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A lo lejos, se escuchó un disparo, y a continuación, un grito, un grito de alguien que tanto Conway como yo conocíamos muy bien.

Ambos nos miramos, y Conway, con un gesto que hizo con su mano izquierda, me indicó que nos acercáramos en silencio hasta las pequeñas casas de donde provenía el grito. Yo asentí, y a un ritmo moderado, nos fuimos acercando, mientras Conway pedía refuerzos.

Tardamos apenas tres minutos en llegar, y cuando por fin lo hicimos, un olor a metal llegó a nuestras fosas nasales.
Era sangre, la sangre de Ivanov.

/////

—Блядь! (¡Joder!)

—Como no te estés callado, hijo de la gran puta, el próximo disparo será en la cabeza, ¿te queda claro?

—Сукин сын! (¡Hijo de puta!)

Uno de los hombres que tenía retenido a Ivanov, dio una fuerte patada a éste, que ahora estaba tirado de malas maneras por el suelo, con las manos atadas a una tubería que había cerca de la ventana.

Conway me indicó que volviera a bajar la cabeza. Se acercó a mí y me susurró en la oreja que "el resto de la malla tardaría poco en venir" y que "mientras tanto, permaneceriamos aquí".
La idea parecía sencilla, pero los gritos de dolor de Ivanov, hicieron que la espera se hiciera eterna, y cuando escuchamos a uno de los hombres salir de la pequeña y mugrienta casa de piedra, ambos supimos que el momento había llegado. Empuñamos nuestras pistolas, y esperamos hasta que éste viniera.

Llevaba ya en la malla tres años, y nunca me había visto sometida a un caso como éste, y mucho menos a un enfrentamiento de cara cara y pistola en mano. Aquella sería mi primera en matar a un hombre a sangre fría. La sensación de quitar la vida a un ser humano me repugnó por completo, tanto, que habría vomitado ahí mismo si nuestro compañero Ivanov no estuviera ahí reclutado. Sin embargo, muy dentro de mí, en rincones que jamás supe que existían, saboreé una especie de venganza muy, muy oscura. Mataría a ese hombre las veces que fueran necesarias, y por mucho que luego me culpara de ello, sabría que lo volvería a hacer una y otra vez.

Conway se encontraba en esos momentos detrás mía, justo al lado de una de las paredes exteriores de la casa, y cuando el hombre salió, éste se dirigió casualmente hacia donde nos encontrábamos. Lo primero que reparé fue que, pese a ser un delincuente, asesino y terrorista, no portaba ningún tipo de máscara o pasamontañas. Fue como si supiera que su muerte llegaría en cualquier momento, como si supiera que no saldría de ahí vivo hasta que cumpliera su cometido. No le hacía falta cubrir su identidad porque nunca más la volvería a necesitar.

Más tarde, tuve ocasión en reparar su aspecto físico; alto, de pelo negro y ted clara, cubierta por ligeras marcas del acné... atractivo, pero que sin embargo, su semblante daba el aspecto de un completo psicópata en busca de sangre y de una persona en específico.

Disparé, sin pensarlo dos veces, dejando que mi instinto y los años de práctica sobre el manejo de armas hicieran el trabajo por mí. Antes de que la bala llegara hasta su entrecejo, el hombre tuvo oportunidad de mirar fijamente a Conway, y una chispa de maldad y a su vez sorpresa surgieron en sus ojos oscuros, que unos segundos después, caerían muertos al suelo, rociados de sangre.

—Buen disparo —susurró Conway, poniéndose en pie, acercándose hacia la puerta, ahora abierta, mientras el resto de hombres que se encontraban dentro, comenzaban a moverse inquietamente en el interior .
Yo fui tras él, con el corazón palpitándome con demasiada fuerza. "Quizás no muera de un disparo, pero sí de un ataque al corazón" pensé en esos momentos, tratando de encontrar un poco de humor donde no lo había.

Conway se apoyó nuevamente contra la pared, ahora a pocos centímetros de la puerta de entrada, esperando a que los refuerzos que se escuchaban a lo lejos llegaran.

Sin embargo, venían demasiado tarde.

Otro disparo.

—Говно!! (¡Mierda!)

—Conway —una voz sonó desde el interior—. Si no quieres que le meta un disparo a este puto ruso de mierda, deja el arma en el suelo, donde podamos verla. Te doy tres segundos.

Conway se giró hacia mí, fuera del alcance de los terroristas. No hicieron falta palabras para entender lo que sus ojos decían, y no tuve otra opción que asentir.

Conway lanzó el arma adentro de la casa, y puso un pie en el descansillo.

Conway, Jack ConwayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora