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-Le dije a tu madre que estábamos aquí, que Francesco tenia dolor de estómago y que la necesitaba urgente

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-Le dije a tu madre que estábamos aquí, que Francesco tenia dolor de estómago y que la necesitaba urgente.

Me aviso G. Asentí suspirando.

Observe con lentitud y un poco de desconfianza el lugar. Las pocas personas tomaban vino de sus copas, como la gente refinada que era, y alguno que otro hombre llevaba un vaso con cerveza. Lo típico.

La calefacción evitaba el frío, por lo que todos íbamos con ropa holgada y simple, aunque las consecuencias las estaba pagando el perchero de la entrada que casi se iba de lado por la cantidad de sacos que estaba soportando.

Tenia que despejarlo.

Con cuidado me encamine hacia el y tome los sacos más gruesos que conseguí. Un simple palo de madera no era capaz de aguantar más de quince kilos, estaba totalmente segura. Sin contar que los chicos todavía no habían llegado, y tampoco mi madre.

Lleve los sacos hasta la habitación de lavado y los deje en el espacio de la ropa limpia. Luego vería cómo avisarle a sus dueños que estaban ahi.

Las personas estaban tranquilas. Los amigos de mi madre parecían felices y sorprendidos por haber recibido mi invitación, y claro, si mi madre no hacía más que trabajar y salir de compras todo el tiempo.

-Relajate A, vas a incomodar a los demás.

La voz de la razón habló. Si, G. La observé en silencio y tras examinar su rostro sereno y divertido me obligué a respirar hondo y convencerme de que todo iba a salir bien.

Pero no lo sabía.

Mi madre no había hecho fiestas, ni asistido a otras, desde la muerte de Alessandro. De eso hacían ya dos años, pero aún así ella parecía no tener noción del tiempo. Se olvidaba de la vida social por momentos largos, y esperaba que esto le gustara al menos lo suficiente como para no gritarme por hacerlo.

¿Por qué no?, antes le fascinaba.

El timbre sonó, espantandome y espantando a todos los demás. El suspenso viajo por el aire mientras observaba con sigilo y atención la puerta de entrada. ¿Era mi madre?. Dios, estaba nerviosa.

-Tranquila, son los chicos -. Me aviso la pelirroja. - ¡sigan en lo suyo, es mi novio!.

Las personas la ignoraron después de aquel anuncio.

Nos encaminamos hasta la puerta. Pude ver por la ventana a un lado las cabezas conocidas, confirmando el aviso de la pelirroja. Suspire aliviada y abrí la puerta con fuerza. El manubrio casi se sale de su lugar.

-¡Que comience la fiesta!.

Me reí ante el grito de Niall. No iba demasiado abrigado, lo que me alivió porque no quería ver más sacos en un buen rato. Negué con la cabeza dándole un zape en su brazo, el ex-rubio me sacó el dedo medio sin pensárselo dos veces.

SUNFLOWER • h.s Donde viven las historias. Descúbrelo ahora