Diez.

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—Ella... —Murmuro nervioso, arrepintiéndome al instante de haberla llamado.

—¿Si? —Me observa curiosa.

—Yo... Ehm... —Aclaro mi garganta— Mi hermano se va a casar en... Dos semanas... —No puedo creer que voy a hacer esto. Maldito Jason.

—¿Felicitaciones? —Se ríe de si misma y me sonríe.

—Mhm... Él me dio una... Una invitación de más y yo... Estaba pensando que quizás tú... Querías venir conmigo.

Listo. Lo dije. No hay vuelta atrás. Ya no puedo arrepentirme.

Ella tiene una mueca sorprendida en su rostro y me doy cuenta que sí; sí puedo arrepentirme. A lo mejor me apuré demasiado, quizás ella cree que me estoy insinuando o que soy un loco desquiciado.

—¡Harry! ¿Estás escuchándome? —Pregunta pasando su mano por delante de mi rostro.

Muevo mi cabeza varias veces y asiento, preocupado por lo que me dirá.

—De acuerdo. —Murmura.

Frunzo el ceño, confundido.

—¿Qué?

—¿Te encuentras bien, Harry? Estás un poco tonto hoy. —Se burla.

Muerdo mi labio inferior y espero a que repita su respuesta.

—Sí, Harry. Iré contigo... —Alza su dedo índice— Pero con una condición.

—¿Cuál?

—Debes responderme una sola pregunta.

Respiro hondo y dejo salir un suspiro largo. Bien, Ella, siempre tan curiosa.

—Acepto pero me dirás esa pregunta el día de la boda. —Condiciono.

—¡No, no vale! —Se queja.

—Tú también me pusiste una condición —Me encojo de hombros y le saco la lengua.

—Bien. —Se cruza de brazos y mira hacia otro lado, obviamente está enojada.

Ruedo los ojos y antes de poder decirle algo, Chris nos llama: —¡Hay mesas que atender, chicos!

Christian tiene 21 años y nos trata como niños pequeños. Es un gran tipo y lo sé porque todas las tardes se va de su turno para ir a buscar a su hija al jardín de infantes. Me contó su historia y es algo sencilla: estuvo con una chica un par de meses, se acostaron, no se cuidaron y tuvieron una hija. Simple como eso, aunque complicado, bastante complicado.

Ella da media vuelta y camina hacia las mesas, atendiendo los pedidos y sonriéndole a los clientes. Yo, por mi parte, limpio las mesas.

Jason se fue de mi casa hace dos días, luego de mi caminata con Ella. Me dijo que tenía que volver con Emma para arreglar asuntos de la boda y me obligó a invitar a Ella. Así que sí, cumplí con mi palabra.

—¡Styles! —Las manos de Ella hacen acto de presencia en mi visión y muevo mi cabeza repetidas veces.

—¿Qué pasa?

—¡Debes limpiar las mesas, tonto! —Dice y se aleja con enfado.

No puedo creer que se haya enojado en serio.

Nuestro turno termina en aproximadamente 15 minutos pero parece que la leve llovizna hace que la gente quiera beber un café. Estamos repletos de gente por doquier.

Noto que un chico camina distraídamente con su café en mano y su celular en la oreja, sin mirar hacia donde va. Y Ella está caminando hacia delante pero mirando una mesa detrás de ella.

Quise gritar para que frene su caminata pero fue demasiado tarde; el café del chico estaba desparramado por toda la camisa de Ella.

—¡¿Qué demonios?! —Grita indignada e inmediatamente se cubre la boca, sabiendo que le acaba de gritar a un cliente. —Lo lamento, yo... Agh, esto quema.

Puedo escuchar unas risas molestas desde la mesa que está al lado mío y cuando los observo, veo a cuatro adolescentes burlándose de Ella.

—¿Qué desean ordenar? —Les pregunto tratando de ser lo más racional posible.

—Un café latte —responde uno de los chicos y asiento, anotando en la libreta.

—¿Ustedes? —Los señalo con la lapicera.

—No, nada... Queremos que nos atiende aquella chica —Señala a Ella con su dedo índice.

—Mhm, entonces le diré que no venga para esta mesa —les sonrío y camino hasta Chris, pidiéndole el pedido del chico.

—Café latte para la mesa 11 —Murmura Chris y deja el pedido, para luego volver a hacer otro.

Antes de ir hacia la mesa, Ella se acerca a mí.

—¡No tengo otro maldito uniforme para ponerme y estoy toda pegajosa y asquerosa! —Se queja.

—Para tú información, hay un par de adolescentes hormonales en una mesa de allá que quieren que los atiendas aunque estés toda pegajosa y asquerosa. —Murmuro.

—Esos "adolescentes hormonales" son amigos míos, Harry. —Se ríe.

La observo sin creerlo y le entrego el café latte.

—Toma entonces, es para uno de ellos.

Agarra la bebida caliente y camina hacia la mesa, riéndose con ellos de algo.

Luego de esa escena, mi turno termina y no puedo aguantar para irme. Me quito el uniforme y lo guardo en el locker, para luego ponerme la capucha de mi campera y salir del edificio.

Mi vista choca con la de Ella que instantaneamente le entrega algo a su amigo, ocultándolo de mí.

Ignorando lo que acaba de pasar, doy media vuelta y reanudo mi marcha.

Necesito dormir.

—¡Harry! —Grita Ella detrás mío y me doy vuelta abruptamente— ¿Qué ya no saludas? —Se queja, cruzándose de brazos, mientras me sonríe.

—No quería molestarte, estás con tus amigos.

Ella inhala un poco de aire y me observa alarmada. Yo imito su acción y huelo marihuana.

¿Qué? ¿Acaso fuma marihuana?

—¡No es lo que piensas! Ellos fuman marihuana hace años y bueno, yo los observo solamente —se excusa con una sonrisa inocente.

—Está bien, Ella. Debo irme, estoy muy cansado.

La saludo y me voy caminando lentamente, sin poder dejar de pensar en por qué no estaba teniendo un ataque de pánico, si estaba debajo de la lluvia.

También me pregunto por qué sus ojos están apagados y por qué tienen pequeñas líneas rojas, devuelta.

Sus amigos me inquietan bastante y siento que en realidad no son amigos, siento que sólo comparten cosas pero no emociones o sentimientos.

Y con todo este revoltijo de pensamientos, llego a casa y me acuesto en mi cama, sin lograr dormirme.

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¡Tarde pero seguro! Ahora voy a seguir escribiendo así que quizás suba otro capítulo hoy.

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