Firmamento.

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Habían hablado mucho en las sesiones, problemas a los cuales no se habrían enfrentados solos y habían resuelto otros cada uno por su lado. Lucy siempre había sido una razón para mantenerse tranquilos, pero la intimidad que tenían cuando las sesiones terminaban y solo se sentaban uno al lado del otro no se los quitaba a nadie.
Recordaba esa sensación, la sensación de tranquilidad que inundaba como que si decir las cosas en voz alta sacara un peso de encima. Al igual que la reconfortante sensación de una ligera caricia en sus dedos, o solo apoyarse contra si cuando se sentían demasiado cansados.
Había pasado casi un año desde que todo se había fracturado, habían construido un castillo sobre arena y se les había derrumbado ante la primera ola que lo alcanzó.
Tenían una familia y sabía que eso no se acabaría sin importar la respuesta.
No se sentía acorralado como pensó que se sentiría hablar de eso directamente, podía notar la tranquilidad en el otro y eso lo relajaba también.
“¿Te quedas porque es fácil?”
No tendría la misma respuesta que la primera vez.
—Sí. — Sí, porque podía soltar las cosas que le habían dolido, podía aceptar los errores de ambos y podía permitirse volver a comenzar en otra página.
Ambos habían estado asustados pero Lucius lo externaba mordiendo la mano que trataba de ayudarlo y él con la indiferencia.
No siempre sería fácil. Podría no funcionar en un futuro pero realmente no importaba, saldrían adelante. El mundo seguiría girando y seguirían tratando de ser los mejores padres.
Miró directamente a los ojos grises antes de incorporarse un poco más dejando que sus labios se tocaran de manera suave antes de besarse más intensamente. Lo atrajo más hacia si sintiendo su calidez a través de la ropa, sintiendo su propio corazón latiendo con fuerza y las feromonas entrelazándose. Apoyó su mano sobre su nuca atrayéndolo más hacia él apegándolo, estremeciéndose al escucharlo jadear.
Ese sentimiento nunca se había ido, había sido ignorado y tapado, incluso olvidado pero se había mantenido ahí, latente.
Se separó del beso despacio mirando el sonrojo del mayor, sonriendo ante eso y sin importarle su hombro lastimado movió sus manos a su cintura acariciando suavemente bajo su camisa.
Todo sonaba tan fácil cuando estaban ahí, juntos.
Escondió su rostro en su cuello aspirando sobre la glándula de aroma, sintiendo las uñas del omega clavarse en su espalda mientras él lo abrazaba más apegándolos lo más posible.
Lo había extrañado.
Pese a los rencores, el miedo y su enojo, siempre lo había extrañado.
—Te quiero. — Las palabras salieron fáciles, sabía que solo las habían dicho en voz alta muy pocas veces. Siempre le había dicho que era hermoso, pero nunca había sido tan expresivo en los sentimientos. Tal vez era algo que les había quedado desde un principio, como que si el primero en caer perdiera.
Lucius le sonrió y acarició sus mejillas besando sus labios nuevamente.
—Yo también te quiero. — Respondió el rubio con suavidad y él no pudo evitar sonreír mientras lo abrazaba con ambos brazos, seguramente luego estaría bastante adolorido pero en ese momento valía la pena.
Lo besó de nuevo, esta vez disfrutando más de su sabor explorándolo despacio. Jadeó por lo bajo cuando el rubio lo empujó para que se acostara en la cama manteniéndose sentado en su regazo, fácilmente podría cambiar la posición pero con su brazo lastimado era más cómodo.
Volvieron a besarse con intensidad, él alzó su mano acariciando su costado sin poder evitar el ligero suspiro al sentir sus manos explorando su pecho. Que Lucius no escondiera de las caricias, que no volviera a bajar la camisa de nuevo le demostraba lo mucho mejor que se sentía consigo mismo en ese momento.
Se sentía contento de que el omega se sintiera mejor respecto a ello.
—Te has fortalecido. — Murmuró el omega, no pudo evitar sentirse algo orgulloso.
—Creo que lo notaste antes. Podía notar tu forma de estremecerte y mirar, al principio con más molestia pero luego…— Presionó su mano sobre su cintura. —Siempre fue tan difícil ignorar todo eso. — Admitió muy bajo, los primeros meses habían estado demasiados ocupados en la bebé como para siquiera pensarlo, la lujuria parecía haberse perdido entre el cansancio y toda la energía que ponían ella.
Quedarse juntos aún en la cama, las feromonas volvían  a ser más sutiles, el libido volviendo. No podían hacer nada con eso, habían sido mañanas incomodas donde la obvia atracción entre ellos se hacía demasiado presente.
La sanadora les había pedido no saltar a lo físico sin hablar. Pero habían hablado por meses.
—Me gusta. — Lucius admitió despacio, inclinándose para besar sus labios.
—Lo sé. — Susurró devolviéndole el gesto, profundizando el beso atrayéndolo más hacia él.
No podía decir que eso era solo lujuria, no cuando se preocupaba tanto o esa sensación cálida se hacía presente. Aún estaba sorprendido de que las disculpas parecieran tan fáciles ¿Pero luego de casi un año? ¿No lo habían hecho lo suficientemente difícil?
Lo amaba, realmente quería protegerlo y atesorarlo, quería que pudieran construir un futuro juntos. Quería poder despertar a su lado sin tener miedo de sus propios sentimientos o a los de Lucius, abrazarlo y besarlo sin importarle realmente que opinaban los demás de ello. Quería que fueran una familia.
Gruñó por lo bajo al escucharlo gemir, incorporándose mientras mandaba al diablo el dolor de su brazo y profundizaba el beso, enredando su mano en su cabello para atraerlo más hacia sí.
—Remus. — Se separaron con las mejillas sonrojadas, casi sin aliento, mirándose con ese brillo en los ojos antes de volver besarse, fundiéndose entre sí.
Pero la sensación alguien pasando las protecciones lo hizo separarse, primero cuidadosos antes de lograr entender del todo.
—Son los muchachos. — Lucius frunció el ceño con preocupación antes de levantarse, Remus hizo lo mismo poniéndose rápidamente su camisa antes de abrazar al omega dándole un pequeño beso en los labios justo antes que se abriera la puerta.
— ¡Remus,  Kingsley nos quiere a todos en el salón! Oh…— Harry enrojeció y cerró la puerta — ¡Lo siento! — Gritó desde el otro lado haciendo a Remus reír, seguramente había sentido las feromonas que eran más delatadoras de que se habían estado presionando entre sí.
— ¡¿Dónde diablos dejaste a la bebé, Potter?! — Reclamó el omega furioso, arreglando su ropa y poniéndose los zapatos nuevamente.
— ¡Draco y Lyall la están cuidando! — Lucius frunció el ceño y Remus no pudo evitar reír agarrando su mano y besando sus nudillos tratando de tranquilizarlo.

No te metas con el lobo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora