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Géminis, perdón el señor Géminis no me dirigió la palabra durante lo que duró el maldito viaje en auto. No sabía para donde íbamos, solo que sentado a su lado me sentía perro faldero. Dado que ese maldito Alfa parecía más interesado en ignorarme, opte por hacer lo mismo.

Eche los ojos a la calle, alerta al camino. Me di cuenta que estábamos de vuelta en Athenas, por los letreros de tránsito. Sin embargo, desconocía esta zona tan exclusiva.

Desde que llegué a Athenas mantuve un perfil bajo. Me mantuve en mi pequeño vecindario y apenas dejaba mi departamento para ir a trabajar, al supermercado y a la plaza para pintar de vez en cuando.

Pero esa vida quedó atrás. Era ahora un recuerdo mi libertad. Ahora que viajaba entre Alfas, no sabía cuál sería mi destino.

De repente podía saltar del auto en movimiento. Con un poco de suerte me arrollaba un camión y dejaba de existir. La idea de terminar con mi vida seducía.

Lo intenté antes, varías veces, pero soy un cobarde que no puede si quiera lograr algo tan simple.

Ahora mismo estoy hundido hasta el cuello. No sé que va ser de mi y de Eurídice. Nada bueno puede venir de un Alfa y eso es lo único de lo que puedo estar seguro.

Por fin se detuvo el auto. ¿ Si intento correr hasta donde podré llegar sin que me destrocen esos gorilas que tiene como guardaespaldas?

Caín en el asiento del copiloto y dos autos más viajaban con nosotros en caravana. Uno de esos gorilas se acerca a abrirle la puerta a Géminis. Me toca seguirlo, Caín me hizo un gesto para que lo hiciera.

No conozco el área. No sé qué hacemos en la entrada de una sastrería. Ya es de noche y en la puerta el letrero de "cerrado" estaba bien claro.

Sin embargo, las luces se encendieron dentro de la tienda. Y en seguida aparecieron dos figuras pequeñas hablando a la vez.

-Señor Géminis, buenas noches. Por favor, adelante-

-Adelante, es un gusto verlo señor Géminis. Por favor, pase, pase usted-

Era una pareja de betas y hermanos sin duda, por qué se parecían muchísimo. La mujer era más pequeña todavía, pero era la que hacía más reverencias. Géminis, como todo Alfa déspota, los ignoró con una mueca.

Entramos a la tienda y yo fuí trás Géminis como un perro entrenado para seguir al amo. Caín iba detrás de mí y no me dejaba un centímetro de libertad, como para pensar en huir.

Allí dentro, el olor de fardos y fardos de telas eran tan penetrantes, que me dieron ganas de rascarme la nariz.

El establecimiento era amplió, bastante más de lo que parecía desde afuera. Piso alfombrado, Paredes decoradas con papel tapiz bastante moderno y estantes llenos de telas de diversas texturas.

Creó qué me distraje contemplando el recinto, porque perdí noción del tiempo. ¡Que va! Esos betas se deshacían en halagos para el tal Géminis.

Un beta nuevo, recién llegado se acercó. Fue cuando sentí la mano enorme de Géminis jalarme hacia si y de pronto estaba en sus brazos.

-Necesito que se encarguen de esto-

Anunció Géminis con cierta ceremonia y me empujó hacia los tres betas quiénes se congregaron ante sus palabras.

-a la orden, señor Géminis-

-por supuesto, empezaremos a trabajar en este momento, ven, ven aquí--

Dijo la mujer y me puso frente a un espejo de tres cuerpos

-hay mucho que hacer aquí-

Las palabras de Géminis me supieron amargas, pero ya estaba acostumbrado. Ante los ojos de la sociedad yo era una cosa. Probablemente el nuevo juguete de Géminis, ante los ojos de esos betas.

DOMINUS ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora