Las Noches

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Mi mente daba vueltas como si estuviera corriendo en círculos por un laberinto interminable. Esa sensación apenas se aplacó cuando logré abrir con una lentitud desesperante mis ojos, no sin esfuerzo. Sabía que ya no me encontraba en la acogedora ciudad de Karakura, mas me sorprendió un poco la visión que se mostró a mi alrededor apenas pude incorporarme en la cama sobre la cual estaba, tras unos interminables minutos de inestabilidad en mis sentidos. Era una elegante y amplia habitación de paredes color crema, muy bien iluminada y sin vista alguna hacia el exterior. El lecho se adueñaba de la parte central, mientras que una mesilla redonda para té, unos cómodos sillones forrados de algún material de aspecto suave y color blanquecino, así como un gran sofá de iguales características se encontraban a menor distancia de la puerta abierta del recinto. Allí, de piel tal cual lo viera antes de perder la consciencia, pude apreciar la impasible figura del arrancar de ojos verdes.

---Ulquiorra-san... ---murmuré, a la expectativa de que me explicase mi actual situación.

---Bienvenida al Hueco Mundo, Amaya-sama ---pronunció Ulquiorra-san, dedicándome una elegante reverencia---. Aizen-sama la está esperando. No se preocupe. Me dijo que no había prisa. Recupérese de los efectos del sedante que le administramos. Cuando esté lista, la conduciré hasta Aizen-sama.

---¿Tú me trajiste a este sitio?

---Así es.

Una sonrisa irónica acudió a mis labios. Incliné la cabeza y coloqué mi índice sobre la frente.

---Debí saber que hacerle una visita no era una sugerencia ---Alcé la cabeza y observé al arrancar con un gesto determinado---. Como sea. Muy bien, ya me siento en forma. Puedo encarar a Aizen. Llévame con él, por favor, Ulquiorra-san.

El arrancar comenzó a caminar fuera de la estancia en una clara invitación a que lo siguiera, pese a no pronunciar palabra alguna. Fui tras él imitando su silencio hasta que llegamos a un inmenso salón presidido por un enorme trono pulido de un color marfil, sobre el cual reposaba la apacible figura de Aizen Sosuke.

---Bienvenida a mi palacio, Las Noches, Amaya-kun ---dijo aquel hombre con esa forma de hablar lenta y pausada que lo distinguía---. Me alegra ver que ya estés recuperada de los efectos del sedante que nos vimos obligados a usar.

---Ahórrate esa palabrería hipócrita, Aizen ---le atajé en un tono agresivo, asumiendo una postura defensiva a las claras---. Al grano: ¿qué es lo que quieres de mí?

---Me sorprendes, Amaya-kun ---replicó Aizen con una sonrisa sarcástica ocupando sus labios---. No esperaba esas palabras de una niña que siempre ha demostrado tener una educación tan esmerada. ¿Acaso no te enseñaron que incluso tus enemigos son dignos de respeto?

---Mis enemigos merecen respeto, ese es mi ideal en el campo de batalla ---reconocí antes de señalarlo con el índice de modo acusador---. Pero tú, quien no respeta a nada ni a nadie y fuiste capaz no solo de traicionar, sino hasta de intentar matar a quienes confiaron en ti, no mereces un sentimiento tan estimado como ese.

Mi antagonista enarcó una ceja.

---Supongo que te refieres a lo que pasó con Momo. Bueno, era algo inevitable. Ella no podría vivir sin mí, así la entrené. Matarla hubiese sido un acto de piedad.

---Te equivocas. Hinamori-san no te necesita para ser completamente feliz. Ella no es la debilucha que tú crees. Asumo que no tienes ni idea sobre su fuerza real, puesto que nunca te has tomado la molestia de conocer realmente a las personas que te rodean.

---Muy por el contrario, me he ocupado de conocerlos a todos muy bien. Por eso es que pude llegar hasta este punto.

---No vales ni el aire que respiras, Aizen Sosuke.

Melodía salvaje, lluvia nocturna [Bleach- Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora