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1.408 días atrás.

De pronto, tú

Llegaste a mi vida como un rayo

Sin esperarlo, sin buscarlo

De pronto, tú

Llenándolo todo con tus ojos

Encendiéndolo todo con tus labios

Y sin quererlo

Me tienes deseando ser tu protector

Convirtiéndome poco a poco en tu...

en tu... hombre?

No, no. No suena bien. Es más, suena horrible. Uf, por mucho que lo intento no logro escribir algo que rime con esta última parte. Estoy agotado, y se nota al tachar las palabras de mi cuaderno una y otra vez.

Tomo la guitarra nuevamente y toco las notas que Simon escribió hace algunos días. Aún no canto en voz alta, simplemente me enfoco en hacer calzar las palabras en mi cabeza. De todas maneras, la letra que escribí no va mucho con la melodía. Quizás debería empezar todo de nuevo... me frustra no lograrlo.

Me paso las manos por la cara en un intento de desestresarme. Cuando las quito y abro los ojos, noto una figura parada en la puerta de mi habitación.

—Lo siento, no quise asustarte —dice ella, mirándome con sus ojos avellana—. Vi tu mensaje diciéndome que no hay nadie más en casa y quise caminar un poco para relajarme.

—No hay problema —dejo la guitarra a mi lado en el suelo—. Puedes pasar si quieres, me vendría bien algo de compañía.

—Gracias. Estuve toda la tarde estudiando en el sótano. Me dejó muy tensa y con la espalda adolorida —dice masajeándose y estirándose.

Avanza mirando a su alrededor, poniendo atención a los detalles de mi pieza. Ya se hizo de noche, por lo que aprovecho y prendo una luz extra para mejor visión.

Mis padres aún no llegan. Como estamos casi en invierno, hay más trabajo en el voluntariado. ¿Y Simon? De fiesta, por supuesto.

—Tu habitación es muy bonita —comenta ella—. Y cantas muy bien.

—¿Me escuchaste cantar?

Maldición. Esperaba que no lo hubiera hecho.

—Si —contesta sentándose en el suelo a mi lado—. Tienes una voz hermosa. Ahora entiendo por qué te reías en el auto mientras yo cantaba.

La miro y reprimo una sonrisa.

—No me reía de tu voz.

—No me molesta que admitas que canto horrible, porque pues... si canto horrible, y lo sé —dice segura, pero con tono de voz dulce—. Espera —mira al suelo al cuaderno con mis escritos—, ¿escribes música también?

—Si —la miro mientras lee lo que escribí. Espero no lo encuentre demasiado cursi—. Simon escribe la melodía y yo le agrego la letra. Ambos tocamos guitarra y cantamos.

—¿De verdad? ¡Quiero escucharlos! —suena emocionada.

—Eh... tocamos algunos días al mes en un bar en el centro. La próxima vez que toquemos te diré para que vayas.

Olvidado Amor (en pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora