Valeria
—¡Me voy a la escuela! ¿Vienen conmigo, Sol y Luna?
Pregunto mientras las observo asesinarse con la mirada. Creo que nunca van a superar que la castaña de ojos azules y cafés esta de novia con el crush de la rubia. Esto era la tercera guerra mundial.
—Si no nos queda otra— suspira la rubia mientras descansa sus brazos entre su pecho.
—Deja de lloriquear, pareces como la bebe de Ágatha— alega la lectora mientras se acerca a mi con su mochila llena de cuadernos.
Su comentario hizo que arrugara las cejas y la mirara desconcertada. ¿Ella tenía una hija? Al parecer Ulises no era su único descendiente.
«Ojalá esa nena no sea una malcriada y tarada como el pitufo Guzmán» Ríe mi mente mientras abro la puerta de casa y me despido de mi tía.
—¡Cuídense, bebes!— grita cuando estamos completamente afuera.
Una fuerte ventisca nos hace comenzar a tiritar a todas, pero con dedicación logramos llegar a la calle principal sin morir en el intento.
Mi gorro de lana rosa hacía el intento de protegerme del frío , pero no lo lograba. Era inútil mientras la nieve caía sobre nuestras narices y no podíamos hacer nada para quitarla.
—Me voy a morir de hipotermia si es que no llegamos en estos instantes a la escuela— balbucea la exagerada de Sol mirándonos enfadada.
No entiendo porque el enojo también lo había tomado conmigo, entiendo que lo este con su melliza, ¿pero por qué me unió? Yo apenas me había enterado días antes.
—No puedo hacer nada al respecto.
—Si supieras manejar nos llevarías en un auto, ya tienes diecisiete, aprende— chilla mientras rueda los ojos fastidiosa.
Odiaba cuando se colocaba de esa manera, pero lamentablemente ya era normal. Los catorce era una edad en donde te comenzabas a entender, donde experimentabas tus actitudes, debía soportarla a pesar de todo.
Pero antes de que su hermana pudiera contraatacarle, un auto se detiene a nuestro lado y dos sonrisas hermosas llegan a nosotras.
—¡Browni! —grita alegre Candelaria cuando baja el vidrio.
—Mis mellizas favoritas, suban ya al auto nenas— dice la pelirroja mientras nos entrega una cálida alegría inmensa.
Alguien anda alegre hoy día.
Sin dudarlo entramos y cerramos la puerta tras nosotras. La calefacción nos acurruca y por fin nos relajamos en los asientos traseros.
—¿Como vas con el pitufo, Stella?
Pregunto con una gran risa interna. Sabía que aunque no me agradara Ulises, no podía no aceptar su extraña relación con él, pero nada me negaba decir comentarios graciosos.
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Las flechas de Alex
Teen FictionLos padres de Valei han tomado la decisión: su hija tenía que experimentar nuevas aventuras en un nuevo lugar, haciéndole espacio en la cabaña familiar del pueblo Hopehould. Ella quedará atrapada allí; en un pueblo repleto de nieve, que la dejara si...