Michael le hizo usar un casco, e insistió en ajustarle las correas por su cuenta, para asegurarse que se encontraran lo suficientemente ajustadas y no se desataran. Quiso protestar, ya que que nadie, nunca, usa un casco cuando solo esta practicando y era ciertamente más que capaz de mantenerse de pie en un par de patines a menos que nadie lo estuviera empujando, pero luego recordó el rostro de Michael en el hospital, cuando no sabía si iba a estar bien, por lo que decidió mantener su boca cerrada. Si él quería preocuparse, había ganado el derecho de hacerlo. Michael mantuvo una mano en sus caderas, mientras caminaban por el túnel de las bancas, como si estuviera asustado que también haya olvidado como caminar y fuera caerse. Pero, de nuevo, no lo mencionó. Luego, Michael dio un paso en el hielo, y extendió su mano.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó rotundamente, sin que fuera verdaderamente una pregunta.
—¿Podrías solo seguirme?
—Recuerdas que he hecho esto antes, ¿cierto?
Michael rodó los ojos y extendió las manos más hacia adelante.
—Tuve que verte tener la cabeza completamente rota, ¿de acuerdo? Quiero asegurarme que no te caerás, solo déjeme hacer esto.
Soltó quejas, pero no peleó. Tomó la mano extendida de Michael y lo dejó ayudarlo en el hielo. El sentimiento de los patines deslizándose a lo largo de la suave y fría superficie fue más satisfactorio de lo que creyó que sería. No se había dado cuenta de cuánto había extrañado esto. Todo se encontraba a oscuras en la arena, excepto por unas cuantas luces de seguridad, y se sentía como si nadie más en el mundo existiera excepto por ellos dos.
Michael no dejó ir su mano. Él patinaba por detrás suyo para que en su caso pudiera tomar la delantera, mientras lo sostenía, como si tuviera miedo que se fuera a caer. Era molesto y dulce al mismo tiempo.
—De acuerdo, ves, estoy bien —dijo —. ¿Puedo patinar como un adulto ahora?
—No.
Se acercó a Michael y lo besó, para distraerlo lo suficiente como para que dejara ir su mano para ponerlas alrededor de sus caderas. Luego, se alejó repentinamente de él y se fue, para patinar una rápida vuelta alrededor de la pista. El frío aire llenó sus pulmones, mientras sus muslos quemaban con el esfuerzo. Había pasado casi un mes, pero su cuerpo todavía conocía esto demasiado bien. Sus pies sabían cómo estructurarse, el uno delante del otro, cruzándose en turno e inclinándose para que pudiera deslizarse. El sonido era confortante, con las justas escuchándose, pero aun así oíble; cuchillas de metal en hielo y aire silbando mientras azotaba contra sus orejas. Por primera vez desde que se lastimó, estaba molesto de que esto se le hubiera sido quitado por tanto tiempo. Sin embargo, fue solo por un momento. Luego, solo estuvo exaltado y sin aliento de vuelta.
La cara de Michael se encontraba entre una mirada de desaprobación y una sonrisa afectiva cuando volvió de nuevo a su alrededor y paró de golpe, cubriéndole a propósito la barbilla a Michael en una lluvia de nieve por el hielo.
—¿Ves? —dijo, sonriendo —. Estoy del todo bien.
—Eres un idiota, eso es lo que eres —le informó Michael arrogantemente, pero de todas maneras lo atrajo de vuelta para besarlo. Su molestia venía de su preocupación, y podía entenderlo.
Se quedaron por un tiempo, poniéndolo a prueba. Era agradable ahí, cuando había silencio. Sus palabras hacían eco en las pareces, rebotando en las vacías cavernas del enorme espacio como si estuviera en el fondo de un cañón. El zumbido del aire acondicionado era el único sonido aparte de ellos dos, dándole a la habitación un difuso y surreal sentimiento, alejando todo lo demás que parecía importar. La poca luz lo hacía casi romántico, las sombras jugaban en el rostro de Michael cuando se movía. Él lo seguía sosteniendo. No lo necesitaba, pero lo dejó hacerlo de todas formas. Michael sostenía sus brazos o sus caderas cuando patinaban, y se encontraba más aliviado que molesto de saber que todavía podía seguir haciendo esto. Necesitaría trabajar duro las siguientes semanas para volver a ponerse en forma y reconstruir la masa muscular que perdió al estar inactivo por casi un mes, pero todas las habilidades que estuvo perfeccionando su vida entera seguían ahí. Su cuerpo todavía sabía cómo moverse, cómo moverse a sí mismo, aunque fuera algo más lento que antes.
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Arcadia | muke
FanfictionCrujidos, aire denso. El sonido del áspero rasguño de los patines en el hielo. El confuso e inentendible eco de las voces masculinas, sonando por las bigas y rebotando en los vacíos asientos. El familiar olor a sudado de los uniformes, y el suelo de...