Capítulo XV

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- estoy en un pasillo, negro, como mi alma. Escucho gritos, pero estoy sola.- desperté agitada, viernes al fin.

-¿cómo dormiste?

~bien amor- mentí- y ¿tu?

-excelente, te traje el desayuno. Y no te preocupes por nata, ella ya desayunó, se fue a
arreglarse el cabello.

Eso si que era lindo, es un detalle bastante especial.

-me voy a duchar, no te vayas ¿ok?- y entró al baño

Me había quedado dormida en los brazos de Martín, lo recordaba bien. Me había cantado al odio, aún podía sentir su suave aliento cerca a mi nuca. Me apretaba la mano con fuerza, como si quisiera decirme, Bati no te vayas. Tomé un sobre, un bolígrafo y una hoja de papel. En el sobre escribí "el orgullo" y en la hoja hable de mi mayor defecto, mi maldición, ser en extremo orgullosa siempre me trajo problemas, me pareció apropiado hablar sobre el orgullo porque usualmente es lo que destruye al amor.

Decidí firmar la carta.
El orgullo no nos vencerá; con amor,

Bati

Martín salió del baño tenía la toalla en la cintura y el torso mojado, su cabellera negra también estaba mojada las gotas escurrían por la frente. Tenía también una toalla en las manos, se la pasaba rápidamente por la cabellera despeinándose, me vio observándolo y me sonrió, de paso me hizo un guiño. Me sentí feliz.

Era lindo tener a Martín compartiendo tanto tiempo conmigo, me sentía realizada era como tener todo lo que yo quería y no poder perderlo en una realidad que francamente no me pertenecía y eso era una puñalada directo al corazón. Martín me observó fijamente con sus ojos color azul del mar, me di cuenta que hace mucho no me sentía tan feliz, respire profundo quería pellizcarme para saber que todo lo que está sucediendo era realidad, pero en el fondo sabia todo lo que está pasando es verdad. Se acercó lentamente, con su pulgar tocó mi barbilla, comencé a sentir su aliento cerca, éramos uno con el universo, no quería que acabara nunca, cerré los ojos para que fuera más eterno, y me besó.

Quedó untado de nutella por las tostadas que yo estaba comiendo, su cara recién bañada era aún más perfecta. No se puede explicar lo que uno siente al enamorarse, es algo totalmente inevitable, caes y caes y caes. Pero mientras caes, también vuelas, la persona a quien amas te da las alas de la vida. El que no se ha enamorado no sabe lo que es sentirse vivo, no sabe lo que es sentir el palpitar en el pecho, los músculos tensos, los nervios, y una sola persona el pensamiento, una persona que te enseñó a vivir verdaderamente.

Martín me enseñó todo lo que tenía que saber del amor. Me enseñó que para amar se necesitan dos y que cuando de amor se trata, todo es un riesgo, el valor de los sacrificios, de la amistad, del apoyo. Ese era Martín un ser casi perfecto. Yo pensaba en Martín constantemente, era el dueño de todo lo que sucedía en mi cerebro, lo quería, lo quería mucho, no, no lo quería, lo amaba o ¿lo amo?. Sí, yo lo amo, esa es la única razón con la que se puede explicar todo lo que siento.

Cuando terminé de desayunar, tome una ducha, me sentí renovada. Me vestí para la ocasión, era un día especial en todo el sentido de la palabra, era un día inolvidable para muchos, nadie nunca olvidaría ese viernes. Había quedado bien vestida, lo supe cuando salí y Martín me pidió que me diera la vuelta, tomó mi mano delicadamente, la alzó por los aires y la utilizo como punto de giro, fue una vuelta sencilla, lenta, pero hermosa. Tomé aire, todo lo que estaba pasando era cien por ciento verídico.

Nata llegó para el almuerzo, almorzamos los tres juntos. Charlamos de las experiencias vividas en los 11 años de colegio, teníamos una profunda nostalgia, un vacío existencial, que probablemente nunca sería llenado del todo. Martin se sentía mal, lo noté en sus ojos, algo le está preocupando, pero no me había dicho que era. Nata se retiró, quedamos Martín y yo, era la oportunidad perfecta para preguntarle qué está pasando, pero por alguna extraña razón no lo hice, me quedé mirándolo , detallándolo, convenciéndome a mí misma que ese personaje tan único era mío y de nadie mas.

Era hora de ir al partido, salí a la calle con nata, paramos un taxi y nos subimos, el conductor no era muy amable. Pero eso no nos impidió que habláramos mucho, hablamos todo el trayecto al Coliseo incluso una que otra vez quiso saber que íbamos a hacer. Pero eso no era posible, todo tenía que ser sorpresa. Llegamos.

-¿un partido de baloncesto? Tanto misterio para esto, no me lo creo

sí, un partido baloncesto. Pero no cualquier partido baloncesto, un partido que nunca vas a olvidar, fue lo que pensé. Están calentando los muchachos, no han entrado a la cancha hace mucho, nata está pendiente de un muchacho del equipo rival que es muy bueno haciendo rebotes, el muchacho no era apuesto, no tenía nada que ofrecer, más que su talento.

Por el contrario, el número 11 ya la había visto sentada, la miro un par de veces para estar segura de que era ella, incluso me miro, y se dio cuenta que efectivamente era la chica a quien había derramado un café. Se esforzó por llamar la atención de nata, andaba más rápido que el resto, corría más, encestaba mas, gritaba más, estiraba más, todo más. Los chicos tienen esa manía de querer verse más grandes cuando están cerca de la persona que les gusta y al parecer el número 11 no era la excepción.

Nata disfrutaba tanto del baloncesto que no notó en casi todo el partido al número 11 sólo estaba concentrada en el juego, no le quitaba la mirada al balón, no se fijo en la cara de los jugadores, solo en su número y en lo hacían, gritaba, incluso pedía más. El partido estaba por acabar, pitaron falta y tiro libre. El número 11 iba cobrar, y nata, por primera vez en todo el partido se fijo en su rostro. Sonrío como una tonta, una tonta y linda enamorada.

El partido de finalizó, se dieron la mano, la gente felicito a el equipo ganador, el blanco, el del número 11. Le dije a nata que esperáramos para que no la botaran al suelo, ella me hizo caso. La gente empezó irse, y el número 11 se acercó a nata, yo me retiré. Lo ultimo que escuche y vi fue:

-hola tu- estaba sonrojado, y tenía una amplia sonrisa; le extendió la mano- soy Julián.

El idioma del vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora