Capítulo XXXIV

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-un mes después, en una noche de verano-

Aquella noche decidí llevar a mi novia a un picnic nocturno, hubiera preferido que el sol de verano se posara en sus dulces hombros, pero el internado se había vuelto un impedimento. Nuestra relación no era mas que una sombra que la noche traía consigo, la luna besaba a ese amor prohibido, las estrellas iluminaban las descontroladas caricias.

"¿Quieres ser mi novia?" Le había dicho cuando estuvimos en la torre Eiffel, el verano hasta ahora florecía, era una noche despejada. Habíamos subido a la torre después de cenar en un bonito café parisino. "Diría que no, pero la verdad estoy loca por ti" respondió, bajamos con gran apuro, atravesamos el pequeño mundo que existe en las calles de París. Llegamos hasta aquel puente donde los enamorados se juran amor eterno mientras cuelgan un candado y juntos arrojan la llave para que fluya por el río.

Mientras compraba el candado, los dulces dedos de ella se entrelazaron en un cigarrillo. Comenzó a mirar al horizonte como si en el hubiera algo, algo que hubiera sido arrancado directamente de sus brazos. Una cascada comenzó a nacer desde su lagrimal, cuando volví, ella estaba deshecha, con el alma destrozada. "¿Qué pasó? " Pregunté, fueron quizás los minutos mas largos de mi vida, quería una respuesta inmediata, pero ella no estaba dispuesta a dármela.

"Soy una idiota con problemas mentales. Contigo soy una psicopata" dijo con gran certeza. Me convencí a mi mismo de que aquellas palabras no eran mas que un producto del estrés y el cambio repentino de clima. "Todos somos psicopatas cuando estamos enamorados" dije tratando de aliviar su pena, pero lo cierto era que ambos desconocíamos el significado de ambas palabras. Dijimos ser psicopatas cuando ni siquiera estábamos enamorados para serlo, no éramos más que un par de jóvenes descubriendo el amor.

-¿en qué piensas?- preguntó ella mientras me devolvía a la realidad
~en nuestra primera cita
-ya un mes de ella, ya un mes de ser pareja

En mi cabeza todos los recuerdos danzaban juntos como payasos de circo, que se burlan del espectador mientras este tristemente se sentía extasiado por trucos de principiante. En aquella noche de julio tenía todo menos concentración.

Ella ya notaba las primeras señales de que algo andaba mal. El problema era que las preguntas de interrogatorio llegarían pronto, y yo no tenía respuestas, ni yo sabía que me pasaba. Esa noche yo no era mas que un puñado de confusos sentimientos envueltos en un envoltorio de recuerdos.

-hay alguien mas, ¿cierto?
~no, ni yo sé que me pasa- respondí
-no me mientas
~no lo hago

Lanzó su servilleta al suelo y salió corriendo por entre los árboles que sigilosamente observaban nuestra cita. Sabía que no podía dejarla huir, corrí tras ella, pero a pesar de ser una fumadora tenía mejor físico que yo. Cuando logré alcanzarla ella ya había tomado el bus devuelta al internado.

Decidí que era hora de volver a casa, necesitaba refrescar mi mente. Vague un par de horas hasta llegar al edificio donde vivía. El ascensor se había dañado, tuve que subir las escaleras mientras maldecía por dentro. Cuando llegué vi las cartas que me miraban con curiosidad desde el comedor. Tomé una de las que estaba compuesta por variedad de cosas y lo primero que leí fue: "Sé detallista, deseale buen día a la gente. Has detalles inolvidables."

Era de noche, no había modo de desear un buen día a nadie. Abrí la ventana y deje que el caluroso aire de verano llenara mis pulmones. "Buenas noches Francia" grité al vacío y luego volví al comedor, tomé la carta que hablaba de la sencillez.

<<Querido Martín:

Las cosas mas bellas del mundo también son las mas simples, el calor en verano, un amigo dándote consuelo, una taza de café en un día frío. Por eso las personas sencillas son las mejores, siempre tienen algo bueno para decir.

Las emociones son mas placenteras cuando son sencillas. Todo es mas bello cuando hay sencillez de por medio. No hay corona mas linda que una de modestia. Por eso, cuando conozcas a alguien humilde, no lo dejes ir. Esas personas son contadas con los dedos de las manos.

Disfruta de los pequeños detalles de la vida, que no te los arranquen.

La humildad es de grandes; con amor,

Bati >>

La carta era breve pero concreta. Tal vez Bati tenía razón, por eso pensé que si quería tener a mi novia devuelta, tendría que ser sencillo. Tendría que darle un detalle sencillo pero concreto que le demostrara mi cariño, y cuan enamorado estaba de ella.


-en ese mismo momento, pero en un internado-

Me sentía traicionada, aún sin tener una razón del todo explícita yo sabia que algo andaba mal con Martín. No podía esperar mas, al final y aunque el no supiera nuestra relación se basaba en una mentira. Me sentía como una idiota, pero eso no era novedad.

Los demonios de la pelirroja en decadencia se hacían explícitos de nuevo, una avalancha de confusión y desgracia se avecinaba sobre el vano sueño de una pelinegra en ascenso. Me miré al espejo y no sentí más que repulsión conmigo misma, me odiaba aun cuando el único motivo para odiarme era mentirle a Martín.

Quise llamar a nata esa noche, estaba hecha pedazos por dentro y pensé que tal vez ella me ayudaría. Si no me ayudaba a hacer lo correcto, al menos me ayudaría a calmarme un poco, a sentirme mejor conmigo misma. Pero el orgullo me pudo.

Rompí el espejo en mil pedazos, cada uno de ellos voló por los aires, agradecí al cielo de que no me había cortado, ni ninguna de mis compañeras de habitación.

-¡demonios! ¿Qué haces Bati? - dijo Jordan
~van a venir a revisarnos por tu culpa- dijo Ariel mientras se incorporaba

Caminé con dificultad hasta mi cama, deje que las lagrimas y la tristeza se apoderaran de mi. Quise que nada de lo que esa noche sucedió hubiera pasado realmente. Jordan y Ariel se acercaron a mi, ambas me consolaron, arriesgándose a una semana de castigo por no estar dormidas si alguien revisaba.

Llevábamos un par de horas acurrucadas bajo las cobijas de mi cama cuando alguien tocó la puerta, al principio creímos que lo mejor era no abrir. Ignorar el misterioso visitante, pero era insistente, tocaba una y otra vez.

Jordan fue quien se hartó y decidió abrir la puerta, mi sorpresa fue cuando vi a los ojos del mar al otro lado de la puerta. Fue el quien corrió a mis brazos con un ramo de selectas flores silvestres y una carta en su mano, Ariel se retiro y el se abalanzó encima mío.

Dijo miles de veces que me amaba, y que no estaba dispuesto a perderme. Las lagrimas rodaban por mis mejillas mientras el clavaba su cuello en mi hombro. Ariel y Jordan se retiraron de la habitación y nos dejaron solos hasta que comenzó a amanecer. Lo despedí en la puerta de la habitación con un tierno beso en los labios y con la promesa de que estaríamos juntos por siempre.

Ariel y Jordan volvieron a la habitación a aprovechar las últimas horas que tenían disponibles para dormir, ambas fueron abrazadas por Morfeo casi inmediatamente. Yo me senté en el borde de la ventana, respire el suave aroma de las flores silvestres y tomé la carta.

<< no puedo prometerte la eternidad en un mundo mortal, pero si puedo prometerte que te entregaré mi eternidad. A veces me siento por ahí y pienso en una vida juntos, luego recuerdo que estamos muy jóvenes y ansío el día en el que el tiempo vuele tan libre como un águila, y así jurar nuestros votos para la eternidad. Te amo, y el resto no importa.

Suyo, Martín >>

Besé la carta esperando que de ella Martín saliera como un holograma. Pero era una vana esperanza. La eternidad nunca seria nuestra, puesto que las mentiras no son eternas.

El idioma del vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora