Capítulo 12

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Salí de allí a paso acelerado. Me dolían las piernas y me preocupaba que en cualquier momento estas no pudieran aguantar el peso de mi propio cuerpo y me derrumbara en mitad del pasillo. Si acababa en el suelo, estaba completamente segura de que acabaría por dormirme ahí mismo.

Unos pasos apresurados sonaron detrás de mí, provocando que me girara exaltada por la idea de que Max no entendía lo que era dejarme en paz.

Para mi sorpresa, la persona que caminaba apresurada en mi dirección era la chica del pelo lila con la que había competido una hora antes. Sí, esa misma que había logrado que mi pobre cuerpo impactara contra la pared de la sala.

Abrí los ojos exageradamente asustada mientras que por mi mente pasó la idea de salir corriendo de ese pasillo poco alumbrado. ¡Estaba en el escenario perfecto donde se cometían los crímenes! Y no ayudaba para nada el hecho de que la chica me estaba mirando como si me quisiera matar ahí mismo, cortarme en pedazos y deshacerse de mi pobre y machacado cuerpo.

Vale, puede que estuviera exagerando. ¿Y se supone que tú tienes que salvar el mundo? Patético. –me recordé a mí misma.

–¡Tú! –habló con una voz fuerte. ¡Tengo que hablar contigo!

Y en ese momento fue cuando mi sabio cerebro gritó: ¡A la mierda la valentía, yo me largo de aquí!

Salí corriendo hasta el final del pasillo desesperada, mi objetivo era bajar por las escaleras hasta la recepción, con suerte, habría mucha gente y no se atrevería a hacer nada. Ahora, remarquemos ese era, sí, pasado, porque todas mis intenciones fueron en vano al verme levitando en medio del pasillo.

Ni siquiera tenía fuerzas para bajar, y ella se encontraba en mejor estado que yo al no haber competido en la segunda ronda. Estaba perdida, no encontrarían mi cuerpo y la gente moriría porque Harriet Evans no fue capaz de enfrentar a una niña de unos quince años en plena rabieta de adolescente.

Mis pensamientos desvariados acabaron al volver a escuchar su voz.

–¿Tú eres idiota? –habló la niña malhumorada.

Eh, un poco de respeto a tus superiores. –quise gritar. Obviamente no lo hice porque era lo suficientemente inteligente como para no volver a quedarme estampada en la fría pared.

–¿No? –pregunté con duda, y bueno, admitámoslo también, con miedo.

Ella resopló irritada ante mi respuesta.

–¿Si te suelto te quedarás a hablar conmigo y dejarás de comportarte como una maldita loca? –preguntó impaciente cruzándose de brazos de forma defensiva.

–¿Comportarme como una loca? –dije con cierta ironía. –Habló la persona que me tiene levitando. –dije resaltando lo obvio.

Ella formó una sonrisa con aire de superioridad y decidió bajarme.

–¿Quién eres? –pregunté con curiosidad.

–Me llamo Clara.

–Qué ironía teniendo en cuenta que vas vestida de negro. –dije formando una sonrisa.

–Los chistes no son lo tuyo. –habló cortante logrando que mi sonrisa de victoria desapareciera. Está bien, no fue el mejor chiste del mundo.

–¿Y qué es lo que quieres? Supongo que tendrá que ser importante si has hecho todo esto para que no me fuera.

–Soy la hermana de James. –dijo como si fuera obvio.

–¿¡Quéééé'!? –grité sin poder creerlo. Pero si James era adorable y bueno, Clara tenía una cara de querer arrancarte la cabeza en sus días buenos, imagínate como estaría en sus días malos, mejor ni pensarlo, gracias.

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