Los padres de Valei han tomado la decisión: su hija tenía que experimentar nuevas aventuras en un nuevo lugar, haciéndole espacio en la cabaña familiar del pueblo Hopehould.
Ella quedará atrapada allí; en un pueblo repleto de nieve, que la dejara si...
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Alexander
—Vamos a separar los temas personales con los cuales no son. Has venido aquí porque necesitas una psicóloga y ya —sentencia la señora Guzmán anotando en su cuaderno.
La observo con odio.
—Les he dado dos meses más para soltarlo. No más, no menos. Ya lo he dicho.
Eleva su mirada cansada.
—¿Algo más por agregar, Alex? —me observa con sus característicos ojos cafés y amables.
Ella era la buena de esta familia, pero no voy a permitir que dañen a los que rodean.
—Si Ulises le dice tan solo una palabra negativa, un comentario idiota o lo que sea a Brown. No duden lo que puedo llegar a ser, me conocen.
—No eres como tu padre, tienes buen corazón como Helena.
Un sentimiento energético y odioso rodea mi cuerpo.
—No la nombres.
—Ella—
—He dicho que no la nombres —doy un golpe a la mesa.
Ella conocía muy bien a mi hermana, estuvo con ella antes que su muerte y me abrazó cuando lloraba por horas. Pero odiaba que la nombrara. Siempre lo hacía y no tenía idea la razón.
—¿Qué te hace feliz, cariño?
—Nada —miento.
—Te conozco desde que tienes memoria, dime la verdad.
Odiaba que sea así. La familia Guzmán vivió con nosotros en secreto por años. Nadie debía saber que se encontraban en el pueblo entonces pasaban todos los días encerrados conmigo. Pero un año después de la muerte de Helena y la muerte de Andrés. Él era el hermano mayor de Ulises. Ellos se fueron.
Las muertes nos perseguían.
—Como siempre, lo que me hace feliz son las tres razones por las cuales sonreír —hablo después de calmarme. Debo pensar con la mente fría.
—¿Sigues pensando en ellas? —asiento—. Dímelas.
—La primera es Helena y Gastón. La segunda es el arco y flecha, sabes el aprecio que les tengo.
Me detengo por completo antes de decir la tercera razón.
—¿Y la última?
Trago grueso y pienso en ella. Valei entregándome una sonrisa preciosa, dando vueltas en el lugar o cansada de ver tantos números en sus tareas. La comencé a ver gritando de la velocidad cuando sacó una buena nota en mates y cuando fuimos a patinar en hielo. Brown era mi tercera razón por la cual sonreír.
—Ella —suelto.
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