[Este es mi capítulo favorito de todos los que llevo escrito, así que ojalá lo disfruten.
Lean con atención.
Dedicado a Anneliese26 por todo tu apoyo, de verdad eres un rayo de sol.]
Alexander
¿Tú por cuáles razones sonríes?
¿Cada vez que sientes que te falta el aire de la emoción? ¿Cada vez que tienes la oportunidad, o cuando te dicen algo bonito?
Ahora piensa, ¿cuántas de esas sonrisas que entregas día a día son verdaderas? ¿Cuáles son las que te dejan sin aire y solo quieres saltar de la emoción? ¿Cuáles son las que te dejan el corazón en tus labios, mientras tu garganta deja escapar carcajadas?
Antes de Valeria Brown, esas sonrisas eran escasas en mi vida. No digo que sean nulas, pero si eran pocas. Con la ida de Helena, pensé que no servía seguir viviendo. Los maltratos que recibía día a día me hacían dudar de querer o no escapar de este mundo.
Varias veces lo intenté, en varias ocasiones corría por los bosques en busca de chocar con algo y que la vida se me escapara de las manos. Clavarme una de mis flechas y que me lleven a una dolorosa muerte fue una idea constante en mí. En otras, me colocaba frente al lago mientras los recuerdos de mi hermana me consumían. Me indicaban que saltase al agua y me dejara caer, que viera como las burbujas subieran.
Y una vez estuve al borde de hacerlo.
Mis piernas estaban listas para saltar, mis rodillas inclinadas hacía adelante y una gran cantidad de aire en mis pulmones para dejarme caer.
No había hielo, estábamos en verano, pero el frío seguía presente.
Listo para dar un paso y mi zapatilla se hundió en el agua. Había decidido saltar desde el muelle, ya que desde allí no hay vuelta atrás.
—Si saltas no dudes que yo voy detrás de ti —una voz arrasa con la paz que antes vivía en el lugar.
Con rapidez me doy media vuelta con las palabras atrancadas en mi garganta. ¿Cómo sabía que estaba aquí?
—Vete —ordeno.
—Si quieres morir de la misma manera que lo hizo tu hermana, hazlo, salta al lago y ahógate en él, pero sabes que, si lo haces, yo voy detrás y dejarás a Gastón sólo.
Lo observo por varios segundos repletos de odio, yo tenía quince años y él catorce. ¿Cómo se atrevía a decirme tales palabras?
—Déjame en paz. Tú te vas hoy del pueblo y no volverás más. Tu familia no quiere problemas con mi padre, ni a ti te debería importar mi vida —lo observo, despreciándolo por simplemente estar aquí.
Quería morir y él no me dejaba.
Un espeso silencio nos consumió por unos minutos, pero cuando desconecto nuestras miradas escucho nuevamente su voz.
—Voy a volver a HopeHould, y cuando lo haga harás como que no me conoces. Nos odiaremos y no habláremos, no seremos los buenos amigos que somos ahora.
Cambió de tema con velocidad, quería distraerme.
—Si es que sigo vivo —mascullo y me doy media vuelta para saltar.
—Piensa en tres razones por las cuales sonreír, y si son suficientes no te vas a suicidar —escucho su pesado suspiro —. Te quiero ver cuando vuelva.
ESTÁS LEYENDO
Las flechas de Alex
Ficção AdolescenteLos padres de Valei han tomado la decisión: su hija tenía que experimentar nuevas aventuras en un nuevo lugar, haciéndole espacio en la cabaña familiar del pueblo Hopehould. Ella quedará atrapada allí; en un pueblo repleto de nieve, que la dejara si...