Capítulo 5

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El sonido del despertador inundó completamente la habitación, abrí mis ojos, miré alrededor y me di cuenta de que seguía dentro de la misma pesadilla.

Miré hacia el despertador que marcaba las cinco de la mañana y sólo pude pensar en que quería seguir durmiendo. Unos suaves toques en la puerta dieron paso a una para nada somnolienta Marie que tras elegirme una ropa adecuada para el entrenamiento y atarme en una coleta alta mi pelo dorado salió de la habitación como si nunca hubiera estado en ella.

Bajé hacia el comedor, pero no había ni rastro de nadie. Las cortinas cubrían las ventanas y la gran mesa estaba completamente vacía. Todo el lugar se encontraba bañado por una leve oscuridad y mis pasos resonaban en el marmolado suelo.

Al no ver a nadie, decidí salir a uno de los muchos pasillos y fui hacia una puerta por la que salí una gran claridad. Al llegar allí me asomé cauta y descubrí a James que estaba entrenando con la espada. Su cabello castaño caía hasta un poco más debajo de sus orejas. Su delgado y alto cuerpo servían de gran ventaja para moverse con agilidad.

Sus ojos verdes miraban con fiereza a su adversario mientras que en una esquina no muy lejos de la batalla se encontraba un hombre de unos cincuenta años con el pelo ya entrecano que miraba atento los movimientos de ambos mientras que añadía algunos comentarios.

Mi mirada curiosa siguió la pelea con expectación. El chico enmascarado pues no lo podía ver ya que utilizaba una especie de casco, se movía también con mucha agilidad, pero James, daba golpes firmes con su espada dando a entender que sabía perfectamente lo que está haciendo. La pelea dio un vuelco completamente cuando el enmascarado dio golpe tras golpe sin parar y en uno de esos acababa tirando la espada de su oponente.

El profesor dio una palmada al aire con satisfacción y sonrió contento antes de que su mirada se posara en mí curiosa.

Los dos chicos se giraron también sorprendidos y yo me dirigí con pasos nerviosos dentro.

–Harriet, ¿verdad? –habló el profesor.

Yo asentí levemente y desvié mi mirada curiosa hacia el chico enmascarado.

–Soy Daniel Springfield y seré tu profesor, con un poco de práctica ya verás como despertarás ese poder que está encadenado en tu interior. –dijo animado. –Y ellos son James Connor e Ethan Taylor. –añadió señalando primero al castaño y después al rubio de ojos azules que ya se había quitado el casco y sonreía divertido. –Sí, ya conozco a James. –murmuré. James sonrió orgulloso de haberlo reconocido como alguien que conocía y sonreí levemente ante su actitud. –Ellos estarán durante tu entrenamiento y te ayudarán a progresar.

–¿Todos vosotros tenéis poderes? –pregunté confundida, pues la pregunta iba más para los dos desconocidos.

–Todos los habitantes de aquí tienen. Unos más útiles que otros. –contestó Ethan.

–¿Y por qué no los usabais en la pelea?

–No siempre el poder es lo más importante, el saber moverte en un combate puede llegar a determinar si vives o no. –contestó James hablando por primera vez desde que había llegado. Ahora que me daba cuenta, su voz era más aterciopelada que la de Ethan, la voz de este último derrochaba firmeza.

–¿Cuál se supone que es mi poder? –pregunté harta de formular más y más dudas que daban lugar a respuestas que no paraban de confundirme más y más.

–¡Oh, eso hay que averiguarlo! –contestó Daniel emocionado. –Tu familia Harriet al igual que la familia real, tenía el poder del rayo, y por ello muchos decían que los reyes eran descendientes del mismísimo Zeus, dios del rayo y habían sido concebidos para gobernar. Solo unos pocos compartían el mismo poder que los propios reyes y resultó ser totalmente irónico que tu familia compartiera con ellos ese poder siendo tan cercanos como ellos lo eran.

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