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—El día que decidas hacerme caso, me lo agradecerás.

En un pequeño pueblo, a pocos kilómetros de la ciudad de los Santos, una familia de cuatro miembros discutían sobre el futuro de Amber, una adolescente que pese a su edad, actuaba y daba respuestas correspondientes a las de una adulta hecha y derecha. No había inconvenientes en su forma de actuar, es más, llegó a ser una de las chicas de mejor reputación en aquel pequeño pueblo, sin embargo, pese a ser una persona muy segura de sí misma, seguía teniendo cierta incertidumbre sobre qué estudiar en un futuro.

—No es tan fácil, George, llevo años preparándome para la selectividad y entrar en el mundo de la medicina, y por unas putas milésimas todo se ha ido a la mierda.

—Cuida tu lenguaje, señorita, diciendo palabrotas no vas a conseguir nada salvo enfurecerte aún más —dijo su padre, mientras tomaba un sorbo de cerveza bajando el volumen de la televisión a su vez.

Amber ahogó un suspiro, y comenzó a estresarse más de lo que ya estaba. Entrar en el cuerpo de policía
había sido siempre una de las opciones secundarias si por algún casual no llegaba a conseguir su sueño de ser cirujana, pero nunca se había planteado no conseguirlo; jamás en su vida había pensado que llegaría a fracasar en algo tan simple como sacar excelente nota en la EvAU (Evaluación para el Acceso a la Universidad)

—Creo que necesito descansar, necesito tener la mente despejada antes de cometer alguna estupidez más.

Amber se levantó de la mesa. Su semblante no reflejaba nada salvo seriedad, pero en su interior había mucho más, aunque nadie de su familia logró descifrar.

—Descansa bien, aún tienes tiempo de ver lo que verdaderamente quieres trabajar y estudiar, cariño.

Su madre se levantó y le dio un abrazo, y minutos más tarde, Amber ya se encontraba en su habitación, llorando.

—¿Qué voy a hacer ahora? —murmuró, sollozando en la almohada—. Todos estos años estudiando como una desgraciada para nada. Por qué yo...

Alguien llamó de repente a la puerta, pero Amber ni se molestó en abrirla ni en responder, no estaba con humor de hablar con nadie.

—¿En serio estás llorando? —era su hermano, George—. Por favor, cuántos años tienes, ¿ocho? —cerró la puerta con suma delicadeza y se acercó a la cama de su hermana, no sin antes tropezar con un libro que había tirado en el suelo—, qué cerda eres, cuándo limpiarás tu habitación, por Dios.

—Cállate, la tuya sí que es una pocilga, mamón —respondió, secándose las lágrimas con la camiseta de su pijama.

—Mira, no he venido aquí para discutir, me acaba de hablar Jaime.

Amber apretó la almohada de repente y miró a su hermano con ira consumida.

—Ya te dije que no quiero saber nada de Jaime, es un puto pesado así que espero que le hagas saber que lo nuestro terminó ya hace más de tres semanas.

Su hermano comenzó a reír sin gana, y negó con la cabeza.

—No es nada de eso, tranquila, es porque sabe que no te ha dado la media para la carrera de medicina y sabe muy bien cuánto deseabas entrar.

—Ya veo, quiere reírse de mí, ¿verdad?

—¿Puedes dejar de ser tan estúpida? Su hermano mayor estudió para las oposiciones de policía hará ya ocho años, y la verdad es que le fue muy bien, demasiado bien. Ahora está en Australia, si no me equivoco... la cosa es que Jaime te puede proporcionar dudas que tengas sobre todo esto tema, es más, quizás hasta puedas hablar con su hermano.

Amber permaneció callada durante unos segundos, meditando lo que su hermano le acababa de decir. Amber conocía la sensación que estaba sintiendo en aquellos precisos instantes, un sentimiento agradable pese haber estado escasos momentos atrás a punto de tirar el móvil por la ventana. Formar parte en el cuerpo de policía nunca había sido su primera opción, pero parecía ser que el destino le ofrecía esta oportunidad por algún extraño motivo, y algo en lo que no creía Amber era en las coincidencias. Era como si un ser del más allá le incitara a seguir este camino que tanta gente a su alrededor, incluso ella misma, ansiaban que escogiera. No había una clara razón por la que una pequeña parte de Amber quisiera formar parte del cuerpo de policía; sí, en su colegio y actividades escolares siempre había destacado en ser o la más rápida, más flexible o incluso más fuerte entre todos sus compañeros y compañeras; también, los estudios nunca le habían supuesto un problema, por lo tanto, aunque no estuviera del todo sumergida en el mundo policíaco, pronto aprendería sobre éste. ¿Sería de veras aquella la mejor opción? Pronto lo descubriría.

—Está bien, quedaré mañana con Jaime, y de paso le soltaré unas cuantas palabras que no pude decirle desde la última vez que lo vi.

Conway, Jack ConwayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora