Capítulo treinta y dos.

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Narra Zoey.

 Corrí lo más rápido posible hacia la parada del autobús, a dos cuadras de la casa. No hice caso alguno a los llamados de Janet, no podía pensar en aquel momento. ¿Por qué me tenía que pasar esto a mí? Mi madre me mentía, o algo así; cuando me enamoraba, encontraba al chico que me gustaba besando a otra; mi mejor amigo no quería ser mi mejor amigo... ¡Maldita sea!
Trataba de calmarme, de no ser tan paranóica, todo pasaba por algo... tal vez había sido mejor encontrar esa foto. Pensé en Janet diciéndome que tal vez todo había sido un error, que Niall no quería hacer eso... pero si no hubiera querido no lo hubiese hecho. 

Llegué a la parada con un último aliento y justo había un autobús allí, así que me subí allí y me coloqué en uno de los últimos asientos. Me senté, traté de respirar normalmente. La gente me miraba raro, pero, ¿quién no mira raro a una loca que va corriendo por la calle con toda la cara roja y lágrimas en las mejillas? Saqué mi celular de la chaqueta y le mandé un mensaje a mi madre. 

"Voy a casa, necesitamos hablar." 

Me soné la naríz y guardé el teléfono de nuevo en uno de los bolsillos. Cerré los ojos hasta que escuché el aviso de la calle en la que me tenía que bajar.
Descendí las escalerillas del colectivo y me encaminé hacia el almacén más cercano.
Entré y Maia, la chica que atendía el local, me saludó amablemente. Compré una botella de agua y seguí mi camino hacia casa.

Necesitaba paz, pensar en todo, no pelear con nadie, y sobretodo, que mi madre aclare las dudas que todavía me quedaban en la mente.

Al llegar a casa, la botella de agua ya estaba vacía, la tiré en el tacho de residuos que había en la entrada y eché un vistazo al frente de mi hogar. Las ventanas estaban abiertas y las cortinas revoloteaban por el viento que provenía del sur. Un aroma familiar se asomó en la punta de mi naríz y aspiré lo más que pude, luego abrí la puerta de enfrente y me adentré.

-¿Zo, eres tú?- escuché un grito desde la cocina proveniente de mi madre.

-Sí- dije, y fui a saludarla. Estaba cocinando su típico pastel de manzana.

-¿Estás bien?- dijo al verme con los ojos enrojecidos.

-No- contesté sinceramente-, yo... ¿no tienes algo que contarme?- busqué sus ojos con la mirada. Sus mejillas enrojecieron de golpe y el resto de su cara se torno a una blancura extrema. Dejó la torta caliente reposar en la mesada y se sentó en una de las sillas del comedor.

La seguí y me senté al frente de ella.

-Supongo que te enteraste- me dijo luego de un momento de silencio sepulcral.

Asentí y sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas.

-¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué me mentiste?- indagué.

-No te mentí- dijo, tranquila como si no le afectara que su hija este llorando frente a ella.

-No, no lo hiciste. Me escondiste que Niall fue el chico que me había dejado tirada por un monton de tiempo sola, y encima de todo, me hiciste pensar que no lo conocía. Y lo peor fue que estuve trabajando en esa casa todo este tiempo, aguantando a ese insoportable insecto sin sentimientos.

Me callé. Quería que mi madre me explicase por qué me había hecho esto.

-Perdóname Zoey, Maura y yo tan sólo queríamos que...

-¿Que nos reconciliemos?- la interrumpí-, ¿que armemos una linda relación entre nosotros? ¿Tal vez que nos enamoráramos?- me pasé una mano por el pelo-. Pues por mi parte lo han conseguido. Me enamoré como una estúpida, ¿sabes? Y sin embargo, ustedes y yo tenemos que entender que Niall no cambiará por más de que tengan un plan. ¿Qué es lo que creen? ¿Que no le importan las fiestas, las mujeres, la fama? Pues, están equivocadas. Él es un grosero, idiota, creído, agrandado, y podría enumerarte muchísimas cosas así de malas que lo describen a la perfección, pero tengo muchas dudas, y quiero que me respondas.

Si tú lo dices ||n.h||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora