Alexander.
—Felix, la he cagado—me acerco a él mientras el azabache revisaba el precio de una sudadera negra. Su expresión de concentración se esfumó cuando escuchó mi voz desesperada.—sabes que estoy en una mala semana y he tratado mal a una chica. Me siento fatal.
Susurré lo último como si fuese un delito. ¿Cómo me estaba poniendo tan débil?
—Vamos, Alex. Apuesto que solo estas exagerando, tu eres incapaz de molestar a alguien—se rió de su propio comentario, mientras se daba media vuelta para soltar el abrigo y observó mi lagrima cayendo por mi mejilla.—oh, no era un chiste...
Mis ojos ya comenzaban a ser cristalinos, guardando una gran cantidad de lagrimas que no quería dejar caer. No en un lugar publico.
Me estaba mostrando demasiado débil y eso me avergonzaba.—Claro que no idiota, estaba mal porque hoy es 15 de febrero, sabes que ocurrió en esta fecha. Además no pensé nada en el momento...
—¿Qué hiciste?—susurró mientras me agarraba fuertemente de mi brazo y comenzaba a caminar entre zancadas. Yo era más alto que él, pero eso no lo detuvo.
—Y-yo—tartamudeo sin detenerme, nos alejamos de la tienda y nos sentamos en una de las bancas de el patio central, la luna comenzaba a brillar y el frío aumentaba—estaba en el bosque de mi propiedad.
—¿Y...?—él estaba impaciente por mi respuesta, pero yo había actuado sin pensar y me avergonzaba de lo que había echo.
—Le lance a una chica una de mis flechas entre los arboles—no pude seguir, ya que Felix preguntó mientras se levantaba del asiento sin tranquilidad. Mi comentario le sorprendió.
—¡Qué hiciste que!—susurró casi en un grito—¿Está bien?—comenzó a tironearse el cabello de la nuca y a dar pasos en círculo. Reaccionó tal y como me lo esperaba, era lo de menos.
Que bueno que no había casi nadie por el patio a estas horas, si es que no estaban en sus casas, compraban. Pero no fuera, en donde el frío reinaba sin detenerse. O sino este hubiera sido el chisme del año.
—Sí, idiota. Sabes que soy bueno para el arco, nunca fallo un tiro, no le apunte a ella, sino a un árbol tras ella, no salió herida.—expliqué mientras movía mis manos, estaba demasiado nervioso para quedarme quieto. Suspiramos al unísono con relajación, mis palabras eran como eliminar un peso de encima. Pero seguía con los pelos de punta.
—Sabes que aunque estes al borde del llanto, no puedes dispararle a la gente por ahí. Es peligroso.—masculló como si yo fuera un niño pequeño que no entendía las consecuencias.
Si lo veía desde la perspectiva ajena, esto era realmente estupido. O sea, ¿quién le lanza flechas a chicas? Pues yo, el idiota de Alexander Miller.
Felix era más pequeño que yo por unos meses, pero realmente ahora me sentía insignificante a su lado. Y su mirada enfadada y decepcionada me revolvía el estomago.
—Lo sé... Fui un idiota
«Claro que eres un idiota» mi mente habló.
—Alex—me nombró con sutilidad mi mejor amigo—cuando estes mal, vente a mi casa, ¿sí?—se sentó nuevamente a mi lado—no la pases mal solo, me tienes a mi. Tienes a tus amigos.
Yo solo puse asistir, porque él tenía razón, en esto no estaba solo, para nada. O eso quería creer.
Valeria.
Unos días después.
—¡Mamá, no encuentro los cuadernos de matemáticas!—Sol gritó mientras corría por los pasillos de la tienda de ultiles escolares.
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Las flechas de Alex
Ficção AdolescenteLos padres de Valei han tomado la decisión: su hija tenía que experimentar nuevas aventuras en un nuevo lugar, haciéndole espacio en la cabaña familiar del pueblo Hopehould. Ella quedará atrapada allí; en un pueblo repleto de nieve, que la dejara si...