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Iniciamos la ronda final de este fanfic..... Siete capítulos más y esto se acabó.... Probablemente también tenga un epílogo, lo estoy pensando....

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(Kanon....)

¿Tatuaje? Ravazzi acababa de mencionarlo y sentí que se me enfriaba todo el cuerpo. 

No fue un maldito sueño. Sorrento estuvo en mi departamento y tenía un tatuaje en el cuello y...

—¿Lummiet? ¿Me estás oyendo? ¿Qué tienes?

Eo me tomó del brazo y cuando volteé a mirarlo, no supe que responderle. Ya no estaba seguro de lo que era realidad y lo que era un sueño.

—Será mejor hablar en privado. Lummiet, ven conmigo.

Esta vez fue Ravazzi quien me asió del hombro y no. Tenía que entrar a esa habitación a toda costa.

—Es mejor que vayas con él, Lummiet. Me quedaré aquí en caso que suceda algo. Yo te aviso al instante —

me dijo Eo y por un momento quise que el me acompañara.

No tenía opción y lo único que quería era respuestas. Tenía que entrar a ver a sorrento. Ese insensato, más le valía no morirse mientras yo... averiguaba que fue lo que sucedió.

Un par de enfermeras se acercó a la puerta y el otro sujeto que esperaba afuera con nosotros las abordó. Tras un intercambio de palabras vi como a se tipo lo dejaban entrar. Estuve a punto de regresar a protestar, pero Ravazzi me cerró el paso.

Mierda. Por lo menos Scyilla consiguió escabullirse tras ese sujeto, no sé como lo hizo. No importaba como, el me mantendría al tanto.

Ravazzi me hizo acompañarlo a la sala de espera: un lugar pequeño y apenas con unas sillas. No había nadie a los alrededores, pero Ravazzi tuvo que cerciorarse antes.

Convencido de que estábamos a solas, por fin se sentó a mi lado. No me gustó el modo como se apoltronó en el asiento, ni como sus cejas se juntaron antes de empezar a hablar. Respiró hondo y el tono grave de su voz terminó de alterarme.

—¿Qué tienes que decir Lummiet? —

fue la pregunta de Ravazzi

—Estoy dispuesto a escucharte.

Ese era mi parlamento. Yo quería saber que estaba sucediendo. ¿Cómo sorrento se involucró en un crimen? ¿Por qué él? ¿Por qué el Capitán?

El detective de Homicidios me miraba esperando una respuesta que no llegaría. No tenía nada que decir porque no podía pensar claro. Mis pensamientos se entreveraban y los recuerdos se confundían entre estos.

Sorrento tenía un tatuaje en el cuello. Si cerraba los ojos lo podía ver en mi mente; en tonos grises y era un As de espadas.

—¡La Baraja está metida en esto!

Fue lo único que pude dejar escapar de mi boca.

—Eso es evidente —

Ravazzi resopló con fuerza y se acomodó sobre la silla.

—Quiero saber como así tu omega se involucró con esa gente.

¿Cómo iba a saberlo? Sorrento se fue de mi vida hacia un tiempo. Debí notarlo la última vez que lo vi. Andaba enredado con Abel en el restaurante y...

—Lummiet, entiendes en el problema que estamos todos metidos. ¿Verdad? El Capitan del precinto está muerto —

Ravazzi se llevó las manos a las sienes visiblemente preocupado

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