dix-huit

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Aunque no quisiera, la doctora lo hizo quedarse por la noche. Dijo que puede que tuviera quedarse por unos cuantos días. Por su parte creía que aún estaban por verlo. Pero, Michael se quedó a su lado. Una, para nada disparatada, enfermera que cubría su piso trató de hacerlo irse una vez que las horas de visita acabaron, pero logró hacer un escándalo por eso y eventualmente ella se rindió, moviendo la mano a medida que se retiraba de la habitación, murmurando algo sobre que no tenía tiempo para lidiar con eso.

—Realmente no tienes que quedarte —le dijo a Michael una vez ella se fue —. Si es que no quieres. Si te es demasiado difícil estar aquí. Estaré bien.

—Y tú realmente tienes lastimada la cabeza si es que crees que me iré —respondió Michael de manera corta, rodando los ojos. Solo había pasado un breve momento desde que él bajó sus defensas, y ahora estaba de vuelta en su mismo estado de siempre. Terco, ferozmente leal y con un malgenio cuando alguien decía algo que creía que era estúpido, incluso si es que era esa persona.

Michael lo ayudó a mantenerse despierto por un tiempo, porque los doctores querían revisar sus signos vitales unas cuantas veces antes de dejarlo dormir. Hablaron, de nada y de todo. Estuvieron besándose por un tiempo, apretados en la pequeña cama. Se sintió mareado y sin aliento, por la suave y decidida manera en la que Michael lo besaba, como si estuviera haciendo algo importante. Luego, jugaron cartas en la pequeña mesa de la sala de descanso al final del pasillo. Su cabeza palpitaba y algunas veces sentía como si fuera a vomitar, pero de igual manera fue divertido porque Michael estuvo a su lado. Eventualmente, mirar a los número y símbolos en las cartas de juego hizo que sus ojos dolieran, por lo que tuvo que parar. Fue advertido que pasaría. Le advirtieron que puede que no fuera capaz de leer por un tiempo o ver televisión. Lo asustaba. Solo esperaba que los doctores estuvieran equivocados.

Cuando finalmente le fue permitido dormir, un par de asistentes armaron una camilla para Michael, pero no la usó. Él durmió a su lado, fue estrujado, demasiado caliente y particularmente no del todo seguro porque seguía conectado al monitor cardiaco y a una intravenosa, pero no le importó. Nunca antes pasó una noche en un hospital, y probablemente Michael pasó demasiadas. Pero, no lo quería más lejos de lo que ya se encontraba.

Ashton, Calum y Brendan aparecieron en la mañana, con Ashton cargando un cómicamente grande pingüino de peluche.

—Oh mi Dios —dijo Michael, rodando los ojos de nuevo en el segundo que ellos pasaron por la puerta —. ¿Qué demonios es eso?

—Creí que las flores serían demasiado femenino —dijo Ashton con un encogimiento de hombros.

Soltó una risa.

—Santa mierda. ¿Dónde lo encontraste?

—Conozco un chico.

—Un chico con un pingüino gigante.

Ashton le sacó la lengua y tiró el peluche en dirección a Michael. Él lo tomó y rio también.

—Esto se quedara en tu casa —le dijo Michael —. No compartiré cama con esta cosa, ya tengo suficiente con lidiar contigo acaparando las mantas.

—¡Dámelo! —demandó, estirando los brazos. Michael se lo lanzó, para que pudiera examinarlo más de cerca, y luego lo abrazó. Era casi de su tamaño —. Esto es genial.

—Eres un niño gigante de seis años —le dijo Michael.

—Lamentamos no haber venido la noche pasada —Ashton se sentó en una de las sillas, Calum en la otra, y ya que no había una tercera Brendan se plantó a él mismo en el regazo de Calum.

—¿Cómo es que tienes un trasero tan huesudo? —se quejó Calum.

—Cállate, Hood.

—Todos estábamos preocupados —continuó Ashton —. Aunque, Therrien dijo que te encontrabas bien, así que supusimos que de todas formas no había algo que pudiéramos hacer.

Arcadia | mukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora