sept

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Por un minuto, se quedó ahí, parpadeando. Tal vez, estaba en shock, porque no creyó que Michael fuese a hacer eso. Estaba estupefacto. Luego, estuvo por darse la vuelta e irse. Todo esto era tan estúpido, y ya se había quedado sin métodos constructivos para superar las diferencias entre sí y el chico al otro lado de la puerta, y como estaba casi seguro que perdería si ellos llegasen a una pelea física (tal vez, sea más grande, pero Michael tenía más ira acumulada), probablemente lo mejor era irse a casa e intentar olvidar todo esto. Pero, luego, algo dentro suyo se rompió. Estuvo corriendo de los conflictos toda su vida, y nunca fue satisfactorio. No se iría. No le importaría lo que Michael quisiera. No iba a dejarlo hacer esto; tomar las decisiones, dictar que era lo que tenía permitido decir y sentir.

Toscamente giró la perilla, abrió de nuevo la puerta (por suerte, no era de esas que se cerraban automáticamente como en los hoteles) e irrumpió en el espacio de Michael. Caminó con ímpetu el corto pasillo y lo encontró en un sofá, con su pie con una media a la mitad, en una mesa de café, y los brazos cruzados sobre su pecho. Él lo miró y su rostro instantáneamente se frunció.

—¿Qué mierda, Hemmings? —demandó, quitando su pie de la mesa, y cambiando bruscamente su postura a una agresiva.

—¡No jugaré más este juego contigo, esa es la mierda! —gritó. Cualquier retención que hubiera tenido para su temperamento estaba perdida —. Resolveremos esto, de una maldita vez. Me dirás que hice así puedo decirte que lo lamento y no fue mi intensión, luego puede que te golpee un poco; porque, Dios, eres un imbécil; y finalmente dejaremos esto detrás. ¿Está bien? No estoy bromeando. Estoy harto de esto —Michael negó con la cabeza, no como si estuviese diciendo que no, sino como si no supiera qué decir —. Y, nos besamos, Michael —abarcó —. Esa es la otra cosa. Puedes mirarme todo lo que quieras con esos estúpidos ojos en blanco y pretender que nada pasó, pero pasó. Jugué como mierda el otro día por todo esto, y no dejaré que pase de nuevo. Así que, necesitamos hacer esto. Ahora.

Michael lo miró por otros segundos, para que luego algo cambiara en sus facciones y se convirtiera en otra cosa, algo que no pudo identificar. Mientras tanto, su propia respiración era pesada, estaba alterado y listo para que él le gritara de vuelta, pero no lo hizo. Solo se contrajo un poco un, cruzando los brazos sobre su pecho como si se estuviera protegiendo a sí mismo.

—Tienes razón —él dijo en voz baja.

—Tengo- ¿Qué? —no estaba esperando eso. Michael estuvo peleando consigo en cada oportunidad que tuvo, por meses. No esperaba que se rindiera así de fácil.

—Tengo mierda pasando en estos momentos —dijo Michael con calma; cuidadosamente. Como si no quisiera revelar demasiado —. Mierda que no tiene nada que ver contigo, pero te traté como si fuera tu culpa, y no debí hacerlo. Lo lamento.

Esas fueron palabras que no creyó que escucharía ni en un millón de años venir de la boca de Michael. No tenía idea de cómo lidiar con el "Michael que pide disculpas" así como como con el "Michael cretino". No sabía que decir. Lo único que vino de su boca cuando la abrió fue: —Dime sobre lo que pasó con tu papá.

Michael suspiró. Se recostó e inclinó su cabeza con el respaldar del sofá.

—Es un imbécil.

—Sí, eso tengo eso claro.

Él no continuó por un momento. Por lo que se quedó en silencio y esperó a que continuara.

—Él odia quien soy... lo que soy.

Se había dado cuenta de eso por sí solo, pero no lo dijo.

—¿Te hubiera lastimado? ¿Si la seguridad no hubiese venido cuando lo hicieron?

Arcadia | mukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora