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B R O O K L Y N N

Nunca había salido a tomarme algo a un bar. Ni a una discoteca, ni a un pub, ni nada por el estilo. Pero Hannah insistió mucho ese día y yo acabé accediendo sabiendo que íbamos al bar de su hermano y que allí no había mucha gente el domingo por la noche pues era muy frecuentado por universitarios, los cuales no salían por la noche si el día siguiente ya comenzaban las clases de nuevo tras el verano.

Hannah me ayudó a elegir la ropa que ponerme, pero acabó dejándome algo suyo pues yo no llevaba nada del todo adecuado. Necesitaba ir a comprarme ropa con urgencia. Me puse unos vaqueros negros de tiro alto y una especie de top de tirantes de color blanco que se ceñía a mi torso. Me gustaba como iba. Fuimos en el coche de Hannah hacia el bar, llamado "JAM". Hannah me explicó que era lo menos original que había visto nunca y es que "JAM" venía de los nombres de Marshall y sus dos amigos, Aaron y Jerome. No pude evitar reírme ante eso.

Cuando entramos, me percaté de que las luces estaban encendidas pero era tenues. Lo justo para que vieras lo que estabas tomando. Estaba decorado de una forma muy bonita, saltaba a la vista que ese local estaba destinado a universitarios.

―¿Quieres que vayamos a una mesa o nos quedamos en la barra? ―preguntó Hannah nada más entrar.

Yo examiné el bar con la mirada.

―Mejor en una mesa, si no te importa.

―Claro que no. Vamos.

Fuimos hacia una de las mesas que quedaban a la derecha del local y nos sentamos en las sillas, las cuales eran como mini butacas muy cómodas. Ni medio minuto tardó en llegar Marshall, el hermano de Hannah.

―Hola ―canturreó con su usual entusiasmo―. ¿Qué les pongo, señoritas?

Hannah me miró.

―¿Quieres una cerveza?

―Sí, claro.

―Pues dos cervezas, Marsh.

―Ahora mismo os las traigo. ―Y se fue.

Ya había probado anteriormente la cerveza. Mi hermano tenía en casa y me dejaba beberla con precaución pues temía que acabara borracha. Ninguno de los dos lo querría. De vez en cuando nos sentábamos a ver algún que otro partido de fútbol en la tele con una cerveza y patatas de bolsa en un cuenco. Echaba de menos esos momentos con Curtis.

Marshall nos trajo las cervezas a la mesa al cabo de un minuto y nos informó que, a lo mejor, más tarde se sentaría un ratito con nosotras para darle vidilla a nuestra charla. Palabra textuales suyas.

El hermano de Hannah me había caído muy bien. Era como un niño en el cuerpo de un adulto. Un adulto muy guapo, la verdad. Tenía un pelo negro y algo rizado que a veces le caía por la frente, los ojos achinados y del mismo azul tranquilizador que su hermana. Su mandíbula se marcaba bastante y ésta era cubierta por una leve sombra que indicaba que se había afeitado. Algo que me había gustado mucho de él eran los hoyuelos que se le hacían en la mejillas cada vez que se reía.

Cuando ese día se presentó en casa de Hannah, si me hubiese dicho ―o más bien exigido― que seríamos amigos justo cuando estaba en la puerta, seguramente se la hubiese cerrado. Me costó acceder a su propuesta pues los únicos amigos que tenía eran mi hermano y Hannah, además de alguna que otra chica del centro. No pensaba hacer amigos tan rápido al llegar, y menos de un chico.

Desde el secuestro había creado una especie de rechazo contra el sexo masculino que no sabía cómo evitar. Cada vez que escuchaba una voz masculina, se me ponían de punta todos y cada uno los vellos de mi cuerpo, y comenzaba sudar. Me ponía bastante nerviosa, pero poco a poco lo iba controlando. Costó mucho que pudiera abrazar o besar a mi hermano, de hecho había empezado a hacerlo hacía tan solo un par de meses y eso que ya hacía más de dos años que Hannah me sacó de ese sótano.

VULNERABLE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora