Capítulo XXXV

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- en una calurosa tarde de agosto, en Francia-

En Colombia es costumbre volar cometas y papalotes en agosto. Esa tarde había tomado la determinación de llevar a mi novia a volar una, ese día era mi cumpleaños, y no tenía grandes esperanzas. Si recibía un par de felicitaciones hubiera sido mucho.

Ella llegó con un paquete envuelto en papel de regalo, mis ilusiones eran tan pocas que jamás imaginé que ese iba a ser mi regalo de cumpleaños. Se acercó y me abrazó fuertemente, luego me entregó el paquete y me sonrió. La besé como nunca lo había hecho, ella era el motivo de mi felicidad y yo lo sabia.

Desenvolví con cuidado el regalo. Me daba miedo dañarlo, los regalos son una manera de expresar todo el cariño que se tiene por alguien. En el había un brazalete de oro, de esos que se dan como regalos para bebés, solo que este era notablemente para un adulto. "Eres mi eternidad en un mundo mortal" decía la inscripción.

La besé con toda la ternura que me fue posible, aquel regalo había resultado ser el mas perfecto que habían podido darme. Más allá del brazalete era ella quien aceptaba abrirme las puertas a su vida, era ella la que me ofrecía una sonrisa y me llenaba el alma de una manera como ninguna otra persona la hacía.

Fue ella quien quiso volar el papalote primero, pero desafortunadamente no era muy buena en eso. Tomé sus manos y empecé a guiarlas, le expliqué minuciosamente todos los secretos para volar a la perfección un papalote. Ella atendía a todos de la mejor manera posible, sin embargo estaba tensa, lo notaba en su posición, en lo nerviosa que se ponía cuando mi boca se acercaba a su oído.

-¿que pasa? - pregunté
~me pones nerviosa
-¿por qué?
~porque pareces ser un experto en esto y me da miedo decepcionarte
-con el simple hecho de que lo intentes me enorgulleces

Pasaron un par de horas hasta que por fin pudo volar el papalote perfectamente y con mucha estabilidad. Era hora de que ella volviera al internado, y el alma se me encogía al pensar que estaría lejos de ella; constantemente soñaba con que el problema del internado desapareciera y así disponer de ella cuando quisiera.

-¿no puedes escaparte hoy?- pregunté
~no - respondió- la directora tiene sospechas

La acompañé hasta el internado, en el bus se despidió con un beso y un "feliz cumpleaños idiota de mi vida". Me dirigió una sonrisa inocente, y bajó del bus, corrió por el campus como si la libertad se hubiera apoderado de ella. Huía de la sigilosa mirada de todo el mundo para encerrarse en su triste realidad.

-minutos más tarde, en el internado-

-Bati, la directora preguntó por ti hace poco, deberías ir a verla- dijo Jordan
~no estoy de humor- respondí
-mira, en este momento no me interesa que andes en tu mágica nube de mentiras con Martín, pero si no vas y la ves. Nos castigan a las tres ¿entendido?- dijo Jordan
~no son mentiras. Y esta bien, ya bajo - respondí
-ni siquiera le dijiste tu nombre, en cambio usaste el mío. Claro que son mentiras - dijo Jordan

Decidí ignorar todo lo que Jordan había dicho y simplemente ir a ver a la directora. Cada minuto que pasaba lejos de Martín me hacia sentirme perdida y sola, así que quería acabar con el asunto de la directora cuanto antes.

En la oficina había un señor, tal vez de unos treinta años sentado en frente de la directora. Nada de lo que estaba a punto de suceder tenía un buen aroma. Por alguna razón llegué a creer que me iban a expulsar, tal vez fue por la seriedad que ambos demostraban .

El doctor Giuseppe, como lo llamó la directora. Era un aclamado psiquiatra que se encargaba de los trastornos que algunas de las alumnas del internado presentaban. Desde anorexia hasta depresión psiquiátrica.

La directora nos dejó a solas a ambos, el hizo mil preguntas sobre mi vida personal. Desde mi familia, pasando por mis amistades para aterrizar en mis comportamientos recientes. La ruptura del espejo, la falta de apetito en el desayuno, mis desapariciones en las noches. Después de una cantidad considerable de horas llegó a la conclusión de que la raíz de mi problema era la distancia que existía en mi núcleo familiar.

Me recetó una gran cantidad de antidepresivos e incluso píldoras para dormir, eso lo hizo por hablarle de mis pesadillas y problemas de insomnio. En total me entregó seis frascos, cada uno poseía al menos unas cien tabletas.

Volví en cuanto pude a la habitación, guarde la cantidad de píldoras en un cajón, no pensaba tomarlas todas pero al menos pensé en probarlas. Ariel y Jordan me dijeron que nata había llamado en el tiempo que estuve en la oficina de la directora, me había dejado un mensaje. "Quería contarle que ganamos un campeonato hoy, y que desafortunadamente no he sabido nada de Julian. Estoy preocupada por ella, díganle que me llame en cuanto pueda".

Hice caso omiso a su última petición, no quería hablar con ella. No en ese momento, no quería saber nada de lo que pasaba en Colombia. En Francia estaba viviendo de la mejor manera posible, todo andaba de maravillas, después de todo por fin era feliz.

-en eso mismo instante, en un apartamento-

Después de la agitadora tarde volando papalote con mi novia llegue al apartamento a tomarme un refrescante baño de agua fría. Ordené pizza y me puse una sudadera, me senté a leer un libro de J.R.R. Tolkien, mi escritor favorito.

El timbre sonó, me llene de esperanza pensando que mi novia estaría al otro lado de la puerta, quería ver su tierna sonrisa. Sin embargo cuando abrí la puerta me encontré con alguien conocido, un joven español. Lucas me abrazó y me entregó la torta que llevaba en sus manos, era de chocolate, mi favorita.

Nos sentamos a hablar por horas, mientras tanto comíamos pizza y pastel de cumpleaños. Las cosas entre el y Valentina se habían arreglado. Ambos estaban de vacaciones en París, Valentina no había podido ir a felicitarme en persona porque había ido a visitar a sus tíos. Sin embargo envió con Lucas una promesa de visitarme al día siguiente.

Lucas me entregó una pequeña caja envuelta en papel de regalo, me dijo que en ella estaba la verdad de la pelirroja con la que había estado obsesionado, la verdad de Bati, y la verdad de mi relación con Lorna. Estuve tentado a abrirla en ese momento, pero simplemente no pude.

Cuando Lucas se fue, la caja me causó una profunda curiosidad de nuevo. Moría por abrirla, pero pensé que era mejor enterrar el pasado, que en ese momento solo importaba el presente, y mi presente era mi novia. Saber la verdad abriría una puerta al pasado.

Me tumbé en la cama y me prohibí a mi mismo abrir el regalo de Lucas. Pasadas unas horas tuve la fuerza para levantarme y guardarla en la maleta de viaje. De esa manera evitaría las tentaciones. Después de haber guardado el regalo me asomé por la ventana.

Esa noche sentí un estado de felicidad que hasta ese momento era desconocido para mi, sabia que mi novia tenía que ver con esa sensación. Nunca me había sentido tan feliz, tan lleno, tan realizado. Busque la carta cuyo sobre decía "cuando la felicidad llegue", decidí leerla en voz alta.

<<Querido Martín:

Hay distintos niveles de felicidad, puedes encontrar la felicidad en los sitios más simples, en el olor de una flor, en una sonrisa, en el sol. En tomarte de la mano con alguien. No permitas que los fantasmas del pasado te alejen de tu estado de felicidad. No dejes de disfrutar todo eso que te hace feliz. Nunca sabes cuando te será arrebatado.

Una vez alguien me enseño que no hay que entender las cosas para aceptarlas, así que acéptalo, todo lo que estas viviendo es tuyo y de nadie mas. Siéntelo, alégrate, estas vivo. No lo olvides. Que nada ni nadie te arrebate tu felicidad, es tuya y de nadie mas.

Abrázala, no la sueltes, hazla tuya. No todos son felices. Aprovecha mientras puedes, ella puede desaparecer, disfrútalo sin cuestionarte. Vive el momento, después no habrá nada.

Vive, y solo eso; con amor,

Bati >>

Pensé en la posibilidad de abrazar a mi felicidad, de sentir su tersa piel en esa fría noche. Decidí aceptar que por fin era feliz, que esa sensación era real y que iba a ser duradera. O al menos eso pensaba hasta ese momento.

El idioma del vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora