Capítulo 28

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Un ordenador portátil de la policía estaba conectado a la pantalla, y los policías se veían nerviosos.

—Si no se corta la trasmisión, lo cogeremos, señor Lautner. No se preocupe—Bruno no dijo nada, no se movió, solo miraba fijamente hacia la pantalla, casi sin pestañear.

— ¿Quien la tiene? —Gruñí hacia la televisión, no era capaz de moverme, mi cuerpo estaba demasiado tenso—No entiendo nada.

—Desde hace unos meses—Bruno empezó a hablar, sin moverse—He recibido amenazas de un loco que está obsesionado con mi princesa—Sentí mi sangre hervir de rabia en ese momento—Por eso he estado tan pesado con ella estos meses...Él la tiene ahora. Me llamó y me dijo algo muy raro... —

—Que... ¿Qué te dijo? —

—Que por fin la reina estaba en su castillo. Y antes de colgar...Dijo...Jaque mate—Sentí mi corazón caer en picado hacia mi estómago, y un nudo instalarse en mi garganta, impidiéndome respirar bien.

Me giré hacia la pantalla. Davina seguía inconsciente, atada de pies y manos. Verla así me hacía un hueco en el pecho, y me hacía sentir impotente.

Yo no dejaba de mirar hacia la pantalla, se escuchaban ruidos, alguien estaba detrás de la cámara. Según me había dicho Bruno, el secuestrador había mandado la imagen directa a su teléfono, y la policía había logrado que se viera en la televisión.

Bruno no paraba de hacer llamadas, mientras yo me sentía morir por ver a mi ángel así, y no poder hacer nada por ayudarla. Gemma no estaba por ninguna lado, pero Bruno me dijo que el doctor era para ella, y él le había inyectado algo para que se tranquilizara, porque al parecer, estaba muy nerviosa y chillando.

Yo quería a los chicos allí conmigo, pero no era buena idea en ese momento llenarle la casa a Bruno de más gente, ya había demasiados policías allí dentro.

De repente, se escuchó el sonido de agua caer sobre alguna superficie. Todos miramos hacia la pantalla, y vimos aparecer un cubo. Acto seguido, alguien caminó con el hacia Davina.

No, no, no, no, no. No lo hagas.

Lo veía caminar hasta mi ángel, y quería matarlo. Él cogió el cubo con sus dos manos, y vertió el agua sobre Davina. Ella levantó la cabeza bruscamente, y empezó a jadear mientras tosía roncamente.

Abrió los ojos como platos y empezó a mirar hacia todos lados. Todo mi cuerpo se tensó y se llenó de más rabia hacia el hombre que tenía a mi ángel.
Bruno se acercó más a la pantalla, y subió el volumen.

—La reina ya se despertó... —La voz de ese hombre era ronca, y arrastraba las palabras. Estaba borracho, y se notaba. Bruno maldijo por lo bajo y tiró el mando contra la pared. Yo me sobresalté, y miré de nuevo hacia la pantalla.

— ¿Dónde estoy? —Preguntó Davina con la voz débil.

—En tu castillo reina...Estas en casa.

—Esta no es mi casa... —

—Sí, sí lo es...Te quedarás aquí para siempre...Nadie encontrará tu cuerpo— Davina sollozó, y el hombre se tapó las orejas—No llores, no soporto tu llanto. Basta— Davina agachó la cabeza.

—Lo siento... —Dijo como una niña pequeña. Ese psicópata se acercó a ella y le puso un mechón detrás de su pelo.

No la toques.

Gruñí en mi mente.

—No lo sientas, reina...Solo no llores, porque no lo soporto. Quiero que sonrías, que seas feliz...Ya te vi llorar demasiado.

Recuérdame [Liam Payne]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora