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Jack's POV

Era un día muy normal en la comisaría de policía.

Gente corriendo de un lado a otro, cientos de llamadas por diferentes atracos en toda la ciudad, algunos con máscaras de pollos asesinos, otros extraterrestres con perros como rehenes... Como he dicho antes, era un día completamente normal.

Estaba tomándome mi quinto café del día a las siete de la tarde, tras haber mandado a la mierda a trece chavales que pensaban entrar en el cuerpo de policía, los cuales no tenían ni puta idea de lo que significaban aquellas palabras si quiera. Amo mi trabajo, pero estúpidos como ellos que sólo vienen a tocar los cojones a personas como yo... si pudiera, les cortaría los gallumbos a todos, pero no estoy capacitado para hacer eso... todavía.
Digo que era un día completamente normal porque al final de éste dejó de serlo. Mientras me despedía de mi "fiel" aunque descerebrado compañero Ivanov, algo, o mejor dicho, alguien se presentó con unas pintas un tanto poco comunes en mi comisaría.

Nunca he creído en el amor a primera vista. Ya me puedes poner cientos de canciones de los Rolling Stones hablando sobre este magnífico sentimiento del encuentro de ojos, la conexión instantánea con tu alma gemela, el roce lleno de chispas que abrasan cada parte de tu cuerpo... Todo eso son jilipolleces sin sentido alguno que jamás lograré entender.
Cuando la vi por primera vez, no supe diferenciar si era un hombre o una mujer. La capucha puesta y todos los pelos mojados adheridos a su cara complicaron su reconocimiento facial a niveles insospechados, pero cuando la cría, de algún modo u otro, se arregló sus cabellos color rojo, pude reconocer que era una chavala que parecía haber salido de la película "Lo imposible" tras haber escapado del terrorífico tsunami.

No parecía del todo cansada, y me pregunté en su momento si había venido corriendo o no bajo la fuerte lluvia que hacía ahí afuera.

—Hola —me dijo, quitándose la sudadera mojada y depositándola encima de la silla.

—No dejes esa porquería ahí, me vas a chirriar toda la puta comisaría, perro mojado.

Debí sorprenderla demasiado, porque se me quedó mirando con ojos como platos.  Esta no era de por aquí ni de coña, pero pronto iba a conocer cómo nos comportamos la gente de esta zona.
Si pensaba volver.

—Per-perdón —decidió agarrar la sudadera, y permaneció unos segundos callada, hasta que su voz volvió a sonar de nuevo, esta vez más fuerte—. Vengo aquí para formar parte del cuerpo de policía de esta ciudad, señor.

—¿Ah sí? Entonces... ¿se puede saber quién coño eres? ¿Quieres que te llame perro mojado que busca a alguien que le planche las braguitas o cómo? ¿a caso no tienes nombre, vagabunda?

La chica dio un ligero paso hacia atrás, un acto involuntario que representaba inseguridad e inquietud, pero su forma y tono de hablar no cambiaron en ningún momento.

—Soy Amber McAdams, de un pueblo muy pequeño del sur, señor. Como he dicho antes, he venido aquí para formar parte del cuerpo de policía de esta ciudad. Me han informado que encontraría aquí al encargado para mi caso, y eso es lo que he hecho.

Reí y me acerqué a ella, más cerca de lo necesario, aunque ella no presentó incomodidad alguna, o bien la supo disimular correctamente.

—¿Tu caso? Primero, recibo más de quinientos adolescentes sin neuronas a la semana, así que tu caso me importa una mierda, Barbie, y segundo, no sé de qué encargado me estás hablando, porque yo aquí soy tu Dios si piensas entrar al cuerpo de policía, aunque toda la ciudad me conoce como el superintendente, Conway para los amigos y Jack para los gemidos de las tías que piden y suplican pasar una noche conmigo, ¿te queda claro?

Un leve rubor asomó del mojado rostro de la cría que se hacía llamar Amber, y no me extrañó en absoluto. Una chavala como ella, de un pueblo perdido en la mano de Dios, no habría oído la palabra gemidos en su vida.

—Me queda claro, señor, pero no comprendo entonces cómo va a conseguir nuevos policías en la ciudad si todos los que tratan de adentrarse los manda a tomar por culo.

Ese cambio de los acontecimientos me sorprendió de buen grado. Estaba muy acostumbrado a tener conversaciones como estas con la mayoría de personas que trataban de conseguir un trabajo aquí, y todos ellos acababan por mandarme a la mierda, no diciendo nada o incluso algunos llegaban a llorar. Pero que esta tía, que en un principio pensé que saldría por la puerta cagando leches, quisiera continuar con la conversación... ella se lo había buscado.

—Perdona que te diga pero estás completamente equivocada —Amber hizo mención de decir algo pero la calle con una simple mirada. Comencé a dar vueltas alrededor suya—. Aunque mande a la gente a tomar por culo, como bien has dicho tú, no significa absolutamente nada. ¿Os pensáis los jóvenes de hoy en día que os lo vamos a dar todo hecho?

—No, pero...

—He dicho que te calles.

Ahora el rubor era mucho más intenso.

—Se nota que no eres de por aquí.

—¿Por qué lo dice, señor?

—No tienes más que oírte hablar. Estás asustada hasta más no poder, ¿verdad? —crucé el pasillo hasta posicionarme justo detrás suya, y susurré—: Puedo hasta escuchar los latidos de tu cuello hasta aquí, ¿cómo pudiste venir a mi oficina, si ni siquiera puedes estar tranquila en una situación tan normal como esta?

Amber se giró y me mantuvo la mirada durante unos largos segundos.

—Si piensa que soy de las que se sienten intimidadas por cualquier comentario que alguien haga, está muy equivocado. Usted se piensa que tiene el control sobre todo su alrededor, pero me temo informarle que no es así, superintendente. No he venido a esta oficina para sentirme humillada por un narcisista como usted, y no pienso irme hasta que me acepte como policía de una maldita vez.

Retrocedí unos pasos y caminé hasta mi escritorio, sentándome en la cómoda silla que me regaló Volkov por mi cumpleaños.

—¿Aprobaste las oposiciones, Amber?

—Por supuesto que sí, 97 de 100 respuestas correctas, señor.

—El resultado me importa una mismísima mierda. ¿Pasaste los nueve meses en Ávila?

Silencio.

Un simple gesto y se delataría, pero para mi sorpresa, parecía que decía la verdad.

—Sí señor, me preparé nueve meses en Ávila para el siguiente examen.

—Está bien, demuéstrame lo que sabes hacer, muñeca.

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Oyoyoyoyoyyyyy!!!!!!!!!

Me encantó escribir este capítulo, así que espero que vosotrxs también lo hayáis disfrutado. Imaginaos la conversación con la voz de Conway... eso es igual a embarazamiento.

¿Qué creéis que le va demostrar Amber a Conway?

Conway, Jack ConwayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora