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A veinte mil kilómetros de ti.

Zero terminaba su turno en el restaurante que trabajaba, eran las cuatro de la tarde y caminaba con prisa a la escuela de Ai y Ren, Sus hijos de diez años.

- ¡Papi! - gritó feliz Ren al verlo

- Al fin llegas, pensé que también nos ibas a dejar - dice mordaz su hija Ai

- Sabes que jamás los dejaría - dice Zero intentando acariciar la mejilla de su hija

Ai estaba molesta con Zero, ella quería conocer a su padre y Zero siempre eludía el tema.

Llegaron a casa Ai se fue inmediatamente a su habitación, no quería ver a su papá y no entendía por qué su hermano no la apoyaba. Era su derecho y Zero se lo estaba negando.

- Papá dice que la merienda está lista - dice Ren a su hermana

- No quiero -

- No entiendo por qué te enfadas con papá, él siempre ha sido bueno con nosotros -

- Pero yo quiero conocer a mi otro papá, quiero conocer al hombre que me dio este cabello y estos ojos castaños - dice la niña muy dolida

Ren que era mucho más calmado que su melliza se acercó a ella y tomó su largo cabello castaño.

- Creo que papá tiene sus motivos para no decirnos nada, quizás este hermoso cabello castaño es lo mejor que te dió ese señor -

- No entiendo - dice la chica

- Que alomejor no es un buen hombre, por algo papá huyó de él -

- ¡No! Mi padre es bueno, lo siento en mi corazón ¿Cómo puedes hablar así de él? También en tu padre -

- Sí, pero también soy hijo de Zero y si papá nos ha mantenido lejos de él, debe ser por algo -

- Sí, por que es un egoísta -

Zero que había ido por sus hijos se quedó con el alma angustiada al escuchar a su hija. Ai era como Kaname, era de carácter explosivo y muy obstinada. A diferencia de Ren, que era más bien como él, de carácter tranquilo, preocupado de todos y sobre todo conciliador.

Esa noche cuando sus hijos ya dormían, Zero se sentó en el balcón de su pequeño departamento, necesitaba algo de tranquilidad, su vida era muy diferente de lo que alguna vez había soñado, era padre soltero de dos niños, que amaba con toda su alma, pero era difícil, muy díficil para él. Principalmente por Ai, la niña desde hacía ya unos años se había vuelto su peor pesadilla, pero a pesar de todo la amaba. Zero tenía una pareja, que ahora estaba en su antigua ciudad intentando contactar con Kaname, pero las noticias no eran para nada alentadoras.

- ¿Cómo estás? - preguntó el hombre

- Nervioso, pudiste dar con él - dice Zero lleno de miedo

- Sí, di con él. Pero no he podido hablar, es casi imposible acercarse a él. No concede entrevistas, le he dicho a su secretaria que no es para ninguna publicación, que es algo personal, pero el tipo no quiere recibirme -

- Kaname odia todo lo que lo vincule con su pasado, no creo que quiera conocerla -

- Pero Ai, muere por conocer a su padre -

- Lo sé, pero Kaname... Ese hombre es tan difícil - dice Zero

- ¿Qué haremos si no está interesado en los niños? - pregunta el hombre

- Kain, no lo sé y eso me angustia, por que no quiero que los lastime -

- Amor, sabes que si algo malo pasa, pueden confiar en mí. Yo los protegeré -

- Vuelve pronto, me haces tanta falta - solloza Zero

- Es Ai ¿Verdad? -

- Es todo, te necesito a mi lado -

- Te prometo que mañana mismo ese hombre me va a tener que atender, aunque tenga que hacer el escándalo más grande del mundo -

Terminaron de hablar y Zero se quedó mirando las estrellas, como le hubiese gustado que las cosas fueran diferentes, él se había enamorado del hombre más malvado del mundo, acaso era un idiota masoquista. Por que el amor era tan cruel. Por que amar te dejaba tan triste y destrozado.

Zero había huido de casa de los Kuran, no quería ver nuevamente a Kaname, por lo que armó su bolso, tomó el dinero que Kaname guardaba celosamente y se llevó también el notebook del castaño. En realidad nunca entendió muy bien el porque, quizás para causarle alguna vez daño a Kaname, en él, el castaño tenía guardado el trabajo de su examen de fin de curso. Era una tontería casi de niños, pero quería que Kaname sintiera una vez al menos la décima parte de lo que él sufría por sus malos tratos.

Cerca de las dos de la madrugada entró al departamento y se fue a su habitación, no sin antes ir a ver a sus hijos. Como siempre Ren, había dejado todo ordenado, y dormía tranquilamente aferrado a su osito de peluche, se lo había regalado Kain en la última navidad y el niño le había cogido mucho cariño. Acarició esos cabellos color plata y sonrió feliz de verlo dormir tranquilamente. Después paso por la habitación de Ai, ese lugar era un auténtico campo minado, la niña era desordenada al extremo, había un calcetín sobre el televisor, cuadernos en el suelo, su mochila tirada sobre la cama y ella con la cabeza colgando de la cama hacia abajo. Zero la tomó entre sus brazos y la acomodó en la cama, la cubrió con el edredón y se fue finalmente a dormir.

Kaname no estaba en casa cuando Zero tomó sus cosas y con sus ojos llenos de lágrimas salía de la casa que había sido su hogar por más de diez años. Tomó el primer autobús que iba hasta el terminal de trenes compró un billete con cualquier destino, el lugar daba igual lo único que quería era estar lo más lejos posible de Kaname, fue así como llego al lugar donde actualmente vivía, una pequeña ciudad con un clima bastante cálido. Para dar inicio a su nueva vida rentó un pequeño departamento, en realidad más que departamento era una habitación con baño y cocina.

Allí comenzaría su nueva vida, esperaba poder olvidar a aquel hombre que había destrozado su corazón.

Lo mejor de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora