Capítulo XXII

29 1 0
                                    

Me levanté con ansias, moría por ver a Julian. La idea de disfrutar de su infinita creatividad me mataba por dentro; Julian es un romántico chapado a la antigua, de esos que no tienen remedio. ¿Qué tendría planeado por hoy? Era lo único que mi mente podía pensar, me estaba volviendo loca, estaba perdiendo el control y desgraciadamente esa no era una opción. Por mas que quisiera no podía permitírmelo.

Bati no anda bien, las cosas se han puesto pesadas. Martín parece no inmutarse del cariño que ella le tiene. Lloró toda la noche, desconsalada, ella quería respuestas y al parecer Martín no estaba dispuesto a dárselas. No mentiré, estoy preocupada por ella, jamás creí que alguien tan fuerte se derrumbara tan fácil.

<Riiing>

-hola Julian, ¿como estas?
~excelente nata ¿y tu?
-de maravilla, ¿nos vamos ya?
~perfecto para mi

Durante un tiempo no sabia nuestro destino final, me sentía nerviosa, me costaba mantener una conversación. Poco a poco fuimos entrando al norte de la ciudad, cada vez me confundía mas; esperaba todo menos un cliché. Llegamos a un Starbucks ubicado en los alrededores de un famoso parque.

~Aquí empieza nuestro día
-¿en Starbucks?
~ si, ¿hay algún problema?
- no, ninguno

Entramos al acogedor local, el se ubicó en la fila; yo me fui a la vitrina a buscar que se me antojaba, volví justo a tiempo. Esperamos nuestra orden al final de la barra, tomé el vaso de mi limonada. Mire la inscripción <nata, feliz día y dos corazones>.

Subimos a la segunda planta, nos ubicamos en un cómodo sofá. Había música suave, el saco una hoja y un bolígrafo.

-quiero que hagas una lista de tus libros favoritos
~¿como para que?
-es sorpresa

Tomé la página en blanco y el bolígrafo y empece a escribir varios libros desde Once Minutos de Paulo Coelho hasta Canciones para Paula de Blue Jeans.

~listo
-bueno, ahora viene lo divertido; vámonos ya

Volvimos a subirnos a su auto y manejamos por unos diez minutos llegamos a una librería, ahí iba a empezar nuestra verdadera cita. Nos sentamos en una mesa y Julian saco una gran cantidad de papeles de diferentes colores, un bolígrafo y una sonrisa.

-lo que vamos a hacer es que escribiremos frases y las insertaremos en nuestros libros favoritos.
~hágale pues

Primera nota: "once minutos bastan para enamorarse". Esa fue mía, la pusimos en once minutos.
Segunda nota: " nada es lo que parece" la escribió el, me sorprendí al ver su caligrafía perfecta; no es usual en hombres. La insertamos en el canto del cuco.

Hicimos en total cincuenta notas que fueron a dar a cincuenta libros distintos. Estaba sorprendida por el ingenio que tenía aquel chico rubio. La mañana con sabor a tarde había transcurrido de maravilla, pero había algo que tenía que contarle a Julian y precisamente no sería fácil.

-no quiero ser intenso, pero quiero verte la próxima semana. Siento que hay algo especial entre los dos y debemos aprovecharlo.
~Julian, debo contarte algo
-dime entonces
~mañana viajo
-¿a donde?
~a Londres, me quedaré un par de semanas
-ay, supongo que pospondremos la cita hasta el próximo año
~es lo mas probable
- dale, entonces llámame cuando estés de vuelta
~bueno pues

Un peso menos en la espalda, después de esta conversación sacó dos boletas de su bolsillo, las leí con mucha atención. "Hamlet; única presentación" quede anonadada, la obra maestra de toda la historia dramática traída desde su hogar hasta la ciudad de Bogotá. La mismísima gloria teatral traída desde el globo de Inglaterra.

El idioma del vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora