Capítulo treinta y tres.

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-Mira, no importa si me dices que no, porque si realmente quieres a alguien, lo único que quieres para esa persona es su felicidad, incluso si tú no se la puedes dar, y yo quiero que seas felíz- me dijo mientras estiraba su mano hasta mis mejillas y comenzaba a acariciarme.

Estaba por volver a hablar cuando el teléfono de Luke comienza a sonar. 

-¿Me disculpas?- dijo sacando el celular de su bolsillo.

Asentí con la cabeza y el se llevó el auricular del teléfono al oído. Después de un par de "sí" y "claro, como no", cortó y me volvió a mirar, pero ésta vez con una sonrisa de culpabilidad.

-Zo... me tengo que ir, no quería que nos interrumpieran, pero mi madre me necesita, y ya sabes...- dijo con una mueca.

-Claro, no hay problema- dije sintiendo un alivio extraño para mi suerte-, yo me voy caminando...

-¡No! ¡Ni lo pienses! Vamos que te llevo.

-Pero...

Luke me miró serio y supe que si no iba con él, tampoco se iría del lugar sin mí.

Asentí y fuimos hasta su auto juntos. Me abrió la puerta, como todo caballero, me adentré y luego se subió él.

-¿Te dejo en tu casa?

-Ajá- dije, pensando en que no le había contado nada sobre que me había tomado unos días-, por ahora no estoy más en lo de Horan...

-¡Súper!- exclamó, a lo que yo lo miré con reproche-, ¿qué? Ya sabes que no me gusta que estés en esa casa...

-Sí... ya sé.

-Entonces... ¿me puedes dar una pista si al menos vamos a estar juntos?

Miré por la ventanilla, ya habíamos llegado a casa, me quería bajar cuanto antes, para no tener que decir lo que no quería decir. Pero si no lo hacía ahora, nunca me olvidaría de Niall.

-Sí.

-¿Qué significa?

-Lo dejo a tu criterio, me voy, ¡adiós!- dije saliendo del auto rapidamente.

Escuché un "¡Mierda!" ni bien cerré la puerta del auto y luego me adentré tranquilamente a la casa.

Narra Janet.

-¡Joder Zoey! ¿Dónde carajos estás?- le grité al contestador. Ésta era la décimo-cuarta vez que no me había contestado, y ya me estaba preocupando... demasiado.

Caminé de un lado a otro por la casa, agarrándome de la cabeza. Decidí que era momento de calmarme, no tenía por qué desesperarme así. Subí corriendo hacia mi habitación. Iba a empujar mi puerta cuando siento que alguien me detiene. 

-¿Podemos jugar a la consola en tu alcoba?- escuché la voz del insoportable de mi hermano menor, Philip, y bajé la mirada al instante. Estaba parado en el medio de mi puerta con su típica sonrisita insolente. Solía jugar a los video-juegos en mi alcoba ya que mi televisor era mucho más grande que el suyo.

-¡No, salte ya mocoso repugnante! ¡Fuera, vete!- le grité señalando al pasillo. 

Tenía 14 años el idiota y todavía luchaba por que me deje tranquila.

-Bueno...- dijo tranquilo... algo se traía entre manos-, si quieres que le muestre ésto y ésto a mamá- dijo tomando un par de paquetes de condones con su mano izquierda y otro artilugio en su mano derecha que cuando logré distinguir lo que era me puse roja de la vergüenza y lo agarré rápidamente, junto con los condones.

Si tú lo dices ||n.h||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora