Definitivamente la ansiedad me iba a matar
¿Estará enojada?
¡¿Cómo no iba a estar enojada?! Le había estado ignorando los mensajes, las llamadas y hace 4 días no la visitaba. Nunca había agradecido tanto la existencia de las terapias a las que Perrie estaba sometida, y que aparte Leigh la tuviera retenida.
Pero no me podría esconder por siempre de esos ojos azules que me intimidaban y hechizaban.
Sabía perfectamente que no tenía sentido el hecho de que me escondiera, Perrie se me había prácticamente confesado, me había dicho que me amaba y aquí estaba yo encerrada en el apartamento mientras torpemente trataba de hacerme un emparedado.
Pero antes muerta a que Perrie supiera que me moría por ella, que prácticamente mi cuerpo y mis emociones respondían ante su llamado.
Me daba miedo estar con ella, me daba miedo enamorarme
Pero sería tan feliz
Solo verla despertar cada mañana, abrazarla, besarla, todo era perfecto.
En este momento no había nada que me impidiera correr a sus brazos y decirle que la necesitaba para toda mi vida, que una pequeña dosis nunca bastaría.
El sonido de mi teléfono interrumpió mis pensamientos
"¿Seguirás ignorándome?"
"¿Quién te crees para merecer mi atención? DJAJDJAS"
Bloqueé el teléfono y volví a hacer el sándwich.
-Soy la misma maldita colegiala- susurré
Minutos después sonó el timbre, me limpié las manos y fui a abrir.
Me estremecí totalmente al verla, llevaba unos jeans negros apretados, unos tenis, y una camisa blanca. Su cabello estaba hermoso como siempre y sentí perderme por unos segundos en sus ojos.
-Sé que no has salido de tu casa hace días- Murmuró- Así que traje comida china en vez de esas porquerías que has estado comiendo.
Yo quedé boquiabierta- ¿Quién te asegura que la comida china es mejor que comida china comprada en el restaurante de la vuelta?
Ella sonrió y pasó dentro del apartamento.
-Créeme, cualquier cosa es mejor que un emparedado de carne enlatada
-Pues perdón por no llenar tus expectativas de una mujer que se alimenta bien
-Deja de criticar y solo trae los platos.
Yo gruñí por lo bajo y fui a la cocina por platos, me incliné un poco para tomarlos, pero sentí unas manos en mi cintura y me puse nerviosa.
-Los platos me pudieron caer encima- Susurré viéndola sobre mi hombro
-¿Por qué no me has respondido?- Susurró y su aire caliente me hizo erizar
-He estado ocupada
-A veces extraño cuando eras mi estudiante- Sentí sus manos por mis piernas, mal día para haberme puesto falda- Y me perseguías por todas partes, ahora ni los mensajes me contestas- Perrie empezó a besar mi cuello y yo me estremecí
-Perrie...
-Quiero a mi estudiante de vuelta- Susurró en un tono firme que me hizo estremecer y que corriera una electricidad por mis piernas.
Solo se escuchaba su respiración por un momento y luego el recorrido de sus manos por sus muslos se detuvieron en mis bragas y las bajaron con una rapidez impresionante haciéndome sonrojar.
Me tomó por las caderas y me volteó en contra del mesón, me miró fijamente y luego sonrió sin mostrar sus dientes.
Maldita sonrisa.
Y yo ya estaba demasiado caliente como para reprochar.
Me besó con una suavidad impresionante, totalmente contraria a los movimientos que hace un minuto había mostrado, yo no pude evitarlo y la acerqué más a mí apretándole la nuca, ella gruñó y aceleró sus movimientos.
Me volteó de nuevo y yo suspiré.
-Me acuerdo cuando me dijiste que no te importaba que yo fuera la primera en ti- Perrie volvió a recorrer mis muslos y subió mi falda y me pegó una palmada fuerte, yo gemí- Me has estado ignorando por mucho tiempo, Thirlwall- Murmuró en mi oído
Yo no pude evitar recordar aquella vez en el salón
Me pegó nuevamente y yo gemí
-Perrie- Susurré
-Mira como tu cuerpo reacciona ante mí- Susurró y acarició el lugar donde me había pegado- Tu cuerpo me conoce y me pide a gritos que lo toque-
Esa vez me amó con locura, con pasión, rectificaba cada vez que esa era la persona con la que quería compartir mi tiempo, mi mundo, todo.
Los meses pasaron y nunca me había sentido tan completa en la vida, las sonrisas nos inundaban a ambas, los te amos sobraban, se había comportado como la perfecta mujer conmigo. Ella trabajaba y nos dedicábamos los fines de semana, dormíamos juntas.
-¿Quieres mudarte conmigo?
Yo me atraganté con la comida y Perrie rio sonoramente como siempre lo hacía. Bebí mi jugo de naranja y la vi recostada a la cocina sonriente y deslumbrante. Se acercó a mí, se sentó con confianza en mis piernas y me besó el cuello con suavidad.
-Es que no le veo sentido a esto de que un fin de semana en tu casa o en la mía, cuando puede ser todos los días juntas- ronroneó mientras dejaba unas mordidas en mi cuello.
-No me la estas dejando fácil- Susurré
-Yo ya sé la respuesta- Mordió con suavidad mi oreja y se levantó, yo le hice un puchero- Ve a bañarte que salimos en una hora para ver apartamentos.
Yo levanté una ceja y la miré expectante.
Y definitivamente quería todo con esa mujer risueña que se desnudaba frente a mí, en alma y cuerpo.
Yo era suya.
Ella era mía.