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Gilbert Blythe, con su primera cerveza de la noche en mano, buscaba con la mirada cualquier mechón rojo que diera indicios de que Anne estaba cerca. Un grupo gigantesco de personas había llegado a la casa en un tiempo tan corto que le pareció algo que solo la mismísima Josie Pye había podido publicar en alguna de sus escandalosas redes. Durante el tiempo que había estado ahí solo vio a Moody y Ruby bailar y cerrar con llave las vitrinas para que nada de lo que estaba adentro fuese robado o partido a propósito por cualquiera que buscase llamar la atención. Hacía muchísimo calor, demasiado, a decir verdad, pero suponía que el ambiente en esa clase de eventos era de esa manera.

En pocas palabras: Estaba siendo una buena fiesta...

Para el resto. No para él, que estaba a punto de vomitar de los nervios. Luego de un rato vio a Diana apurada corriendo a la cocina, esta sacó unas cuantas cosas del refrigerador y corrió al segundo piso de nuevo. Él la siguió.

–Hola –le dijo dejando su cerveza en una mesita que había en el pasillo.

–Ah, hola Gilbert –sonrió incómoda y sorprendida–. Oye, mira, no es un buen momento para hablar. Tengo un problema gigante, pero tú baja y disfruta de la fiesta.

–¿Donde está Anne? –preguntó algo preocupado.

Diana suspiró.

–Verás... Ella es el problema –abrió la puerta de la habitación. Sus amigos estaban ahí dentro, la rodeaban, ella solo respiraba con los ojos abiertos, no hablaba.

–¿Que le pasó?

Todos se llevaron los dedos índice a la boca y le pidieron que hiciera silencio con un «Shhh.» La chica de cabellos negros cerró la puerta.

–Josie Pye le dio de tomar de más y ahora está terriblemente mal –el chico asintió, entonces ella recordó algo–. No hay nadie abajo, maldición.

Un segundo después todos salieron y se repartieron nuevamente en la planta baja, Jerry siguió con su mix de música y Ruby mirando todo para que nada se saliese de control. Diana y Gilbert entraron a la habitación, Anne estaba acostada, cuando los vio empezó a llorar sin hablar, su mejor amiga le puso una toalla mojada en la cabeza por si le daba fiebre.

–¿Que ocurre? –preguntó él.

–Está ebria –respondió–. Para que se le quite solo hace falta que vomite y volverá a estar como nueva, le doy unos minutos.

La puerta fue abierta de sorpresa.

–¡Diana! –exclamó Ruby de manera agitada– Tienes que venir a-h-o-r-a. Charlie Sloane y Josie Pye quebraron la azucarera azul de la señora Marilla, están sacando cosas de la alacena y para hacer lo mismo. Me voy a desmayar. Ahora los Cuthbert se van a enterar ¿qué les vamos a decir? –se echó a llorar– Nos van a castigar de por vida, Diana.

–¿Que hicieron qué? –preguntó con los ojos abiertos, se levantó de la cama y miró a Gilbert un segundo– ¿Puedes quedarte con Anne un momento? Bajaré a resolver esto y regresaré en cuanto pueda, lo prometo.

El chico dijo que no habría problema y se quedó sentado donde estaba. La pelirroja seguía soltando lágrimas con una rapidez que él nunca había visto, de repente, ella tomó su mano y él se giró a verla. Lloraba aun más que antes. Anne abrió su boca para decir algo mientras la fuerza con la que tomaba la mano de Gilbert aumentaba cada vez más.

–Yo... –soltó.

–Tú... –respondió esperanzado. ¿Podría ser ese el momento? ¿Podría ser que todos los sentimientos que posiblemente tenían escondidos salieran a la luz esa noche, en ese momento?

–Vómito –dijo–, vómito.

Gilbert tomó la cesta de basura pequeña que ella tenía cerca de su escritorio y se la pasó. Suspiró. Quizá Diana tenía razón y únicamente estaba ebria.

Pero cuando creyó todo perdido, Anne volvió a hablar.

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Duda existencial: ¿Como se imaginan la casa de Anne en esta historia? Definitivamente yo la imagino como la casa de los Spellman en «The chilling adventures of Sabrina.»

「𝐏𝐚𝐫𝐭𝐲 𝐟𝐚𝐯𝐨𝐫 ; 𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐚𝐧 𝐄」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora