Cap. 8

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Luego de estar dos horas más en el aburrido evento, regreso a casa. Espero encontrarme con el mismo silencio de siempre, pero me sorprendo al escuchar ruidos y música en la cocina.

Con los tacones en la mano, me acerco y escucho una voz tarareando. Frunso el ceño al encontrarme con mamá haciendo postres y cantando.

Si creía que mi día había sido lo suficientemente raro, entonces estaba tan equivocada.

– ¡Preciosa Stell! Por fin llegas, hijita. Te estaba esperando para que probaras éstas deliciosas galletas que preparé hace un rato –exclama abrazándome.

– Que.... ¿Bueno?.

Que alguien me explique qué mosquito le picó a esta señora, porque tanto cariño viniendo de ella no es para nada normal.

– También estoy haciendo unas tartaletas con crema de limón que seguro te encantarán –dice emocionada mientras vuelve a batir lo que sea que es esa mezcla.

– Claaaro, seguramente serán lo mejor que coma en toda mi vida –digo sarcástica y ella sonríe.

– Amo tu sarcasmo, te hace ver más alegre de lo que ya eres. ¡Pop! –exclama tocando la punta de mi nariz.

Díganme que ella no acaba de hacer eso, por favor.

¡Esto ya es algo muy loco! Apuesto a que mamá tomó un medicamento que no debía y eso la llevó a perder la poca cordura que le quedaba.

– Jaja, qué tierna eres. ¿Ahora me puedes decir que todo esto es una broma? ¿O es que acaso estoy en la película de Coraline y la puerta secreta?.

Ella se ríe sacando una bandeja del horno.

– Me alegra entender esa referencia, recuerdo que era tu película favorita cuando tenías 11 –dice poniendo una rara crema en las tartaletas recién sacadas del horno– Ahora necesito que pruebes esto.

Sin previo aviso, mamá mete una tartaleta en mi boca y me sonríe esperando a que le diga qué tal están.

Hago un gran esfuerzo para no escupir y enjuagarme la boca por el horrible sabor que eso tiene.

¿Qué persona con sentido común le pone vinagre a una crema de limón? Oh, cierto; mi madre es la única que hace eso teniendo un libro de recetas en la mano.

– Está riquísimo, deberías dedicarte a la repostería –miento. En lugar de agrandar su sonrisa, ella hace una mueca.

– Cariño, sé que estás mintiendo. Si no te gustó, dímelo, así me ayudas a mejorar.

– Te diré la verdad: Esa cosa es un asco, sabe muy mal.

– Gracias por decirlo –dice poniendo una mano en mi hombro– ¿Me ayudas a hacer los brownies? Será divertido aprender a hacer esto juntas, además de que así no pasas toda la tarde encerrada en tu cuarto sin nada que hacer.

Justo cuando pensaba que esto no podía ser más extraño de lo que ya era, me sale con esto.

Aprovecha la oportunidad, ella te quiere y por eso está intentando ser mejor persona.

– ¿Qué hay que hacer primero? –le pregunto sonriendo y ella aplaude contenta.

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Me siento en una de las sillas de la cocina mientras espero a que el chocolate esté listo.

Si digo que ayudar a mi mamá a hacer brownies fue una de las peores cosas que he hecho, estaría mintiendo bastante. Sorprendentemente fue divertido y entretenido.

Al parecer mamá vio un programa de televisión donde las madres hacían postres con sus hijos y la pasaban bien, lo que hizo que ella se sintiera triste porque luego de lo que pasó hace algunos años las dos nos distanciamos.

Así que fue una linda y rara experiencia compartir esta actividad con ella. Obviamente no perdí la oportunidad de tomarle una foto y enviársela a Clarisse para poder hablar de esto en unos días.

– Ya falta poco para sacar los brownies del horno, si quieres podemos charlar para esperar menos –dice sentándose frente a mí– ¿Cómo estuvo el evento de hoy?.

– Muy bien, la reunión fue agradable y la causa de la campaña es algo increíble.

– ¿Ya sabes quién aportó el dinero? Claro, además de los Young.

– El señor Adams, aunque no lo supe sino hasta que su hijo me lo mencionó.

Al instante recuerdo el momento en que lo encontré llorando. Me pregunto cómo estará ahora.

– Vaya, eres algo distraída. ¿Cómo se llama el hijo del señor Adams?.

– Horam.

– ¿Y te llevas bien con él? ¿Son amigos cercanos?.

– Pues sí, sólo lo conocí hace dos días en la presentación de inicio de año escolar y me cae muy bien.

– Eso es perfecto, veo que por fin estás ayudando en algo. Me alegra que te acercaras a él para que podamos sacar provecho de la nueva campaña. ¡Te felicito, linda!.

Ya sabía que esto era demasiado bueno como para tratarse de ella.

– ¿Qué?.

– No me intentes engañar, sé que estás fingiendo ser su amiga y que se llevan de lo mejor para que ambas nos beneficiemos del dinero de esa campaña. Nunca se me habría ocurrido esa idea, ¡Bien hecho!.

Enojada por sus palabras, me levanto y salgo de la cocina. Mamá me llama, pero la ignoro y subo las escaleras.

¿Cómo puede pensar de esa forma? ¿Lo único que le importa es el dinero? ¡Está loca!.

– ¡Stella! ¡Deja de ser tan malcriada! ¡No puedes enojarte por todo lo que te digo! –grita ella intentando detenerme, aún así no lo hago.

Subo todas las escaleras de la casa hasta llegar al pequeño ventanal del tejado, el sitio más especial que tuve con papá. Lamentablemente dejó de ser especial cuando él se fue.

  "–Cuando sientas que estás triste o enojada, incluso cuando estés feliz; no olvides venir aquí y llamarme para que nos sentemos juntos. Siempre estaré para tí, eres mi niña, jamás te daría la espalda."

Mentiras, puras mentiras.

Toda mi vida era a base de mentiras, a veces llego a pensar ¿Qué es real en Westyler? Las personas no, porque está más que claro que todos aquí son falsos intentos de perfección. Tal vez sí hayan cinco o seis personas que no lo sean, pero ¿Quién sabe? Cuando la cruel verdad está frente a nuestros ojos, preferimos voltear a ver la bonita mentira.

Sé mi cielo estrelladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora