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(Sorrento...)

-¿Por qué tan callado, Sorrento? No tienes nada que decir, ¿ah? ¿Ni siquiera quieres saber lo que pasó con tu querido Abel?

No me interesaba seguir oyéndolo. Alberich estaba mal de la cabeza y lo último que quería era darle más cuerda. La otra mujer, la beta me observaba, sin decir nada. Podía notar lo incomoda que Alberich la ponía.

—Está bien Sorrento, guarda energías para luego. Vamos a tener visitas dentro de poco. Te vas a querer morir cuando los veas.

Prefería escucharlo, antes que responder ante sus provocaciones. Estaba al tanto de lo que estaban planeando esos dos. Kanon estaba en camino o al menos es lo que ellas esperaban.

Sólo podía esperar que ese idiota no apareciera por aquí. No después de todo lo que pasó entre nosotros. Me hizo una promesa y no se podía morir hasta cumplirla. No, seguramente Kanon sabía a lo que se atenía y más le valía no venir a buscarme.

Lo último que quiero es darle más problemas. No podría soportar ver que le hagan daño por mi culpa.

—Te ves preocupado. —

la mujer beta se me acercó y hasta se agachó a mi altura.

—Todo va a terminar dentro de poco.

Continuó y preferí esquivar la mirada.

—No imaginé que tú fueras a tener tanto impacto en Kanon. Te diré la verdad, Sorrento. Cuando Eo llegó al cuartel, hasta podía apostar que el iba a hacer que se olvide de ti. Y no fue así. Nunca aposté, odiaría perder dinero de ese modo, como botarlo a la basura.

—A ti solo te interesa el dinero, tetthys. Por eso sigues aquí. —

la voz de Alberich tenía mucho fastidio guardado hacia su compañera.

Creo que ambos lo notamos, pero la tal Tatthys prefirió ignorarlo.

—Esto de las feromonas es algo peligroso. Incluso a mí me empezaron a afectar al estar tan cerca de Kanon. No voy a negar que me gusta mucho. Es tan varonil y atractivo que no puedo esperar para acabar con él con mis propias manos. Me encantaría hacer tantas cosas con él... Sería tan divertido...

Genial, una estaba completamente loca y el otro también. Alberich hizo una mueca de asco y hasta rodó los ojos. Tuve que disimular una también, porque las palabras de Tetthys me encendieron de ira.

Los betas siempre fueron presas fáciles para los alfas. Cuando trabajaba con Alberich en la cafetería, más de una vez varios alfas obtuvieron comida gratis. El idiota del jefe los dejaba marcharse sin cobrarles. La tal tetthys estaba obsesionada con Kanon, por el efecto de sus feromonas y no se daba cuenta de ello.

Vaya y yo pensando que era el único jodido en todo este enredo.

—Espero que ese perro policía aparezca pronto, así te callas de una vez, Tetthys. Y de paso te largas de una vez.

—¡Qué grosero! ¿No te das cuenta de que si me voy te quedas solito?. Tu amado Abel ya está en el otro mundo, tu noviecito, no sé. No sé si vuelva, no se veía bien cuando se marchó. Yo que tú me fijo, quizá se fue a reunir con su amiguito al otro lado.

—Deja de decir tonterías. Siegfried no me dejaría. En cambio tú, Sorrento. ¿Crees que tu querido alfa, ese que te marcó aquella vez y te dejó tan mal, venga a buscarte? Yo creo que no lo va a hacer. Te usó como lo hizo Abel, fuiste su puta de turno y te cambió por otro. ¿no Tetthys? Por otro omega con el que hizo una familia.

¿De qué está hablando esta zorra?

—El otro omega, cierto. —

añadió la otra bruja.

DOMINUS ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora