Creía que con el paso de los años, el miedo que sentía cuando escuchaba la puerta del sótano abrirse disminuiría. Al menos un poco. Pero no, cada vez que ese familiar chirrido sonaba, se me ponían todos los pelos de punta, el cuerpo entero se me tensaba y comenzaba a temblar como si no hubiera un mañana. No sé si era una suerte o una desgracia que no estaba sola en eso. Mi hermana pequeña, Sharon, estaba conmigo. Ella le tenía menos miedo, no sé exactamente porqué. Se supone que yo debería ser la valiente, yo era la grande, yo debía protegerla y ponerme delante de su cuerpo cuando él nos hacía daños. Y lo hice más de una vez, pero dejé de hacerlo cuando ella decidió hacer lo mismo e interponerse entre el látigo y yo. Los golpes hacia mí eran más fuertes, por lo que no podía permitir que ella los recibiera.
Habíamos llegado a pasar una semana entera sin probar comida o sin beber un trago de agua. Pero habíamos aprendido a comernos solo la mitad de la comida que nos traía de vez en cuando, al recordar que estábamos aquí, y guardábamos la otra mitad en el armario de metal que había al fondo de la habitación. Aprendimos a hacer lo mismo con el agua. Compartíamos un vaso y echábamos el agua del otro vaso en un recipiente de juguete que teníamos para entretenernos. Aunque a veces aprovechábamos el único día del mes que nos obligaba a ducharnos en la planta superior de esa casa para beber agua de la ducha.
Y así pasamos siete años.
Siete años encerradas en un sótano de Dios sepa donde, sin saber nada del exterior y sin que el exterior supiera de nosotras. Las últimas semanas fueron las más duras que jamás habíamos pasado. Sharon estaba enferma, muchísimo. Su temperatura corporal estaba por las nubes, se sabía con tal solo tocarla. Temblaba y lloraba sin fuerza. No tenía fuerzas ni para hablar. No sabía qué hacer. Yo solo podía darle mi comida con la esperanza de que se recuperara, podía ser falta de comida... Estaba muy delgada, las dos lo estábamos.
Él no volvió en una semana. Por una parte era bueno porque Sharon no aguantaría una paliza más. Y por otra parte era malo, pues no traía comida y Sharon podría empeorar. Necesitaba comer y beber con urgencia. Las dos lo necesitábamos, pero ella más. Un día no se despertó. La sacudí con cuidado, luego con más fuerza, y nada. No salía aire por su nariz y estaba pálida. Lloré, grité, intenté romper la puerta como muchas otras veces, pero no tenía fuerza para ello.
Dos días después, escuché un estruendo en la planta superior, seguido de muchos pasos. Escuché como alguien bajaba las escaleras que traían al sótano y yo me aferré con fuerza a Sharon, la cual estaba fría y seguía sin respirar. La puerta se abrió de golpe y por ella aparecieron personas vestidas de negro con pistolas en las manos. Y lloré. Porque sabía que todo se había terminado, que no recibiríamos más palizas, que podríamos comer más de una vez a la semana y podríamos ver a mi hermano mayor y a mamá.
Pedí con desespero que ayudaran a Sharon porque estaba mala y había dejado de respirar, y eso no podía ser bueno. Un hombre fuerte y robusto la cogió en brazos y se la llevó lejos de mí. Yo solo pude gritar que no me alejaran de ella, pero una mujer se arrodilló delante mí y me acunó las mejillas.
Era muy guapa. Guapa y joven. Su pelo era castaño oscuro, con ondulaciones y con un flequillo recto que le tapaba un poco las cejas algo más oscuras. Lo llevaba amarrando en una coleta. Sus ojos eran de un azul claro precioso que me transmitían la misma confianza que la que mamá me transmitía.
―Hola, cielo ―me dijo acariciando una de mis sucias mejillas―. ¿Cómo te llamas?
―Brooklynn ―respondí en un susurro.
No por miedo a hablar alto, sino porque no tenía fuerzas para más que respirar y mantener los ojos abiertos. A veces ni eso.
―Brooklynn, preciosa, yo soy Hannah. Hannah Stone ―dijo con suavidad e hizo una señal hacia atrás, como indicándole a alguien que se acercara―. Todo ha...
―Sharon...
―Todo ha terminado, Brooklynn.
Un hombre se acercó a mí y, por un momento, me invadió el pánico. ¿Y si me hacía lo mismo que él? ¿Y si...?
―Tranquila, tranquila ―se apresuró a decir Hannah, acariciando mi trenza―. Es amigo mío, te llevará con tu hermano Curtis.
―Pero... ven tú también ―le pedí aferrándome a la mano que acariciaba la mía.
―No me separaré de ti, Brooklynn.
Y así fue.
Hannah Stone se quedó a mi lado en todo momento. Cuando me llevaron al hospital, cuando me informaron de que Sharon estaba muerta, cuando por fin vi a mi hermano ―el cual estaba muy mayor ya―, cuando Curtis me dijo que mamá murió poco después de que nosotras desaparecieramos, cuando venía a visitarme la psicóloga, incluso cuando me llevaron a aquel centro en el que debí quedarme durante un año.
Incluso entonces me llamaba cada semana para saber cómo estaba, cómo me adaptaba, qué aprendía en las clases que me daban, qué amigas había hecho... Se había convertido en una hermana mayor a la que esperaba conservar toda la vida.
Se había convertido en mi ángel de la guarda.
Aquí tenéis el prólogo y a continuación os he dejado el primer capítulo. Como siempre, habrá capítulo diario más o menos a la misma hora.
Esta historia viene siguiendo la serie de IMPULSIVE, aunque no con Alex y Beth, aunque sí serán mencionados en algún momento para que sepáis qué ha sido de ellos.
Espero que lo disfrutéis mucho💙
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VULNERABLE ©
RomantizmBrooklynn Matthews ha tenido una vida complicada. Tras años secuestrada y con su hermana pequeña muerta, comenzará su vida de nuevo alejada de su ciudad natal y al lado de la persona que la rescató de ese sótano sin ventanas. Conoce las debilidades...