Capítulo XXXIII

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-un mes luego, en un apartamento en Francia -

Después de haber terminado con Lorna pensé que no encontraría el amor de nuevo, que todo estaba perdido. Pero la hermosa pelinegra me había demostrado lo contrario, cada noche ella escapaba del internado e iba a verme. Nos recostábamos en el sofá o en la cama y las horas pasaban mientras acariciaba sus cabellos.

-¿sabes? Desde el día que te vi parada en mi ventana, siento que hay algo familiar en ti, me pareces conocida
~no creo que sea posible- dijo
- no lo sé, sólo sé que esa noche te dejé entrar por esa corazonada
~ pues gracias a dios que tuviste esa corazonada- dijo- he pasado el mejor mes de mi vida

Un silencio se plantaba de tanto en tanto en medio de nuestra conversación, no era un silencio incomodo, era de esos silencios que dan paso para que la conversación se vuelva de miradas. Deje que mi mano bajara de su cabellera y siguiera a su precioso rostro, con ternura arrastré mi mano por su tez.

-escapemos a París una noche
~estas demente, sabes que tengo que estar en el internado antes del amanecer
-empiezo a creer que eres cenicienta
~solo que sin hada mágica ni calabaza
-¿y el príncipe azul?
~eso ni siquiera lo tuvo ella. Así que me conformo con unos ojos azules
-¿cómo los mios?
~me conformo con los tuyos

Deslice mi mano hasta su hombro, donde después de una suave caricia lo besé, mi mano volvió a ascender a su corta cabellera, sentí la sensación de la seda resbalar entre mis dedos. Besé su frente, y seguí jugueteando con su cabello.

~creo que alguien busca mi boca para besarla- dijo en tono burlesco
- cualquiera lo haría
~entonces bésame
-¿eso quieres?
~si- dijo acercándose a mi
-tengo precio
~dilo
-escápate conmigo a París, solo una noche
~bueno- dijo- ahora dame mi beso
-¿en serio?
~si, mañana mismo- dijo - ahora príncipe azul, ¿le importaría besar a su princesa?

No puedo explicar lo que se sintió al besarla por primera vez, ella daba todo besando, y a pesar de que llevábamos un mes estando juntos cada noche, jamás había encontrado el momento digno de un beso, el primer beso de ambos debía ser especial. Y lo fue, un beso acompañado de la promesa de una primera cita en la ciudad del amor.

Sonreí para mí mismo, ella me hacia feliz, verla sonreír me llenaba de una manera de la que nada me llenaba. Cada vez que la veía había algo, algo que no encajaba, una sensación de haberla conocido antes. Cerré los ojos y empecé a imaginar una vida juntos, era ridículo pensarlo sabiendo que hasta ahora nos habíamos besado por primera vez, pero era inevitable, ella me hacia pensar en un futuro, ella era las barandas del camino de la felicidad.

Mi mente quedó en blanco mientras admiraba su belleza. Aunque le había dado la llave de la puerta principal ella seguía llegando cada noche por las escaleras de emergencia, saludaba alegremente desde el otro lado del vidrio o se apoyaba en la baranda del balcón con un cigarrillo.

-gracias por venir cada noche
~ déjalo para otro día, tengo que irme ya- dijo- o no llegaré
-te acompaño
~¿estas seguro?
-si, no es hora para que una señorita ande por ahí sola

Ambos corrimos hasta la estación de bus que llevaba al internado, dos minutos después el bus pasó con gran prisa y frenó en seco. Ambos subimos y nos ubicamos en la parte del frente, ella sacó su encendedor y comenzó a quemar una varilla. Llegamos en menos tiempo del esperado.

-ni se te ocurra despedirte, te acompaño hasta tu habitación
~te matan si te ven adentro
-no me interesa, quiero ver tu ruta de escape.

Entramos por un sótano en el que estaba el pasillo de electricidad, luego ascendimos cinco pisos por medio de pasillos oscuros y secretos. Hasta llegar a una puerta.

El idioma del vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora