Historias MinaKushi || Naruto Shippuden

3. Un festival Pt. 1

Sumario: En épocas de paz, luego de la Tercera Guerra Shinobi, se celebrará un festival, al que Kushina, quien parece no gustar de estas fiestas, tendrá que ir obligatoriamente por ser la esposa del Hokage.
Tipo: Two-Shot
Clasificación: Apta para todos

Era la época de paz en Konohagakure, la guerra había terminado hace algún tiempo, y gracias al arduo trabajo del Cuarto Hokage, la aldea se había levantado rápidamente de los escombros.

Y eso no podía hacer más feliz a Minato, quien era el responsable de proteger a Konoha.

Sin embargo, era cierto que su trabajo se debía también a la lectura y firma de documentos importantes, en especial cuando habían millones de hojas aguardando por él.

—¿Trabajando arduamente?— preguntó una voz intrusa en su oficina.

—Claro que sí.— afirmó sonriente, observando a su esposa entrando con una bolsa en la mano.

Definitivamente amaba como un tonto a esa mujer. Se dice que todos los genios, por más fuertes que fueran, tenían una debilidad. Era imposible encontrar una en Minato durante la pelea, parecía invencible, pero él lo sabía.

Su única y gran debilidad era Kushina Uzumaki.

—Bueno, será mejor que te cuides, no quiero que mi esposo esté débil en estos momentos, dattebane.— dijo ella, contenta, dejando el paquete encima del escritorio, acercándose al Namikaze.

—No planeo estar débil. Si eso pasara, ¿quién cuidaría a la revoltosa mujer con la que me he casado?— bromeó, ella se sonrojó un poco.

—Sabes bien que me puedo cuidar sola, Minato.— contestó, vacilándolo también.— Come, o se enfriará.

Él tomó el bento que ella había llevado, y  se dispuso a devorar la deliciosa comida que la Uzumaki le había llevado.

—¿Te he dicho que tu comida es deliciosa?— dijo, con el estómago ya lleno.

—Mmm.– fingió pensarlo.— Creo que sí.

Ambos rieron, era tan mágico todo cuando estaban a solas.

—Supongo entonces que también sabes que me tienes hechizado.— dijo mientras acariciaba la mejilla de la pelirroja.

—Mamá me dijo una vez que a un hombre primero se lo conquista con el estómago, tal vez es eso.— confesó, de nuevo bromeando.

—Oh, debe ser eso.— pinchó él.

—¿Entonces estás conmigo solo por la comida?— volvió a tomar su papel de ofendida.

—Sabes que no.— dijo, dejando a un lado las bromas, y mirándola con una enternecedora sonrisa.

Ella acercó sus labios, y dio le dio un beso en la frente.

—Creo que ya debo irme.– informó.— Aún no he hecho las compras, y dudo mucho que no quieras cenar. Y, de todas formas, yo solo pasaba a dejarte el almuerzo.

El rubio rio nuevamente.

—No hagas nada alocado, por favor.— fastidió. El hecho que su marido no confiase en que ella podía no causar problemas hizo que se molestara un poco.

—¿Me tomas por un animal? ¡Sé controlarme!— afirmó.

—Claro que no eres un animal, pero nunca está de más un aviso. No después de que destruyeras todo el mercado porque alguien te llamó por tu antiguo apodo.

Ella recordó esa tarde.

—¡Odio que lo recuerden, dattebane! Deberían superarlo, mis tiempos como el Habanero Sangriento ya acabaron. Soy una mujer madura, casada y mayor.— refutó, molesta.