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Amber's POV

Pensé que no lograría conciliar el sueño, sin embargo, lo hice.

Poco después de que Conway y yo termináramos de hablar por teléfono, la negra espesura del sueño llegó por fin hasta mí, como si fuera Conway la razón del terrible insomnio que estaba padeciendo aquella noche. Al despertar, supe que así era.

 Me desperté con el furioso estruendo del rayo, que iba acompañado de una copiosa lluvia fría mañanera. Miré el reloj y me sorprendí al ver la hora que era: las diez y media. 

—Joder —maldije, mientras se me escapaba un latido al ver que llegaba tarde al trabajo, pero luego recordé que era festivo. La conversación que tuve con Conway también llegó a mi mente, y  me hizo recordar que había quedado con él dentro de una hora y media. 

Suspiré, aliviada, pero aún tenía muchas cosas que hacer: tenía que ducharme, desayunar, limpiar la casa... ¿por qué cojones tendría que haber quedado con él? 

Estuve a nada de cancelar los planes; no estaba preparada para tener una conversación con Jack, y los truenos que hacían retumba la casa tampoco ayudaban a poner en orden mis pensamientos, sin embargo, sabía que luego me arrepentiría si decidía no quedar con él. Ansiaba saber la verdad que se traía entre manos, y hoy por fin, todas aquellas dudas quedarían resueltas. Por eso, cuando cogí el teléfono para llamar a Conway, terminé por dejarlo al otro lado de la casa para no cometer ningún error del cual luego pudiera arrepentirme.

La ducha me ayudó a relajarme, y el café me despertó y aclaró las ideas que rondaban por mi cabeza, es por eso que, cuando escuché el timbre sonar, no me alarmé ni lo más mínimo. Es más, respondí con una calma que sacó a Conway de sus órbitas.

—¿Amber? ¿Estás colocada o qué cojones? —decía Conway por el portero, preocupado.

—¿Qué coño dices? —respondí, ofendida—. Sabes que yo no tomo mierdas, ¿vas a subir o qué?

Jack titubeó antes de decir:

—La verdad es que hace un frío del demonio, y me apetece un vaso de agua.

No dije nada y presioné el botón para que la puerta del portal se abriera.

Dejé la entrada de la casa entreabierta, y cuando me senté en el sofá, los nervios comenzaron a aflorar en mí. Conforme se escuchaba llegar el ascensor hasta mi piso, más rápidos eran los latidos de mi corazón, y pensé que en cualquier momento expulsaría el amargo líquido que había consumido minutos atrás. 

Entonces, un hombre alto y con traje,  entró por la puerta.

—Vaya, es más grande de lo que me imaginaba —dijo Conway, mirando a su alrededor.

—¿Sí? —dije, mientras me levantaba con demasiada rapidez, terminando por tropezar con la alfombra mientras me acercaba a él.

Él me agarró de los hombros, y me observó.

—¿De verdad que no estás puesta? Tienes las pupilas como putos agujeros negros.

Yo reí y me aparté de él, mientras frotaba mis ojos con ambas manos.

—Es porque el tiempo que hace es una mierda; no hay apenas luz, por eso se dilatan las pupilas —lo observé—. Pensaba que eras de los que prestaban atención en clase, pero ya veo que me equivocaba.

Conway me miró con sorna, y se acercó a la cocina que pillaba a pocos metros de la entrada. Como si hubiese vivido en mi casa durante años, no se equivocó al abrir la alacena donde depositaba los vasos. Cogió uno y lo llenó de agua, bebiéndola después ávidamente.

Me senté en la mesa de la cocina, y le pregunté si quería algo más, pero él negó con la cabeza, y  se sentó en frente mía.

—¿Has pagado tú sola el alquiler?

Yo asentí con la cabeza, pero tras pensarlo mejor, terminé añadiendo:

—Los primeros meses lo pagaron mis padres, pero poco después de que comenzara a cobrar el sueldo, lo he ido pagando hasta ahora por mi cuenta.

Jack asintió, en silencio.

—¿De cuántos metros cuadrados es?

Yo lo miré, pensando que iba de coña, pero al ver que no hacía ningún comentario al respecto, dije:

—Conway... ¿a qué vienen esas preguntas? 

—No puedo preguntarte cómo de grande es tu casa o cómo va la cosa —dijo, sin tapujos.

—¿Que cómo va la cosa? A mí no me engañas, Conway, sé que lo que te traes entre manos es un tema serio, igual hasta peligroso, ¿y tú me vienes preguntando de cuántos metros es mi casa?¿Vas en serio?

Conway murmuró algo de lo cual  fui incapaz de entender, pero no me hizo falta preguntar por ello porque él mismo me lo dijo.

—Yo siempre voy en serio, Amber.

—¿Entonces por qué coño no me dices qué está pasando de una vez? —pregunté, con un tono de voz más alto del que pretendía. Necesitaba mantener la calma, pero me estaba sacando de quicio. 

—¡Porque no sé cómo decírtelo! ¡No quiero perderte a ti tampoco, sin embargo, no hay otro remedio!

Algo en mí hizo encajar una de las muchas piezas que desconocía de Conway, pero descarté la idea de inmediato. Era demasiado retorcida para ser verdad.

—Siempre hay otras salidas, Conway, y si no me dices el porqué de tus pensamientos, nunca podré ayudarte, y tú a mí tampoco.

—¿Mis pensamientos? Mis pensamientos están hechos mierda desde que abandoné a la persona que más amaba. Mi cabeza está llena de mierda, de pura y puñetera mierda, y no hay nadie que lo vaya a solucionar. Ni siquiera tú.

Aquellas palabras me dolieron aunque mi expresión dijera todo lo contrario. Tan solo permanecí ahí sentada, acompañada de los rayos que eran cada vez más sonoros. No sabía qué decirle ¿que seguro que no era para tanto? ¿que yo podía ser capaz de ayudarlo? Me levanté, exhausta, agotada, y con ganas de acabar con todo.

Me senté en el sofá y Conway hizo de mi espejo, mientras se pasaba la mano por el pelo, ansioso.

—Amber, hace años que no menciono su nombre en alto, y mucho menos hablo de ella con otra persona. Aunque... sé que si lo hago contigo, lograrás entender lo que está sucediendo.

No dije nada, me limité a observarlo muy atentamente.

—Esos hijos de puta que mataron a Ivanov, son los mismos que se cargaron a mi familia, a... a Julia. Me están haciendo la vida imposible... y todo por un puto malentendido que se niegan a aceptar.

Ahogué un sollozo pariente cercano de un grito y agarré con fuerza la tela del sofá, asustada y con una furia interna que pronto terminaría por salir.

—Pero... ¿por qué? Cómo un malentendido puede llegar a ocasionar la muerte de varias personas, Conway... —había algo ahí que no cuadraba, me dije.

—Porque... ese malentendido costó la vida de una muchacha. Una muchacha de tu misma edad, Amber, y Dios no perdonará jamás lo que hice —me miró muy serio, y como si de otra persona se tratara, añadió—: y yo tampoco.

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Ujú moreno... Se vienen declaraciones intensitas, y se viene el comienzo de clases. Tenéis ganas de empezar?

Qué os ha parecido el capítulo? Os lo esperabais así?

Espero que os haya gustado y que os encontréis todxs muy bien.

Besos en el siempre sucio, gente.




Conway, Jack ConwayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora