Las puertas que daban a la sala del trono se abrieron. En el fondo de la sala una mujer alta, delgada, de piel delicada y cabellos dorados se regía firme pero grácil en el trono real. Sus ojos resplandecieron al ver a su hijo y le dirigió una sonrisa cordial recargada de alivio al verle a salvo.
A su lado, el rey se alzaba impotente, grotesco, sus brazos musculosos se aferraban al trono y su pelo con canas entrantes eran las únicas testigos del paso de los años.
Max tiró con sutileza de mi brazo y llegamos junto a los reyes.
James con disimulo se apartó de la escena quedándose en una de las esquinas de la enorme sala. Supuse que no tenía permitido acercarse tanto a la familia real.
Mi mirada llena de incomodidad paseaba traviesa por la sala admirando los detalles, por último, miré a la reina la cual sonrió y comenzó a hablar.
– Harriet, es un placer poder conocernos por fin. Sé que está situación te puede parecer irreal y desconcertante, pero espero que Max haya solucionado las dudas principales. –añadió mirando a su hijo de forma divertida.
–¿Se supone que yo también tengo poderes? ¿Y qué tengo que hacer? ¿Cómo puedo ayudaros? ¿Qué es lo que hay que combatir? ¿Saben que solo tengo dieciséis años? –dije angustiada pues el hecho de que todo un país confiase en una absoluta extraña era prácticamente ridículo. Estaba muy asustada.
–Al parecer Max no ha hecho muy bien su trabajo de explicarte ciertas cosas. –dijo el rey por primera vez mientras que miraba de forma reprobatoria a su hijo el cual hizo un amago de hablar, pero volvió a sellar sus labios sin saber exactamente qué decir y levemente enojado.
–Sí, tienes poderes. Por ahora lo que tengas que hacer no es importante, solo te tienes que centrar especialmente en tus poderes, nada más. Realmente nos serás de gran ayuda, tienes incluso más poder que yo. –susurró el rey esto último. –Y es por eso mismo que puedes estar en cierto peligro, no todos piensan que nuestro mandato es acertado, varias personas llegaron a sublevarse contra nosotros. Pero no tienes que preocuparte de nada, aquí estarás a salvo. –añadió rápidamente al ver mi cara de espanto tratando de arreglar el hecho de que también podía estar en peligro.
Mis ojos se agrandaron y mi cabeza dio vueltas intentando que algo coherente recorriera mis pensamientos y me ayudara a sobrellevar este choque.
–Sí, sabemos que tienes dieciséis años. Todos los habitantes saben tu historia. -sigue la reina. Y respecto a la otra pregunta, es demasiado pronto como para agobiarte con eso. Todavía tenemos el tiempo suficiente.
–Marie, acompaña a la elegida a su habitación. –ordenó la reina en un susurro que oí.
–Por favor, solo Harriet. –murmuré incómoda. La reina asintió en respuesta.
–Mañana entrenarás junto a James y un profesor, ellos te ayudarán con los poderes. –señaló el rey. Este miró a James de reojo el cual asintió con gran fervor. La verdad, es que me parecía inusualmente raro verlo tan centrado en lo que hacía, se veía que tenía una gran responsabilidad en su puesto.
Al parecer, Marie era una sirvienta de palacio que había estado allí durante todo el jaleo que se había armado.
Ella se acercó a mí. Su cabello pelirrojo caía en cascada y sus pecas salpicaban sus pómulos elegantemente. La verdad era que tenía cierto parecido con Max.
–Ella será tu sirvienta personal y más tarde te entregará el horario que tendrás que seguir para tu entrenamiento. Disponemos tan solo de dos meses. –habló el rey acomodándose en el trono.
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Paradise
FantasyYo soy la esperanza de este mundo y que este título recaiga sobre mí ha hecho que me enfrente a problemas inusuales, salí de mi sueño y ahora estoy en una pesadilla de la que no puedo despertar. ¿Y tú? ¿Cómo sabes que no estás en un sueño? ¿Desperta...