Capítulo 20: El aseo.

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En un día como aquel, se habría resguardado tras los ventanales de su casa. El sentimiento de melancolía que le traía la lluvia, le gustaba acompañarlo con un chocolate caliente. A veces, en épocas de Navidad, añadía un poco de canela. Ese sabor le recordaba a las galletas que su madre solía hacer en esa etapa del año.

El incesante ruido del limpiaparabrisas era lo único que se podía escuchar en el interior del vehículo. Sus asientos de cuero negro eran fríos y su chófer mantenía toda la atención en la ajetreada carretera.

Sasuke, en cambio, no tenía prisa alguna por llegar a la gala que hacía el orfanato, aunque era cierto que en su interior algo se removía inquieto. Una parte no quería hacer esperar demasiado a Naruto. Seguramente el muy idiota estaría en la entrada del hotel esperándole.

Observó a la gente en bicicleta por la acera. Tenían prisa por llegar a resguardo. Los viandantes llevaban sus paraguas abiertos. Sus oscuros ojos se fijaron en una pareja a cubierto bajo el mismo paraguas. Sonreían. Parecían felices. Una vez él también fue uno de esos tontos enamorados que habría hecho cualquier cosa por su chica. Desvió la mirada. ¡Nunca más! Él no volvería a enamorarse, no volvería a ser ese idiota con el que podían jugar a su antojo.

La entrada al hotel estaba abarrotada de coches. Se movían con lentitud, esperando a que los invitados de los coches de delante descargasen a los pasajeros antes de marcharse. Cuando fue el turno de su vehículo, Sasuke observó a Naruto frente a la gran puerta de cristal. Bajo un paraguas, se acercaba a su puerta para evitar que se mojase al salir.

Sasuke abrió la puerta con rapidez y se resguardó bajo el paraguas de Naruto antes de ver el coche avanzar nuevamente.

- No hacía falta que me esperases en la entrada.

- No quería que te mojases.

¡Un acto de romanticismo! Así lo veía Sasuke. En Japón compartir un paraguas era una acción romántica. Una tradición que arrastraban desde la era Edo, donde las mujeres no podían caminar libremente por la calle con un hombre, así que en épocas de lluvias, ellas se resguardaban bajo los paraguas de los hombres. ¡Era la forma de no llamar la atención! Pues se veía como un acto de generosidad para evitar que la dama se mojase. Las mejores historias de amor seguro empezaron bajo un paraguas. Esa idea le hizo sonreír a Sasuke.

Quizá Naruto ni sabía esa parte de la historia, pero estaba convencido de que sí conocía el significado romántico que podía tener un paraguas. Había nacido en Japón pese a que su padre fuera occidental. Sasuke intentó no darle importancia al asunto. Sólo eran unos metros y no se había mojado, prefería dejar zanjado el asunto en ese punto. Una vez bajo el porche de la entrada, a resguardo de la lluvia, Naruto cerró el paraguas y ambos entraron hacia el hall.

El paragüero estaba lleno, pero otro hombre del servicio traía uno nuevo. Naruto metió su paraguas en el cubo y ambos pasaron a la sala principal.

El salón estaba a rebosar de gente, aunque no demasiado famosa. Por los trajes y las conversaciones que Sasuke escuchó al pasar al lado de los trajeados hombres, intuyó que eran hombres de negocios. Seguramente propietarios de grandes empresas. ¡Odiaba las galas benéficas! ¿A quién beneficiaban realmente? ¡Era absurdo! Un montón de ricachones que creían hacer el bien por soltar lo que él consideraba calderilla para una buena obra. ¿Así limpiaban su conciencia cuando en la realidad defraudaban al Estado? ¿Cuántas empresas allí harían cosas incorrectas ganando millones? ¿Y qué iban a dar en esa gala? ¿Un millón a lo sumo? Sasuke sonrió con incredulidad.

- Realmente odias estos eventos.

- Me parecen absurdos – dijo Sasuke finalmente – sólo mira los canapés, los trajes con los que vienen, el vino o el champán que beben. Con el dinero que se han gastado en organizar algo así ya podrían haberlo invertido en su obra de caridad.

Nunca lo imaginé (Naruto)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora