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Amber's POV

El móvil se me había apagado haría ya un par de minutos.

Mientras esperaba a Conway sentada en las sillas cerca de la entrada de la comisaría, comencé a preocuparme por si el muy estúpido me había tomado el pelo. Quizás había malinterpretado sus palabras y eso de que nos fuéramos a ver a las ocho de la mañana, era todo una manera de hablar que significaba básicamente que no nos volveríamos a ver nunca más...

—Cariño, llevas sentada ahí media hora, ¿a quién estás esperando? —me preguntó la recepcionista, con un tono amable aunque un tanto desesperado, como si estuviera harta de verme ahí sentada sin hacer nada salvo esperar.

—He quedado con Conw- con el superintendente a las ocho, pero no hace mención de aparecer.

La mujer asintió, mientras cogía el teléfono más cercano a su escritorio.

—Han recibido una llamada acerca de un atraco a pocos minutos de aquí. Los atracos no les suele llevar más de quince minutos si Conway está presente... ya sabes, el hombre de las persecuciones es la personificación del superintendente. Me extraña que no haya vuelto, quizás se esté tomando una copa con sus compañeros. Voy a llamarle si te parece, me parece muy maleducado por su parte haber quedado contigo y no aparecer, ¿entiendes?

—Sí, por supuesto.

En menos de cinco minutos, apareció Conway entrando por la puerta de la comisaría, y tardó varios segundos en reconocerme.

—¿Se ha ido ya la pija esa? Debbie podrías haberme avisado de que se iba, por Dios.

La recepcionista rio suavemente, y señaló con el dedo hacia donde yo me encontraba.

Conway se giró, y no pude realmente saber lo que rondaba por su mente en esos momentos. Nunca me he considerado una persona extremadamante hermosa ni mucho menos, pero cuando decido "arreglarme" siempre obtengo unos resultados bastante precisos y de buen grado por parte de la gente que me ve. Pensé que el motivo por el que Conway me había criticado tan fuertemente la anterior noche, se debía en su gran mayoría por las pintas que llevaba. Por eso, esta mañana decidí lavarme el pelo y dejarlo suelto por mucho que lo odiase, y la ropa que decidí llevar era mucho más presentable que las del otro día.

Lo malo es que, por mucho que Conway se sorprendiera del cambio de mis vestimentas, siguió siendo el mismo cerdo de siempre.

—Si ya eras pija de por sí, ahora ya ni sé cómo llamarte. Has recibido el premio a la pija de la ciudad, enhorabuena, ahora seguro que encuentras a un galán que te pueda planchar las braguitas como es debido, qué bien, ¿no?

A esas alturas ya no supe si reír o llorar.

—No necesito ningún galán que me planche las bragas, señor, nadie toca mis bragas salvo yo. Siento rechazar su indirecta de esta forma, quizás tenga más suerte con la próxima pija que venga por aquí, pero conmigo nunca.

La recepcionista cubrió su cara con las manos, escondiendo una sonrisa que deseé no haber visto porque ahora mi cara ardía como el fuego por la vergüenza que este hombre me estaba haciendo pasar.

—Discutamos este asunto en mi oficina, si te parece. Debbie, dile a mi compañero que sigan el trabajo sin mí, voy a estar ocupado.

—Eso está hecho, superintendente.

Conway comenzó a andar hasta su oficina y un mal presentimiento comenzó a florecer en mi interior, pero obviamente,  no pude echarme para atrás.

—Conque nunca nadie te ha planchado las braguitas antes, nena —decía, caminando por el pasillo, sin girar a verme.

—Nadie, señor.

Comenzó a reír descontroladamente, pero de un segundo para otro, volvió a hablar como si nada de eso hubiera sucedido antes.

—¿Y qué te hace pensar que yo quiera plancharte las braguitas?

Conway se paró de repente en medio del pasillo, y mi testarudez y nerviosismo me hizo chocar contra su ancha espalda en cuestión de milésimas.

—¿Se puede saber qué coño hace? —grité, sin entender qué leches estaba sucediendo.

—Norma número uno; tienes que estar atenta a todo lo que sucede en tu entorno. No puedes estar pendiente a una conversación sin estarlo también a tu alrededor. Siento que estés sumamente sumergida en mi profunda voz, pero debes prestar atención a los pequeños detalles también —Se giró y rozó sus labios en mi oreja, mientras susurraba—: Una pequeña distracción podría llevarte a las puertas de la muerte, Amber.

Conway, Jack ConwayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora