-Señorita Edwards- Escuché en el otro lado del teléfono, yo estaba recién levantada, pero la voz me parecía muy conocida.
-Sí ¿Diga?
-Habla con Leonardo, el rector de...
-Sí, ya lo recuerdo, señor, cuénteme a que se debe el placer de su llamada- Me levanté de la cama, me miré al espejo y desaprobé totalmente mi imagen.
-Verá, como dijo en su charla, daba clases ¿No es así?
-Así es- Puse el teléfono en altavoz y me empecé a desvestir para bañarme.
-Quería ofrecerle un contrato temporal, para que dicte clases aquí, le digo de antemano que será muy bien pago.
Yo quedé pensativa en sí debería aceptar, debido a que eso requeriría ver a Jade, suspiré.
-¿Señorita?
-Sigo acá- Murmuré
Te maldigo Thirlwall
-Acepto, mañana mismo podría empezar
-¡Excelente! ¿Le parece bien pasar hoy a firmar?
-Perfecto, en 2 horas paso
-Entonces nos veremos, señorita.
Colgué el teléfono y me miré en el espejo ¿Qué acababa de hacer?
Tenía un espacio libre para luego seguir mis clases, no pude evitar echarme en el patio, estaba cansada, luego de ayer con Ariana mi cabeza quedó echa un lío. Recordé entonces las palabras de Perrie "Me obligaron" "Lo hice por ti". Todo era tan confuso, todo lo que ella irradiaba era de la misma forma.
Nunca terminaría de conocer a Perrie Edwards.
Me recosté a un árbol y suspiré. Me quedé mirando a un punto fijo entonces de reojo vi unos cabellos rubios ahora totalmente reconocibles para mí, me asusté al instante. Siguiendo mis instintos seguí a la que parecía ser Perrie.
-No puede ser posible que me aparezcas en todas partes- Susurré para mí mientras la seguía de lejos, pero sin perderle el rastro.
Me sonrojé al ver la manera tan sutil que le sonreía a aquellos que le pretendían. Tenía una venda en su mano ¿Qué le había pasado?
-Maldita- Murmuré.
Me di cuenta entonces que iba a la oficina del rector, entonces me paré en seco.
Ella iba a trabajar aquí.
Maldición
¿Te estás vengando, Edwards?
Pero claro, quién no querría a una mujer así trabajando para uno.
Perrie iba a entrar a la oficina, pero se detuvo un momento, volteó y me vio, su rostro no tenía ni una expresión, sus ojos se veían opacos y neutros, tal cual cuando no nos conocíamos. No pude evitar sentir un escalofrío, me quitó los ojos de encima al segundo y entró a la oficina sin más.
-Auch- Dijo Ariana detrás de mí- ¿Qué tan mal quedaron para que esa diosa griega te mirara de esa forma?
Yo ignoré a mi amiga y me alejé cuanto pude de esa oficina. Estaba maldita.
Luego de lo que pareció media hora, vi a Perrie salir con el rector, él le dio una de sus mejores sonrisas y la rubia una de aquellas profesionales que los ingenuos pensaban que era real. Estúpidos, no han visto a Perrie Edwards sonreír de verdad. Cuando le dio la espalda volvió a aquel semblante serio propio de ella, creí que no me vería, pero lo hizo, de reojo y siguió caminando.
-Ve por ella, gatita- Susurró Ariana atrás mío, yo gruñí
-Debes dejar de hacer eso- Murmuré, y caminé hacia Perrie, iba hacia el parqueadero, yo tomé otro camino más rápido.
Casi corriendo llegué antes, estaba vacío, cuando Perrie llegó me vio con leve sorpresa y volvió a su gesto corriente.
-¿Qué pasa, Thirlwall?- Cuestionó cortante mientras buscaba las llaves de su auto en su bolso.
-¿Me puede explicar qué fue eso?
-¿A qué te refieres?- Contraatacó
Entonces me quedé hipnotizada en ella, se veía tan malditamente bien, llevaba una blusa negra muy casual con unos jeans del mismo color y unas botas. SU cabello estaba desorganizado como de costumbre y usaba lo mínimo de maquillaje. Tan juvenil, tan sexy, tan caliente. Mi cuerpo entero me traicionó
-Usted sabe bien a lo que me refiero, la forma en la que me miró
-De cuándo aquí tengo que darte explicaciones, Thirlwall
-Pero el día de mi apartamento parecía muy dispuesta a hacerlo- Murmuré, ella me vio perpleja, vi en sus ojos aquel destello de rabia y orgullo, yo maldije el haberla alterado.
Cuando encontró sus llaves siguió caminando.
-Sobre lo de ese día, Perrie...
-Olvida todo lo que hice ese día, ya no importa.
-Quiero que me lo diga, ahora- Exigí
-Debes entender que no te diré nada, olvídalo
Siguió su rumbo y yo me acerqué nuevamente.
-¿Quién la obligó? ¿Su padre?
Ella volteó y me sonrió sarcásticamente- Eso no te importa, Thirlwall- Dijo nuevamente con la voz suave, pero empapada de sarcasmo, se volvía voltear, abrió la puerta de su auto e iba a entrar, pero se detuvo- Por cierto, vi a tu novio en la entrada, creo que te está buscando hace rato- Escupió- Y salúdamelo
Entonces encendió su auto y se fue.
Te maldigo, Perrie Edwards.
Suspiré cuando llegué por fin a un semáforo, contenerme había sido complicado, pero confiaba en que podría manejar la situación. Jade estaba ya mayor, me perturbaba el cambio y a la vez lo poco que había cambiado. Seguía siendo aquella niña rebelde que expiraba una imagen angelical cuando en realidad era un demonio en varios sentidos. Aquella determinación.
Pensaba ir al hospital a visitar a Kendall, ella había sido en extremo adorable, en verdad quería volver a verla ¿Qué mejor forma que con un almuerzo?