había cancelado ese día. Él la encontró sentada junto al baño fuera de servicio. Leía un libro color verde en el que se veía muy entretenida. La primera impresión que tuvo de ella fue que era una chica interesante, como misteriosa, porque en clase de álgebra solo llegaba y permanecía taciturna en su asiento hasta que la campana sonaba. Ella notó su presencia de inmediato.

–¡¿Que demonios?!

Él observaba sus ojos a detalle.

–Vaya, no recordaba tu voz.

Ella no le respondió.

–¿Qué? –preguntó el chico levantando una ceja.

–¿Te atreves a preguntar? –respondió Anne en un susurro– Ya te dije que no quiero ir al baile contigo.

–Oh, no, no, no –dijo él soltando una risita. Anne estaba confundida–. No vengo por eso.

–Ya, mierda, perdona.

Gilbert asintió, se quedaron sentados en silencio unos segundos, hasta que él sin despegar la vista de un punto nulo de un pequeño jardín frente a ellos continuó.

–¿Pero sí con Charlie?

Ella levantó la mirada.

–¿Disculpa?

El chico ni se inmutó.

–Lo que escuchaste –ella pasó de página.

–Vete de aquí.

–¿Qué?

Anne trató de imitar su voz.

–Lo que escuchaste.

Gilbert se encogió de hombros y caminó por el pasillo silencioso, pensando en que definitivamente lo que Jerry pensaba que probablemente ocurriría entre ambos no iba a ser posible, a él le daba lo mismo estar en una relación o no... no es cierto, en realidad le aterraba la idea de tener una novia. Recostó su espalda en los casilleros que estaban junto a la biblioteca, cuando giró su cabeza vio que la chica estaba a su lado.

–¡Demonios! –exclamó y puso una mano en su pecho– ¿Que haces aquí? Pensé que querías que me fuera.

–Supongo que me arrepentí –volcó sus ojos.

Gilbert no sabía que decir, ella también recostó su espalda en los casilleros.

–¿Cómo sabes lo de Charlie?

–¿Charlie Sloane? –preguntó, ella asintió–, toda la escuela lo sabe ¿diez años enamorada de él sin corresponderte? A eso le llamo ser optimista.

–Perdón, Don Juan.

Él rio.

–Pues si te hace sentir mejor, nunca he tenido novia.

–Definitivamente vuelve más deprimente la situación, por más que me ruegues no voy a salir contigo.

Gilbert volcó sus ojos.

–Cielos, tu ego es altísimo –dijo, ella volteó con su boca abierta–. Anne, no me gustas, tampoco te vengo a rogar, quería hablarte por si quieres que vaya a tu casa el sábado a ver el maratón de «The Office.» Sé lo que es estar solo la noche del baile.

–No necesito de tu compasión.

–Solo me ofrecía a ser tu amigo, ya que los tuyos estarán muy ocupados ese día como para estar a tu lado.

Esa frase fue un tanto hiriente para la pelirroja, quien bajó la mirada, se mordió un labio y después de pensarlo unos segundos lo vio a los ojos, él pudo notar que sus ojos azules brillaban de una manera que jamás había visto, todo gracias a la luz del sol.

–¿Sabes algo, niño Blythe? Acepto ¿Te parece si lo vemos en tu casa?

–¿La señora Marilla no dirá nada?

–Yo me las arreglaré –ella dio un pequeño salto– ¿Mañana a las siete?

La campana que anunciaba la hora del almuerzo fue tocada antes que él pudiese decir «Sí.» Entonces ella se marchó sin despedirse, luego de unos momentos se pasó por los baños y vio un libro color verde en el suelo.

Lo recogió.

–«Orgullo y prejuicio» –leyó el título.

Entonces revisó la contraportada, notó que la única persona que lo había prestado era ella. Suspiró tranquilamente por unos segundos hasta que...

¿Contaría eso como cita?

「𝐏𝐚𝐫𝐭𝐲 𝐟𝐚𝐯𝐨𝐫 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐚𝐧 𝐄」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora