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Amber's POV

—¿Y bien? ¿Qué tal te fue?

¿Que cómo me fue? No creo que existan palabras adecuadas para expresar la vergüenza, idiotez y fracaso en un solo adjetivo. Si pudiese rebobinar al pasado lo primero que haría sería dar una patada bien fuerte a los huevos de ese gilipollas faltón, y luego no habría gastado mi tiempo en estudiar para esas putas oposiciones.

—Bien, mañana tendré que estar allí de nuevo a las ocho de la mañana.

—¿De veras? —la sonrisa tan amplia de mi madre dio la sensación de que se le fuese a romper la boca en cualquier momento—. Ya te dije, vas a triunfar en cualquier cosa que hagas, ya le puedes agradecer a Jaime. Sin él no hubieses llegado hasta donde estás ahora.

De pronto una cuerda se tensó finalmente en mi mente, pese a haberla retenido durante largas horas en su sitio.

Jaime.

Él me había recomendado ir a esa maldita comisaría, él mismo me recomendó hablar con ese Conway sabelotodo... ¿de verdad alguien podía ser tan hijo de puta? ¿O eran todo imaginaciones mías? El mal rato que pasé horas atrás no me lo iba a quitar nadie. Jamás me había sentido tan nerviosa. Tenía la sensación de tener que vomitar en cualquier momento, no sólo por el resfriado que la lluvia me haría pasar, si no por la presencia de ese hombre. ¿Cómo alguien que apenas te conoce, pudo haberme hecho sentir tan miserable? Sentí desde el primer momento en que me habló, que mi vida no valía ni la mitad que la cagada de un perro. Pensé que tras salir de la comisaría todas esas sensaciones de mierda desaparecerían, pero solo pude dejar de pensar en ellas hasta que comencé a dormir para prepararme para el día de mierda que me esperaba mañana con la maligna presencia de Jack Conway.

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Conway's POV

—Venga, ¿cuántos rehenes tienes?

—Tengo doh y luego ehtá ete perro que huele a sobaco.

—Conque un perro... Pues cuando salgas de ahí y te pillemos, anormal de mierda, comerás sólo perro para el resto de tu puta vida.

—Pero qué diceh amrgao' de mierda, cuando yo salga loh que comerán perro sereih vohotroh', estupidoh.

Qué a gusto le habría metido un balazo en la cabeza a ese calvo tóxico atontado. Lo peor de todo es que no era la primera vez que lo volvía a ver atracar una droguería de mierda. Si no me equivoco, esta era la tercera vez que escuchaba aquel acento sureño, cosa que me hizo soltar un par de juramentos en frente de la puerta.

—Quiero terminar esto cuanto antes, estúpido de mierda. ¿Qué pides por el primer rehén?

Un olor a mierda comenzó a llegar a mis fosas nasales, y supe de sobra que el olor provenía probablemente del primer rehén que se había cagado encima. Qué putos desgraciados, la madre que me trajo al mundo.

—Pueh el primer rehén no vale mierda, así que pido doh segundoh desde el momento en el que me subo a la moto. ¿Qué te parece, pijo?

Habría sido capaz de meterle la porra por el orto de no ser por el pesado de Volkov que me estaba diciendo que fuese para donde él estaba.

—Es de la comisaría, me están diciendo que alguien pregunta por ti.

Mientras Volkov me hablaba, vi cómo una cabecita de un hombre asomaba por la puerta de la droguería. Era un rehén que se estaba escapando. Por el amor de Dios, jamás había visto un atracador tan estúpido como el de aquel día, ni podía tener a los rehenes quietecitos en su sitio, santa Virgen.

—¿Que preguntan por mí? —pregunté, distraído.

—Sí, alguien lleva esperándote desde las ocho de la mañana en la comisaría, Conway. Espero que no sea el gilipollas al que le partiste los dientes el otro día, si es él, me encargaré yo mismo de partirle los dientes de abajo esta vez.

—No es él, es Amber —dije, mirando el reloj de mi muñeca. Eran las ocho y media de la mañana.

—¿Amber? ¿He escuchado bien? hacía años que no te escuchaba decir un nombre de tía... No me digas que es tu novia, el maricón no ha podido volverse hetero de un día para otro, ¿verdad?

—Cállate si no quieres que te desvirgue el ano con mi pipa, subnormal. Cogeré la moto, ya verás tú cómo vuelves.

—Eh, no, espera tío —pero antes de que dijera alguna incoherente palabra más, yo ya estaba de camino a la comisaría.

Conway, Jack ConwayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora