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''Una mano lava la otra y las dos, lavan la cara''.

A veces cuando ayudamos a alguien, no solo ayudamos a esa persona, si no que esa persona también nos termina ayudando a nosotros. La gente nos sorprende, nos enseña cosas que jamás nos imaginamos que nos podría enseñar. A veces, cuando entregamos una mano a alguien que la necesita, rompemos barreras. —Val Poetry.

1.421 días atrás.

El primer examen de este año fue jodidamente difícil. Solo tenía dos ejercicios, pero se nos hicieron eternos de desarrollar tanto a Francisco como a mí.

—Hoy es viernes —dice él mientras caminamos por los pasillos de la Universidad.

—No me digas, que inteligente —respondo con sarcasmo.

—Si, lo soy. Y tú, Señor amargado, me acompañarás esta noche al pub a tomar una buena cerveza y pasar las penas de este puto examen.

Suspiro con cansancio. No tengo ganas de ir a ninguna parte hoy.

—Dile a Simon. Él sin duda te acompañará.

—Eres un aguafiestas, bro.

Conversamos de tonterías en su auto mientras me va a dejar a mi casa, la cual queda relativamente cerca del campus en donde estudiamos.

Me bajo del auto y entro en la casa, y al momento en que lo hago, escucho la voz de mi madre por toda la sala.

—¿Estás bromeando? A ver, ¿cómo te lo explico? —suena exasperada mientras habla con alguien por teléfono—. Es un evento de caridad, no podemos hacer una gala, eso solo resulta en las películas. Aquí estamos hablando de personas en situación de calle, que necesitan de nuestra ayuda de manera inmediata.

Me mira y sonríe saludándome con la mano.

—Sergio, no... ¡aquí ayudamos de verdad! Estas personas no pueden esperar una noche más durmiendo en la calle —hace silencio—. Ya, lo sé. Bien, que bueno que lograste entenderlo. Nos vemos entonces, adiós.

Respira profundo y se masajea el hombro con una mano. Tiene ojeras bajo sus ojos que reflejan su trabajo duro. Mi madre es una mujer de 46 años, y tiene el corazón más bonito del mundo. Su trabajo es como voluntaria en un hogar de ancianos, y también en una organización benéfica que ayuda a las personas que lo necesitan. Mi madre trabaja sin recibir un peso a cambio, lo hace porque le gusta ayudar a otros. Y nosotros no es que tengamos muchísimo dinero, pero nos arreglamos bien con lo que gana mi padre en su trabajo como profesor en la facultad de Humanidades de la Universidad. A veces Simon y yo también aportamos en algunos gastos cuando logramos ganar algo en el pub.

—¿Quieres un té, mamá? —pregunto al verla así de cansada.

—Eres un sol, mi niño —dice asintiendo—. ¿Qué tal las clases hoy?

Se acerca y me da un beso en el hombro. Ella es bajita y yo ahora estoy mucho más alto, por lo que no alcanza a dármelo en la cabeza como cuando éramos pequeños.

—Bien. Espero que el esfuerzo termine valiendo la pena —comento poniendo agua en el hervidor.

—Lo hará, sin duda alguna. ¿Saldrán tú y Simon de fiesta hoy?

Mi madre se sienta en uno de los bancos de la cocina, observándome mientras le preparo el té.

—Yo no. Simon lo más probable es que sí, ya lo conoces.

—Bien, te quedarás solo esta noche. Tu padre me ayudará con las cajas en el voluntariado.

—No te preocupes por mí, estaré bien —digo dejando el té frente a ella en la encimera—. Ahora aprovecharé de subir y dormir un rato, ¿bueno?

Olvidado Amor (en pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora