vingt-six

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Las eliminatorias de hockey fueron todo lo que Ashton dijo que serían, y nada de cómo lo que pudo imaginar antes de experimentarlas. Las observó, por años, con su padre y hermanos, pero nunca tuvo una idea de cómo serían realmente. Todo fue tan rápido. Con las justas pudo mantener la cabeza en alto durante los juegos. Sintió como si su cerebro no fuese capaz de moverse así de rápido, como si estuviera procesando una oración antes que la siguiente ya estuviera por la mitad. Primero, jugaron los Senadores, sus rivales a las orillas de rió en Ottawa, logrando que resultara golpeado como en un ring de boxeo, una y otra vez, cada vez que se encontraba en el hielo. Los jugadores rivales lo tomaron de blanco solo porque era bueno, y cada vez que era aplastado contra los tableros y caía al hielo, en todo lo que podía pensar (aparte del dolor) era en Michael, atrapado en la cabina con el traje de vestir que odiaba vestir, llorando cada vez que lo veía desplomarse, y entrando en pánico cada vez que le tomaba unos segundos extras levantarse. Intentó mirar hacia arriba todo el tiempo, donde sabía que Michael se encontraba sentado, para asegurarle sin palabras que no se encontraba herido, pero no estaba seguro que sus mensajes llegaran. No era como si pudiera mover la mano. Parecería un loco.

—Están malditamente encima de ti —se quejó Ashton, mientras cojeaba hacia las bancas y se doblaba encima de ellas en un intento de recuperar el aliento luego de unos, particularmente, desagradables golpes.

—El maldito Karlsson está encima de mí —se quejó, refiriéndose al otro capitán Suizo. Ni siquiera era un chico grande. Era como quince centímetros más alto en su comparación, pero era feroz, y no podía quitárselo de encima. Nunca fue demasiado bueno en el elemento físico del juego. Su valor caía en el patinaje rápido, manejar bien el palo y anotar puntos. No podía dar golpes, nunca fue capaz de hacerlo.

—Yo me encargaré de él —dijo Calum, con su mirada seria y oscurecida.

—Si haces que te suspendan, o te lastimen como a Clifford... —advirtió Nathan, escuchando desde lejos su conversación e inclinándose en su delante para amenazar a Calum.

—Clifford no hizo que lo lastimaran, un maldito lunático pasó encima de él en un auto —atacó Calum, mirando a Nathan. Él estuvo siendo bastante protector con Michael desde lo que pasó —. Discúlpalo por no ser Spiderman y poder salir de eso. ¿Qué tal si voy por ti en mi Bentley* y vemos si logras escapar sin un solo rasguño?

—Dios, relájate —siseó Ashton —. Eso no fue lo que quiso decir.

—¿Podrías calmar tu trasero? No podemos perderte a ti también, idiota —dijo Nathan, mostrándose de todas formas arrepentido —. Eso es lo que quise decir.

—Si él pelea de vuelta ambos iremos por el número cinco —señaló Calum. Él sonrió y le dio un palmada en la espalda —. Luego el chico nuevo puede anotar una detrás de Hammond mientras Karlsson está en la basura.

Calum saltó sobre los tableros antes que alguien más pudiera discutir, empezando su siguiente turno teniendo de blanco a Karlsson. Tomó unos cuantos tiros malos hechos apropósito llegar a la incumbencia del otro jugador, cuando el palo no se encontraba cerca de ninguno de ellos, para que Karlsson pudiera caer en la trampa, mientras los veía ansiosamente a la vez que guantes eran lanzados al hielo y golpes eran tirados. No fue un gran tira y afloja. Más que nada, dieron vueltas en sus patines, esquivando los golpes de los demás con excito para luego perder su balance y caer al hielo en una pila de extremidades y patines. Ambos equipos se levantaron y golpearon sus palos en el vidrio en apreciación del esfuerzo de sus respectivos equipos, para que luego Calum y Karlsson fueron llevados por un árbitro lado a lado a las cabinas de sanción, como Calum planeó. Él sonrió, engreída y satisfactoriamente en su dirección mientras pasaba patinando.

Arcadia | mukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora