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M A R S H A L L

Era el primer lunes de marzo por la mañana y hacía un par de horas que había dejado a Lizzy al colegio. Estaba ayudando a Lynn con las matemáticas cuando sonó su móvil. Ésta lo cogió y se lo puso en la oreja.

―Hola, Hannah ―saludo animada. Lynn frunció su ceño y separó su móvil de la oreja. Puso el altavoz―. Ya.

―¿Tú para qué tienes un teléfono si no lo coges cuando te llamo, Marshall? ―preguntó la voz de mi hermana enfadada.

―Lo tengo en silencio, lo siento ―me limité a decir. Cuando Hannah estaba enfadada era mejor no oponerse a nada―. ¿Qué quieres?

―Quiero que bajes todas las persianas de casa, apagues las luces, cierres todas las puertas y ventanas con seguro, y subís ambos en mi habitación. En la mesita de noche más cercana a la puerta hay un arma. Cógela.

El corazón casi se me detuvo.

―¿Pero que...? ¿Por qué? ¿Qué pasa? ―pregunté alarmado.

La escuché suspirar y se escuchó alboroto donde ella debía estar.

―Lynn, hace dos días hubo una fuga en la ADX Florence. Ayer se lo vio en Las Vegas ―dijo Hannah.

Miré Lynn. Se había quedado paralizada. No sabía ni si respiraba.

―Haz lo que te he dicho, Marshall ―gruñó Hannah―. Os llamo cuando pueda, voy en camino. Cuidaos mucho, por favor.

Y colgó.

Miré a Lynn de nuevo. Seguía como en shock. No podía hacer nada en ese momento más que cerrar todo tal y como Hannah dijo. Todas las persianas bajadas, puertas y ventanas cerradas con seguro y volví con Brooklynn.

―Brooklynn, cariño, vamos ―pedí. Su rostro estaba empapado en lágrimas y a mí se me partió el corazón al verla de esa forma. 

La agarré de las manos y la levanté. Bajé la pantalla de su ordenador y tiré de ella hacia las escaleras para subir. El corazón me iba a cien y ni siquiera sabía de qué iba la cosa. Dejé a Lynn en la habitación de Hannah y fui a cerrar todas las ventanas del segundo piso. Volví a la habitación, cerré la puerta con pestillo y cogí el arma que tenía en la mesita de noche, bajo los calcetines.

Lynn se había sentado en el suelo tras la cama, solo le veía la cabeza. Me fui hacia ella y me senté a su lado. Miró el arma y se estremeció. La dejé a mi lado y entrelacé mi mano con la suya. Inclinó su cabeza hacia mi hombro, hipó y lo seguido que escuché fue su sollozo.

―No pasará nada, Lynn ―susurré abrazándola y dejándola llorar en mi pecho.

Recordé que Hannah dijo que había habido una fuga en la ADX Florence y, si no me equivocaba, eso era una cárcel de máxima seguridad del país. La persona que tan mal hizo pasar a Lynn se ha escapado de la cárcel y el día anterior fue visto en Las Vegas, supuse... Hannah creía que estaba en la ciudad.

Lynn trepó un poco y se sentó a horcajadas encima de mí. Se acurrucó en mi pecho y yo la abracé. Yo escuchaba sus hipidos y no sabía cómo detenerlos.

―El día del decimoctavo cumpleaños de mi hermano Curtis mi madre fue a llevarlo al centro comercial más cercano de casa para que fuera al cine con sus amigos. Él tenía coche pero lo había estrellado contra la cerca de la vecina hacía un mes más o menos... Mi padre nos dijo que mi hermana Sharon y yo lo acompañaríamos a casa de tía Marla a por su regalo para mi hermano.

Yo froté su espalda al ver que temblaba tanto.

―No nos llevó a casa de tía Marla, sino a una casa a las afueras de la ciudad en la que no habíamos estado nunca. Nos dijo que los regalos de Curtis estaban al sótano y que fuéramos a por ellos en lo que él iba al piso superior a cerrar las ventanas que se había dejado abiertas. Sharon y yo bajamos a por ellos. Allí solo había un colchón individual en el suelo, un armario metálico, algunos libros y poco más. No había regalos. Cuando quisimos subir y decirle a nuestro padre que no encontrábamos los regalos, la puerta estaba cerrada. Estuvimos allí solas, sin comer y bebiendo de la botellita de agua que siempre llevaba mi hermana encima durante una semana.

VULNERABLE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora