SIETE

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—Anne, Gilbert, su trabajo ha sido uno de los mejores, felicitaciones.

Anne se sintió extasiada, hacer el trabajo con el castaño había sido una pesadilla, se la pasaba tratando de crear conversación con ella, cuando en realidad debería haber estado ayudando, pero para fortuna de ambos, tenían una buena calificación, y lo mejor de todo que pensaba ella, era que Gilbert ya no tendría una excusa para acercarse. Su vida volvería a la misma normalidad de antes, odiarlo a la distancia, avanzar su tareas, simple y sencillo, ser una adolescente normal. O lo más normal que podía. Lo que es gracioso, porque el chico, al otro lado del salón ya estaba maquinando una idea con la cual acercarse. ¿Qué es lo que tenía Anne Shirley que él sólo quería tratar de agradarle? Hablar con ella es difícil, pero le gustaba, sobre todo cuando bajaba la guardia y podían ser ellos mismos. Como el día del helado.

Cuando terminaron las clases, todos comenzaron a levantarse, guardar su cosas y entonces, a Gilbert se le ocurrió una idea. Metió cómo pudo sus cosas a su mochila, luego caminó hasta el asiento de Anne con su misma sonrisa confiada, que en realidad era una tapadera porque estaba nervioso, sin saber la razón.

—Hola zanahoria.

Anne rodó los ojos.

—Diana, ¿podrías decirle a Gilbert que nuestra tregua se acabó? El trabajo está entregado y no tiene porqué hablarme.

—¿Qué tregua? —preguntó su mejor amiga sin entender.

—¿Y por qué no me lo dices tú?

—Supongo que ya lo hice —Gilbert con rapidez tomó uno de sus bolígrafos y se lo guardó en el bolsillo del pantalón —. ¿Quién te dió permiso para que...?

—No sé a qué te refieres.

—Blythe, devuélvemelo —sentenció.

—Te lo devuelvo mañana. ¿A las cuatro en la plaza te parece bien? Contaría como, no sé, la cuarta cita.

Ambos estaban tan enfrascados en una guerra insólita de miradas, que no notaron cómo Diana estaba sonriendo al verlos discutir, "un típico viejo matrimonio discutiendo" pensaba la pelinegra. Tampoco se dieron cuenta que la maestra caminaba en dirección hacia ellos.

—Anne, ¿podría hablar contigo? —interrumpió.

—Ah, si, por supuesto —y lanzándole una mirada mordaz a Gilbert, fue detrás de la maestra, no sin antes pedirle a su mejor amiga que la esperara en la salida.

El chico no tuvo mejor idea que esperarla afuera del aula, sin querer escuchando la conversación.

—Eres una chica muy inteligente, y creo que eso es lo que él necesita.

—Nunca he sido una tutora.

—Billy Andrews es un caso especial, sé que tú podrás con él, además eso te sumaría puntos en clase.

—Bueno, supongo que lo intentaré.

Cuando Anne salió del aula, Gilbert no perdió tiempo en hablarle.

—No debiste aceptar.

—¿Estuviste escuchando una conversación privada? Eso es indecente e inmoral. ¿Sabes de entre cuántas cosas la maestra pude haberme hablado? Mientras tú nos espiabas, alguien debería ponerle un alto a tu excesiva confianza.

—Billy es un idiota.

—Ese no es tu problema, Blythe —dió media vuelta para irse, pero el chico la tomó de la mano, reteniéndola. En ese instante, una corriente se sintió en ambos, como un cosquilleo en sus dedos, haciendo que se suelten al instante —. No te me acerques —Anne se sintió nerviosa y salió en busca de su amiga.

Gilbert aún podía sentir el tacto de la pelirroja en su mano. ¿Qué había ocurrido?

Jingle bells, jingle bells, gingo oduweis xdxd

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Perdón, llevo cantándole eso a mi mamá todo el día, hasta ahora no me ha tirado la chancla, así que eso significa que ya me soporta :v

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~Ann.

¿Anne? ¿Quién es Anne? | EDITANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora